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jueves, 29 de septiembre de 2016

In memoria - Minicuento


—¡Papi!!
—¿Qué pasa, mami?
—¿Dónde estabas aquel día que te fuiste de casa de tardecita y volviste al otro día, y cuando te pregunté qué pasó, me dijiste: 

—Se murió un amigo.
—¡Y se habría muerto un amigo!
—Pero vos nunca te quedaste toda una noche en un velorio!
—¡No sé! ¡No me acuerdo! ¿ Por qué me preguntás eso que pasó hace tantos años?
— Se me vino a la cabeza ese recuerdo.
—Mamá, ayer me dijiste que hoy quería ir a la feria y hoy te olvidaste, y te venís a acordar de algo que pasó hace 40 años!
—¿Ayer te dije que hoy quería ir a la feria?
—Sí me dijiste, ¿no te acordás?
—No.
—¿Viste?
—¿Vos me querés?
—¡Claro que te quiero!
—¿Me engañaste alguna vez?
—¡¡Nunca!! ¿Y vos me querés?
—Si.
—¿Y me engañaste alguna vez?
—No sé. No me acuerdo.

Ada Vega, 2016






miércoles, 28 de septiembre de 2016

La verbena - Mini cuento

.


Estaba recostado al puente a la salida del pueblo.

—¿Dónde vas sin mantón de Manila? 
Me dijo al verme pasar cargando mi maleta.
—A lucirme y a ver La Verbena, y a esperar lo que venga después. Le contesté
 sin mirarlo y seguí.
—¡Aquí te espero! Me gritó, sin mover un pie.
 
Diez años después, de regreso, volví a cruzar el puente. Él tomaba una cerveza
 en el bar de José Escudero.
--¿Y? Me preguntó al verme pasar de vuelta, cargando mi maleta.
--No vino nadie, le contesté y seguí.
Terminó su cerveza,  tiró una moneda sobre el mostrador. Con una mano tomó mi
 maleta. Con la otra rodeó mi cintura. 
 ---Te dije que te esperaría. Susurró a mi oído. Acompasó su paso a mi paso.
 Y era cálida y firme, su mano en mi cintura.

    Ada Vega, edición 2016.

La diferencia - Minicuento



Con mi esposo pasamos toda la mañana buscando un recibo que había que pagar hoy, y que no sé donde diablos lo guardé. Se enojó y me dijo: 

—¡Me vas a volver loco, mamá! Le dije:

—Eso me decías cuando nos conocimos ¿te acordás?

—No —contestó—, yo te decía:

—¡Me vas a volver loco, mamita!

Pasé toda la tarde tratando de encontrar la diferencia.

¡Los hombres, bah, bah! 

                                                      FIN

El caño ( Minicuento)






A mi esposo le gusta el fútbol. Antes jugaban los domingos. Ahora todos los días. De mañana, al mediodía, de tarde, de noche, de madrugada. Antes mi esposo iba al estadio a ver a su cuadro. Ahora mira fútbol por TV. Fútbol de todo el mundo. Con pasión. Hace un tiempo se rompió un caño de agua en la cocina. Apareció una mancha de humedad en la pared. Vinieron de una empresa picaron la pared y solucionaron. Después volvió aparecer la mancha. Volvieron los de la empresa picaron la pared y arreglaron. Hoy almorzamos muy tarde. Estaba en la cocina y volví a ver la mancha en la pared. Me asomé a la puerta donde mi esposo miraba un partido.

—¿Se puede hablar?
—Claro.
—Otra vez se rompió el caño de la cocina. Creo que vos tendías que ir mañana a la empresa y exigirles que arreglen como es debido. Que si tienen que cambiar el caño que lo cambien. ¡Hasta cuando vamos a seguir así?. Fijate que hace más de un año que estamos con este problema, recordales que la última vez que vinieron…
—¡¡Penal!!...¿no lo cobró…?


Ada Vega, 2016 

Cuento erótico - Minicuento




Dos abuelos dormían. Ella se despierta.

—¿Te acordás cuando jugábamos a los padres? Él se despierta y medio dormido contesta.

