sábado, 16 de julio de 2022
El embrujo de Maracaná
En las puntas del Queguay
Fue en las puntas del Queguay, en campos de un inglés dueño de una estancia cimarrona. Allí, a la hora de la siesta a orillas del arroyo, solían encontrarse dos jóvenes enamorados. Marcos, hijo del estanciero y Yasí, una joven indígena de la nación charrúa.
Marcos estudiaba en la capital y pensaba, una vez terminado sus estudios, formalizar una familia con Yasí. Y una tarde bajo la sombra del monte nativo se juraron un amor para siempre.
Marcos soñaba el futuro. Yasí vivía feliz el presente. Adoraba al dios blanco, pero sentía desde el fondo de su pecho, que los dioses no se casan con las jóvenes de su raza.
Los amantes ven perderse el sol rumbo al Valle Edén. Volverán a encontrarse, al otro día, cuando el sol despunte sobre la cuchilla.
La noche se hace larga para Marcos que apura el sueño deseando despertar y correr al encuentro de Yasí.
Yasí no sueña. No puede soñar, ni vivir el presente. Ya no.
Antes del amanecer, Rivera y su tropa rodearon el tolderío.
Ada Vega, año edición 2016 -
Desde el Laptop
Era invierno. A las cinco de la tarde ya era noche. En aquellos días había comenzado a ver una novela brasileña que emitía un canal de televisión, precisamente a esa hora. Impropia para mí, que me encontraba en plena faena en el quehacer de la casa. Pero la novela había logrado interesarme, porque, aparte de mostrar al mundo la belleza paisajística de Brasil, tenía un reparto de actores muy interesante. De modo que decidí seguirla desde el Laptop, directamente de YouTube, donde se encontraban todos los capítulos. Elegí las seis de la tarde y seguí viéndola sin cortes de publicidad sentada en mi escritorio. Una tarde mi hija, al volver del liceo, colocó su Laptop sobre una mesa a mi espalda, y se puso a ver una serie española ambientada en los años cuarenta, a la misma hora en que yo veía mi novela. Su ordenador quedaba de frente a mi monitor. Mi novela se iba desarrollando en una trama compleja que me mantenía en vilo esperando el desenlace, cuando en uno de los últimos capítulos, sin motivo aparente, desapareció una actriz que participaba con un papel secundario, pero muy sugestivo. A pesar de que el suyo no era el papel protagónico, el que representaba era necesario para el desarrollo de la obra, de modo que su imprevista cesación solo podía ser debido a un hecho fortuito. Pasaron tres capítulos y subsanaron el hecho cambiando el parlamento de algunos actores, y así quedó hasta el fin de la obra. Una tarde abandoné un momento mi novela para ir a la cocina a prepararme un café. Al pasar junto a mi hija miré distraída el monitor de su Laptop, y me detuve un momento, pues, me pareció ver a la actriz desaparecida de mi novela brasileña, actuando junto a un actor en la serie española. Aunque vestía la misma ropa, se veía deslucida. Le pregunté a mi hija qué hacía esa joven en la novela con la ropa y el peinado tan fuera de época. Me contestó que no sabía, que hacía dos capítulos que había aparecido en la pantalla y que no habían dado ninguna explicación.
jueves, 14 de julio de 2022
Como las sirenas
La ventana del primer piso de la casa de enfrente tenía, en invierno, los postigos siempre abiertos. Detrás de los cristales, entre las cortinas de hilo, una niña rubia nos miraba jugar. A veces, en verano, la abrían totalmente. Entonces la niña apoyaba sus brazos cruzados sobre el marco de la ventana y sus ojos claros recorrían la calle angosta. Sirena se llamaba. Como las sirenas de los cuentos marineros. La casa de Sirena tenía dos pisos, un jardín muy grande, un muro de ladrillos y un portón de hierro con candado. Los niños del barrio nos reuníamos por las tardes a jugar. Los varones en la calle, las niñas en la vereda. Era aquel un barrio muy tranquilo por donde rara vez pasaba un auto. En aquel tiempo vivía con mi madre y mi hermano Carlos, en una casa de tres piezas y un fondo con parral. De tanto ver a la niña que nos miraba desde su ventana, una tarde le pregunté a mi madre por qué Sirena no bajaba a jugar en la vereda. Mi madre me explicó que ella no jugaba con los niños del barrio. No entendí por qué no quería jugar con nosotras, si éramos todos vecinos y vivíamos en la misma calle y se lo comenté a mi madre, que agregó:
lunes, 11 de julio de 2022
Los pumas del Arequita
Hace muchos años en las sierras del Uruguay moraban los pumas. Cuando nuestra tierra, habitada por los indígenas, era libre, virgen y salvaje. Después vinieron los colonizadores. Impusieron sus leyes, sus costumbres y religiones, y un día, ciertos descendientes se repartieron la tierra, exterminaron a los indígenas y acabaron con los pumas. Por aquel entonces, en la ladera del Arequita que mira hacia el este, en los pagos de Minas, vivía el indio Abel Cabrera. Tenía allí, cobijado junto a un ombú, un rancho de paja y adobe, un pozo con brocal de piedra y por compañía, un caballo pampa y un montón de perros. Una vez al año, tal vez dos, se aliaba con alguna comparsa y se iba de esquila, o a participar en alguna yerra. Poca cosa le bastaba para tirar el año entero. Gran caminador, conocía cada piedra por donde sus antepasados caminaron libres. Solo a primera luz, o a la caída de la tarde, armaba tabaco y mateaba bajo el ombú ensimismado en vaya a saber qué pensamientos. Nunca se supo de dónde había venido. Cuando lo conocieron en el lugar, ya estaba aquerenciado en su campito.
La yara se molestó por la corrección del hombre y desenroscándose, le contestó, mientras se retiraba ofendida:
domingo, 10 de julio de 2022
Mi vecina de enfrente
Estimada vecina de enfrente:
Yo soy la Lita la vecina suya que vive enfrente a su casa en la casa
que tiene el limonero en el jardín vio ese que tiene siempre los limones verdes
porque en cuanto quieren empezar a ponerse pintones ya los gurises del barrio
me los empiezan a arrancar y al final yo que soy propiamente la dueña cuando
preciso limones los tengo que comprar en el puestito de la esquina ¡me da una
rabia le garanto! Soy la madre del Richard y del Anthony los mellizos. Se da
cuenta quién soy ¿no? Bueno resulta que yo tendría que hablar con usted pero
como no la veo nunca porque usted se la pasa metida adentro de su casa que no
sale ni a tirar la basura que ahora habrá visto que tenemos en el barrio unos
contenedores muy vistosos en cada esquina que ya por suerte están las veredas y
las calles más limpias por lo que ir a tirar la basura es más bien un paseo
que a usted le vendría muy bien porque así tomaría un poco de aire y
estiraría un poco las piernas que buena falta le estará haciendo. Porque eso de
vivir sola y encerrada como una presa debe ser bastante fulero en una casa tan
grande llena de ventanas y habitaciones y escaleras para arriba y escaleras
para abajo. Está bien que viene todas las mañanas la muchacha que limpia y
barre la vereda y los sábados llega su hija en el auto con bolsos del super.
Pero no es lo mismo estar sola a vivir con gente. Yo la pura verdad no sé cómo
usted aguanta. Yo no podría y eso que yo hay veces que a mi familia la mandaría
al carajo le juro porque le puedo asegurar que los componentes de mi familia
son una manga de rompe bolas de primera categoría. Empezando por mi
marido que llega todos los días del trabajo con un problema nuevo: que el
capataz sólo le da viáticos a los de la comandita de él, que entre esos reparte
siempre las extras, que les permite llegar tarde o los manda en comisión para
cualquier lado para beneficiar siempre a los mismos mientras que a los
que trabajan en la sección no los deja hacer extras ni los manda en
comisión ni les da beneficio alguno. El asunto es que se calienta al santo
botón y vuelve siempre a casa con bronca y se la agarra conmigo que yo como usted
verá no tengo vela en ese entierro que con los problemas que estoy obligada a
resolver cada día para poder cocinar con los precios por las nubes como están
lo que menos me preocupa son los acomodos en el trabajo de mi marido imagínese.