—Sssssii. Ella le dice
—¿Vamos a jugar ahora?
— No me acuerdo como era el juego, mejor jugamos a los abuelos.
—Y cómo es el juego de los abuelos?
—¿Vos te quedás quietita ahí y te dormís.
—¿Y vos que hacés?
—Zzzz Zzzzzz Zzzzzzz.
FIN

Juan - Minicuento


Terminábamos de ver una película en la tele, de amor, de penurias y abandono. Le dije:
—Mi vida, así te amé yo desde que te conocí. Te esperé mucho tiempo, siempre supe que un día nos encontraríamos. Yo nací para vos. Era virgen cuando te conocí!
—Bué, cuando te conocí tenías 3 hijos!
—¿Y?
—Y si tenías 3 hijos no eras tan virgen.Porque una mujer virgen es la que nunca intimó con hombre alguno. Que supo conservarse pura e impoluta hasta conocer a quien sería el padre de sus hijos. Pero una mujer que amó, se casó y tuvo tres hijos antes de conocer otro hombre, con quien volvió casarse y tuvo más hijos, creo yo, que de virgen no tiene nada!
—Yo me refería a que cuando te conocí era virgen en mi alma. Porque el verdadero amor lo conocí a tu lado, mi amor. Porque cuando te conocí se borró mi pasado. ¡Porque ese día volví a nacer, mi vida!
—Perdoname, pero tu pasado no se borró, que yo sepa, a tu pasado los mandamos a la escuela y con nuestros presentes estudiaron, se casaron y andan caminando por la vida. Formamos una gran familia con tus hijos y los nuestros.
—¿Y?
—Y que entonces eso de que eras virgen cuando me conociste no pega ni con La gotita! ¿No te parece mi amor?
—¡¡Andá a la mierda, Juan! 

                                              FIN

El fresno




Un año el Municipio plantó árboles en mi barrio. Sobre la vereda de mi casa dejó un fresno adolescente y altanero. Desde la ventana del comedor lo veíamos crecer y desarrollarse.  A los dos años coronado de flores, se hizo hombre.
 Mi casa tenía un jardín con un muro y un portón. 
                   En esos días mi padre había comprado, en el invernadero, una Palmera Canaria de pocos meses para un cantero del frente.
 La palmera, exuberante, comenzó a crecer en belleza y  regocijo. Con cada nueva palma su tronco se iba engrosando  y entre  su ramazón, fuerte y segura, comenzaron a anidar los gorriones sin querencia.
Una primavera el fresno descubrió a la palmera llena de frutos y trinos. Y comenzó a estirarse hacia el muro para observar a la princesa.
Al principio creímos que era solo  su copa  quien se inclinaba curiosa, pero al llegar el invierno, vimos su tronco encorvado con las ramas ateridas apoyadas en el muro. El fresno trató siempre de llegar a la palmera. Acariciarla, quería. Cada año que pasaba su pobre tronco se encorvaba más, pero la princesa, de aquel amor, nunca se enteró.
 Indiferente y altiva cada día lucía más esbelta.
Los vecinos comenzaron a quejarse porque sus ramas puntiagudas  podían pinchar los cables de la luz y dejar el barrio a oscuras. De modo que mi padre decidió un día quitarla del jardín y se la regaló a  un amigo.
 Desde la ventana viví el dolor del árbol de mi vereda.
 Ese invierno pasó, el fresno no volvió a florecer y ni a dar frutos.  Su cuerpo vencido nunca se enderezó.
Una tarde gris de lluvia anunciada llegó  un niño con una sevillana,  jugando se acercó al fresno y le hizo un corte alrededor del tronco.
Al otro día volvió y paralelo al primero, hizo otro corte más abajo.

Al tercer día,  con la punta de la navaja, fue retirando la corteza entre ambos cortes. Tal vez no era un niño. Tal vez era un ángel, que algún dios compasivo, envió  a conocer el mundo y sus habitantes. Nunca volví a ver al ángel-niño. 
Y sucedió que al final de ese invierno, al fresno de mi vereda, por aquella herida injusta,  se le escapó la vida.

Ada Vega, 2015