Y no se le puede decir ni ¡ay!, porque se pone como un ogro y le da de patadas
a la puerta y se va para el boliche y vuelve peor. Y para colmo los mellizos que,
aunque consiguieron trabajo los dos los tenemos que bancar igual, porque con el
sueldo de hambre que tienen, si se pagan el boleto todo el mes y se comen un
refuerzo al mediodía no les sobran ni cien pesos para vestirse y salir a algún
lado, así que al padre y a mí, sinceramente, nos saldría más barato que no trabajaran,
pero si no trabajaran se pasarían en casa escuchando cumbias a todo lo que da
que a mí me tienen la cabeza loca. Yo algunas veces querría desaparecer por un
tiempo le juro que la tierra me tragase, aunque más no sea por un tiempo y
después volver otra vez porque ¿Qué van a hacer ellos sin mí si no saben hacer
nada? Ellos me necesitan y yo los requiero por eso sola como vive usted no
podría vivir. No. Yo pienso que usted tendría que tener un perro. Un
perro no es un hijo, pero es una compañía. Por lo menos no escucha cumbias ni
pega portazos y se va al boliche. Si usted quiere yo le puedo conseguir uno. Un
perro, digo, no un boliche. Dígame no más que perros es lo único que hay
de sobra en el barrio. Si me va a hacer caso y se decide ir a tirar la basura al
contenedor de la esquina tenga cuidado no sea que encuentre algún hurgador
adentro y se asuste porque yo el otro día fui con una bolsa de basura y cuando
me acerco salen de adentro del contenedor tres gurisitos con unas bolsas con
sobras y se sientan a comer en el cordón de la vereda. Eran dos varoncitos y
una nena tapados de mugre. Yo quedé paralizada créame. Sentí una impotencia y
una rabia. Porque sabe yo no supe qué hacer me los hubiese llevado para mi casa
los hubiera bañado y les hubiera dado comida, pero si en mi casa andamos a los
tirones con la plata este mes no pudimos pagar la luz no puedo comprar fruta ni
carne así que me fui y ellos quedaron allí comiendo las sobras que tira la
gente. Y por días he tenido esa imagen de los chiquilines saliendo del
contenedor de la basura y no me la puedo sacar. No sé para qué le cuento esto,
vio, es que esa imagen me viene continuamente a la cabeza. De todos modos, como
ya le dije yo tendría que hablar con usted, pero como también ya le dije que no
la puedo ver nunca le escribo esta carta. Resulta que vino una señora a mi casa
el martes pasado con unos papeles diciéndome que era no me acuerdo bien si del
B. P. S., de la Caja Notarial o no sé de dónde. El asunto era que la
señora quería saber si yo conocía a Evangelina Gadea o sea si la conocía a
usted y quería que le diera unos datos suyos. Yo le dije la verdad que yo en mi
vida la habré visto cuatro veces subiendo o bajando del auto de su hija así que
yo datos no podía dar. O sea que yo a usted no la conozco. Le quería
hacer saber esto que pasó por si es de su interés y para que esté enterada de
que en el barrio anduvieron preguntando sobre su persona. Aprovecho para
decirle que como usted vive sola y puede caerse y lastimarse o se le puede
romper la cisterna o quemársele un fusible o cualquier cosa que le pase estamos
mi esposo mis hijos y yo a sus órdenes. No le ofrezco limones porque están
verdes pero mi teléfono es el 777 –77 -77, no dude en llamarme si necesita
algo. Empiece a cerrar las ventanas que está anunciada una tormenta que
mientras las cierra todas tiene para rato. Que pase buen día y si en otra
oportunidad quiere que yo dé informes sobre usted porque se quiere jubilar o
algo avíseme y dígame lo que tengo que decir para no meter la pata. Atte.
Su vecina de enfrente
Lita Pérez de Rodríguez
Montevideo, 15 de marzo de 2004
Sra. Lita Pérez de Rodríguez
De mi mayor consideración:
Hace un par de días recibí su carta. Le confieso que la he leído varias veces,
más aún, la tengo aquí sobre el escritorio haciéndome compañía. Es una carta hermosa
y muy tierna que ha removido en mí el deseo de volver a escribir. Hace muchos
años que no recibo ni escribo cartas. Ha sido mi decisión. Lo mismo que vivir
sola, en esta, que ha sido mi casa desde siempre. Hecho que he notado le llama
la atención. Pero sabe, Lita, yo soy una persona muy mayor. He vivido mucho, he
sido feliz y también he sufrido. Toda mi vida ha transcurrido aquí entre las
paredes de este caserón. Esta casa perteneció a mis abuelos, los padres de mi
madre. Cuando mi abuelo la hizo construir toda esta zona era campo, sólo había
unas pocas calles delineadas. Mi madre fue la última de seis hijos, y la última
en casarse, por ese motivo mis padres quedaron viviendo aquí para acompañar a
mis abuelos. Y aquí me crie junto a mis hermanos. Los recuerdos más lejanos de
mi niñez me muestran un barrio muy distinto al que es ahora. Recuerdo que la
manzana donde está su casa y varias manzanas más pertenecían a un señor
italiano que criaba ovejas. Era un campo muy grande con montes de eucaliptos y
una aguada. Yo estaba en la escuela cuando el italiano murió, los herederos
vendieron y se fue armando el barrio poco a poco. Mis hermanos se casaron y
abandonaron la casa, y yo que fui la última en casarme, al igual que mi madre,
me quedé aquí para acompañar a mis padres. Cuando mis hijos se casaron yo no
acepté que ninguno de ellos se quedara con mi esposo y conmigo. Preferí que
hicieran su vida y vivieran donde eligieran. Mi esposo falleció ya hace unos
años y yo decidí seguir sola mientras pudiera valerme por mí misma. Nunca me
arrepentí. Soy una persona muy sana y estoy muy cuidada y protegida, créame.
Como bien dice usted, salgo en contadas excepciones. Mi vida transcurre plácida
entre estas paredes y los muros del jardín. Los espíritus de mis seres queridos
me rodean, me acompañan. Me esperan. Querida vecina de enfrente, aunque vivo
recluida, estoy al tanto de lo que sucede afuera. Miro televisión y manejo la
computadora y el Internet. No salgo afuera, no porque no pueda caminar, estoy
perfectamente bien, no salgo a la calle porque no quiero salir, ese es el único
motivo. Con respecto a la señora que anduvo preguntando por mí, debe de haber
sido una empleada de la oficina de Catastro, creo yo, desconozco los datos que
andaría recabando, de todos modos, le di debida cuenta del hecho a mi hija que
es quien maneja mis intereses. Con respecto a su familia, creo querida, que
tiene usted una familia hermosa. Que están muy unidos y se aman, lo demás amiga
mía, no tiene importancia. El dinero va y viene. Son otros los valores que nos
dan felicidad. Y ustedes van por buen camino. Los problemas del país se van a
ir solucionando. Ya verá. Los que tienen muchos años como yo, recordarán
momentos, no solamente difíciles sino trágicos, vividos otrora en nuestra
patria, y en cada ocasión fuimos saliendo hacia años de bonanza. De todos
modos, lo que me cuenta de los pequeños hurgadores en el contenedor de la
basura, es terrible y comprendo su rabia y su impotencia. Nunca, ni en
situaciones límites, se había visto algo así en nuestro Uruguay. Tengo la
esperanza de que se encuentre pronto una solución para toda esa gente que está
sufriendo y pasando hambre. Creo que todos debemos cooperar para que así
sea. Querida, me gustaría que volviera a escribirme contándome cosas,
como lo hizo en esta carta que guardo con afecto. Sabe que con ella se ha
abierto un universo nuevo para mí. Tal vez podamos inaugurar una cadena
epistolar de afecto. La invito a lograrlo. Le deseo toda la felicidad que se
merece junto a su familia. Cariños
Evangelina Gadea
Montevideo, 26 de marzo de 2004
Sra. Evangelina Gadea
De mi mayor consideración:
Hace unos días cuando salí afuera a barrer la vereda encontré una carta en el
buzón. Cuando vi que era para mí entré y me senté a leerla en un banquito de la
cocina y descubrí que era suya. No le voy a negar que me llamara la atención el
que usted se moleste en contestarme una carta a mí. Y cuanto más la leía
más me asombraba por lo lindo que escribe y las palabras tan finas que usa. Yo
sé que soy medio atravesada para hablar así que escribiendo reconozco que
brillante no soy, por cierto. Para mejor que escribir no escribo nunca. No
tengo a quién escribir. Pero ahora la tengo a usted que quiere que yo le
escriba. Yo le dije al Cholo que usted me había contestado la carta y no me
podía creer y cuando se la di para que la leyera se quedó asombrado como yo,
pero él no entendía mucho de qué me habla usted porque él no leyó la carta que
yo le mandé. Así que más o menos se la expliqué. Mi marido sabe es más
inteligente que yo él fue al liceo y todo y aunque de eso hace muchos años
siempre un poco de cultura le queda a uno. Digo yo que le queda porque yo no
fui al liceo. Yo terminé la escuela y tuve que trabajar. Primero acompañé a una
señora que vivía en mi barrio que le hacía mandados y la acompañaba a la caja a
cobrar y a veces al doctor. Ella era una maestra jubilada y vivía sola porque
era solterona nunca se había casado pobre. Conmigo era buenísima ella sabía que
a mí me gustaba la escuela y quería que yo fuera al liceo, pero en mi casa no
me podían mandar porque ya dos hermanos míos más grandes estaban estudiando y
después estaban los más chicos que iban a la escuela y el único que trabajaba
era mi papá que trabajaba en el ferrocarril. Entonces la maestra me daba libros
para que yo leyera y como a mí las matemáticas no me entran ella me hacía hacer
copias para que tuviera buena letra y no tuviera faltas de ortografía. Todos
los días me hacía hacer una carilla de copia de los libros que estaba leyendo.
También ella me leía cosas de la historia del Uruguay y de los ríos y los
arroyos. Me leía poemas de Juana de Ibarburu y el Tabaré de Zorrilla. Yo
aprendí mucho con ella. Estuve casi tres años, pero después se enfermó y se
murió. A mí me dio mucha pena cuando se murió. Bueno ese mismo año entré en la
fábrica y trabajé muchos años. Como diez o más no sé bien. Después conocí al
Cholo que era el hermano de una compañera de la fábrica y nos hicimos novios y
a los cuatro años nos casamos. Cuando nacieron los mellizos tuve que dejar de
trabajar para cuidarlos y no trabajé más. Aunque sí trabajo en mi casa desde la
mañana a la noche, pero sin sueldo, claro. Que no es lo mismo porque siempre es
mejor trabajar y cobrar un sueldo a fin de mes. A mí ahora que los mellizos son
grandes me gustaría trabajar en algo si hubiera, aunque el Cholo me dice que me
deje de embromar que con la casa ya tengo bastante. Y no crea el Cholo un poco
de razón tiene. Aunque a mí en la tarde me sobran unas horas en las que
podría agarrar algo para hacer. Nosotros al Richard y al Anthony los mandamos
al liceo. Ellos hicieron los seis años en el liceo Zorrilla. Y en el comunal
hicieron un curso de computación. A mí me gustaría que aprendieran inglés
porque lo van a precisar, pero es muy caro y no lo podemos pagar. Sabe
que dice el Cholo que él se acuerda cuando en el barrio había puros campitos. Porque
el Cholo es de este barrio, nació como a cinco cuadras de acá pasando Bulevar
vio. Yo nací en el barrio Sur, por el Gas. Dice que cuando era chico jugaba al
fútbol en las canchas que había en los campitos de por acá. A mí me
sorprendió que usted manejara la computadora y el Internet porque vio que no es
muy común que una persona mayor sepa manejar una computadora. Las señoras
mayores que yo conozco tejen o hacen crochet no tienen interés en aprender
computación. Yo voy al Centro Comunal de acá del barrio a clases de cocina
porque me encanta cocinar. En el Comunal enseñan cantidad de cosas y los
salones están llenos porque va mucha gente a aprender y no hay que pagar nada.
El año pasado en el curso de cocina hicimos solamente tortas y postres nos
enseñaron algunos dulces de frutas y distintos baños para las tortas. Y también
trufas y bombones. Siempre que puedo hago algo rico para nosotros, pero lo que
pasa es que, aunque lo haga una, igual sale caro. Este año nos toca pastas
caseras y carnes. Son unos cursos muy interesantes. Para el año que viene tengo
ganas de ir a clases de tejido. Yo sé tejer, pero allá enseñan a dar la forma
de lo que una quiere hacer que es lo que a mí me cuesta y también puntos
nuevos. También enseñan inglés y portugués, pero es justo a la hora en que los
mellizos están trabajando. Bueno ya le conté muchas cosas y le hice una
carta larga ahora más tarde se la paso por debajo de la puerta así la muchacha
cuando viene la ve y se la alcanza. Espero que pase bien, cuídese del frío que
este invierno viene cruel.
Cariños de
Lita
Montevideo, 10 de abril de 2004
Sra. Lita Pérez de Rodríguez
De mi mayor consideración:
Querida amiga, parece que este año el invierno se ha adelantado. Y yo soy muy
friolenta. Le diré que tengo por costumbre levantarme temprano y desayunar antes
que llegue Natalia. Pero hoy estuve muy remolona y me quedé un rato más. Cuando
ella llegó, aún me encontraba en la cama, así que me subió el desayuno al
dormitorio. Un lujo que no suelo permitirme, prefiero levantarme temprano y prepararme
yo misma algo para comer. De todos modos, hoy me gustó quedarme calentita un
rato más. Natalia hace mucho tiempo que está conmigo, es muy trabajadora y
buena persona. Ella es nuera de una amiga de Mabel, mi hija menor, la que viene
los sábados en el auto y me trae el pedido del supermercado. Natalia es casada
y tiene una hija adolescente que concurre al liceo. Hace unos años se compraron
con el marido una casa que están pagando y trabaja para poder cumplir con la
cuota, porque el sueldo del marido no les alcanza y se estaban atrasando en los
pagos. A ellos la suba del dólar los perjudicó muchísimo, pues, lo que les iba
quedando para terminar de pagar la casa se les triplicó y también la cuota. De
manera que tuvo que salir a trabajar para, más o menos, paliar los gastos de la
casa. Ya ve, Lita, que en todos lados existen los problemas. Unos, tal vez, más
acuciantes que otros, pero nadie se ha salvado. Me dice en su carta, fechada el
26 de marzo, que su esposo es más inteligente que usted y no lo creo. Usted es
muy inteligente. Piense que sólo una persona inteligente puede administrar una
casa. Darle prioridad a lo que tiene realmente prioridad y con pocos recursos
sacar la familia a flote. No se subestime. Sabe, Lita, me alegró mucho saber
que hizo un curso de cocina, que está haciendo otro y que piensa seguir el año
próximo. Me parece realmente elogiable, que pese a todo el quehacer de su casa
tenga tiempo y ganas de aprender cosas nuevas. Realmente la felicito. Lo que usted
hace es encomiable. Creo que la maestra con la que trabajó cuando dejó la
escuela, ha tenido una gran influencia sobre su personalidad. Tal vez no se dé
cuenta, pero lo que ella le enseñó permanece en su subconsciente y aflora, en
distintos momentos de su vida. Todo lo que usted logre superarse va a redundar,
no sólo en su persona, sino también en su familia y en el círculo de sus amigos
con quienes va a compartir, sin duda, toda la riqueza de sus nuevos
conocimientos. Y es así como uno crece como persona, como ser humano. En especial
las mujeres, amas de casa, esposas y madres. Tenemos, yo casi diría, la
obligación de ser valientes, emprendedoras, saber discernir con inteligencia
cuando la vida lo demande. Querida Lita, si me permito hablarle de esta manera
es porque a través de sus cartas la he llegado a conocer más de lo que usted
pueda creer y la aprecio de verdad. Créame que le hablo a usted, como si fuese
una hija. A propósito, no le he hablado de ellos, pero tengo tres hijos.
Dos varones y una mujer. Los dos varones viven en Europa. El mayor, Gerardo, vive
en Sevilla, una de las provincias de Andalucía, al sur de España. Mi
esposo era andaluz, nacido en Sevilla y antes de nacer los chicos fuimos a
pasear. Le aseguro que es un lugar hermosísimo. Años después Gerardo tuvo
oportunidad de ir a España, cuando se recibió de arquitecto y decidió vivir
allá. Así que cuando se casó se fue con su mujer. Tiene dos hijas andaluzas
preciosas. Miguel, el segundo, vive en Roma. Se fue soltero y se casó allá con
una chica italiana, trabaja en una empresa metalúrgica muy grande, tiene dos
varoncitos y la esposa está esperando el tercero. Y Mabel, la menor, que
también está casada, vive en Parque del Plata, es odontóloga y tiene una hija
de dieciséis años y un varón de doce años. Es la que siempre anda en la vuelta
conmigo. Todo esto que le cuento, es para comunicarle que a Gerardo se le casa
la hija mayor, y me ha escrito pidiéndome que vaya a España para el casamiento.
Mabel no puede acompañarme, debido a sus ocupaciones, así que voy a viajar
acompañada por Natalia. Nos embarcamos el martes de la semana próxima. Pienso
estar allá unos veinte días más o menos. Cuando vuelva le contaré todo lo
relativo al viaje y al casamiento. Le diré que no tengo muchas ganas de viajar,
pero me ilusiona el sólo pensar que voy a reencontrarme con mis hijos. Querida,
en cuanto vuelva, continuaremos con nuestra comunicación por carta que a mí me
ha hecho tanto bien. Me despido con un fuerte abrazo. Cariños para usted y los
suyos y hasta la vuelta
. Evangelina Gadea
Sevilla, 29 de abril de 2004
Sra. Lita Pérez de Rodríguez
De mi mayor consideración:
Querida Lita, creo que ya es tiempo de que empiece a tutearte ¿no crees? No
sabes los deseos que tengo de reiniciar nuestra correspondencia. Te aseguro que
extraño tus cartas afectuosas. Les he hablado mucho a mis hijos de nuestra
amistad epistolar. Ellos se alegran por mí y te envían sus cariños. Te diré que
el viaje ha sido muy tranquilo y sin inconvenientes. Gerardo y su esposa Lola,
nos estaban esperando a nuestra llegada, como prometieron. El casamiento ha
sido hermoso y muy emotivo. Se realizó en la Catedral de Sevilla,
donde estuvo por los años 1190 una mezquita árabe y que conserva, aún, su
minarete o torre llamada la Giralda, remozada al estilo renacimiento en
1568. Me gustaría mucho que la conocieras. Sabes que los árabes ocuparon España
durante ocho siglos, dejando aquí su cultura y sus conocimientos en el campo de
la arquitectura, de la filosofía y la medicina. Te diré que Sevilla es una
fiesta. De permanente alegría de música y de flores. Es la cuna del flamenco y
del arte taurino. Querida, más que contarte, querría que pudieras ver todo
esto. Tengo la esperanza de que así sea. La novia estaba preciosa, tenía un
traje de raso blanco y una mantilla valenciana. Se fueron de Luna de Miel a
Paris. Hacía casi cinco años que no veía a mis nietas. Me dio una gran emoción
volver a verlas. Miguel vino desde Roma con su esposa Sofía y sus hijos. Mi
nuera está muy pesada, ya llegando a los últimos días de su embarazo. A Sofía
la conocí cuando se casó con Miguel, pues, para la ceremonia, fuimos a Roma con
mi marido. A los niños, en cambio, los conocí en Montevideo hace dos
veranos, cuando fueron a pasar unos días. Te diré que estoy feliz de haber
venido y comprobar que toda mi familia se encuentra bien. Lita, tengo
muchísimas cosas para contarte, pero antes necesito pedirte un favor
encarecidamente. Mis hijos me piden que me quede unos días más con ellos. Pero
Natalia no puede quedarse conmigo para acompañarme de regreso a nuestro
país. Yo te pido que vengas tú a buscarme. No te asustes. Vendrías como
mi dama de compañía. Es un empleo que te ofrezco. Yo te mandaría los pasajes y
aquí te esperaríamos a tu llegada. Mabel va a ir a verte para hablar sobre más
detalles. Mis hijos no pueden acompañarme en estos momentos y no quieren que
viaje sola. A mí me gustaría quedarme unos días más, pues, quién sabe si
volveré a reunirme con ellos otra vez. Miguel quiere que pase unos días en su
casa de Italia, y de allí me volvería a Uruguay. Para todo eso te
necesito acá. Consulta con tu esposo y tus hijos. Faltarías de tu casa
unos veinte días. No te sientas obligada, si no puedes venir yo me vuelvo con
Natalia. Les he dicho a mis hijos que, al no venir Mabel, sólo quiero viajar
contigo. Querida, piénsalo mucho y lo que decidas estará bien para mí. En los
próximos días irá Mabel por tu casa. Como siempre, el deseo de que te
encuentres bien con tu familia. Un cariño grande, grande de una amiga que te
quiere como a una hija. Ya te lo he dicho.
Evangelina
Montevideo, 10 de mayo de 2004
Sra. Evangelina Gadea
De mi mayor consideración:
No se imagina la alegría que me dio recibir su carta desde España. Es la
primera vez que recibo correspondencia del extranjero. Me alegro que esté
pasando bien junto a sus hijos y sus nietos. Con respecto a lo que me pide
sobre viajar a Sevilla para acompañarla a su regreso lo lamento mucho no sé cómo
decírselo, pero no me animo. Yo señora Evangelina nunca he salido de
Montevideo. Imagínese viajar a Europa y sola. Es imposible créame. Nunca
subí a un avión. Me da miedo. Yo como usted me pide lo comenté en casa con mi
esposo y mis hijos. Ellos me dicen que debo ir. Mi esposo no obstante me dice
que es una oportunidad de viajar que es imposible se me vuelva a repetir. Que
debo aprovecharla. Mis hijos igual. Me reiteran que no me preocupe por la casa
que ellos se van a arreglar bien esos días que yo falte. Pero no yo le juro que
lo siento mucho pero no me atrevo a viajar tan lejos. Le agradezco
la confianza que deposita en mí, y no crea que no me
sienta frustrada al reconocer que no soy valiente y emprendedora como usted me
dice debe ser un ama de casa esposa y madre para ser un ejemplo de vida para
sus hijos. No se enoje conmigo yo aquí en Montevideo la acompaño a dónde usted
quiera le hago mandados o lo que usted necesite, pero de sólo pensar en tener
que ir al aeropuerto y despedirme de mi esposo y mis hijos para tomar un avión,
me aterra. Yo voy a hablar con su hija si viene y le voy a explicar bien mi
situación. Perdóneme. Disfrute estos días con sus hijos y nietos y… espere un
poco que está llamando el cartero
Montevideo, 9
de mayo de 2004
Sra. Lita Pérez de Rodríguez
De mi mayor consideración:
Acabo de recibir una carta de mi madre que me escribe desde España. En
ella me pide que trate de comunicarme contigo a fin de ultimar detalles sobre
tu posible viaje a Sevilla. Yo, a más tardar mañana alrededor de las 18 hrs.
estaría por tu casa. Mientras, te adelanto que mis hermanos y yo te
agradeceríamos muchísimo que nos hicieras el favor de realizar ese viaje. En
estos momentos, a mí, me es imposible dejar mi casa pues tengo a mi esposo con
problemas serios de salud. Como sabrás, mamá es una persona muy mayor y
queremos que viaje acompañada. Te diré que me ha hablado mucho de la linda
amistad que ha nacido entre ustedes. A mí, particularmente, y me consta que
también a mis hermanos, nos alegra mucho ese correo de afecto que las dos han
sabido crear. No te puedes imaginar, Lita, lo bien que le ha hecho a mi madre
recibir tus cartas y contestarlas. A pesar de que nunca me las ha dado a leer,
ni las suyas al contestarte, desde la primera vez que le escribiste noté en
ella una disposición ante la vida, que hacía tiempo había abandonado. Un
interés nuevo ante las cosas, una curiosidad, un querer seguir estando. Yo les
he contado a mis hermanos cuando hablo por teléfono y puedes creerme que, si
mamá te ha adoptado como una nueva hija, nosotros te adoptamos como una nueva
hermana. El sólo hecho de que mamá haya dejado su casa para viajar a España es
casi un milagro. Mamá hace años que no iba a ninguna parte. Desde que
murió papá decidió quedarse sola en esa casa tan grande pudiendo vivir aquí
conmigo o en Europa con cualquiera de mis hermanos que siempre la han querido
llevar. Te diré que mamá fue siempre muy activa y alegre, sin embargo,
veíamos que cada día se iba apagando y perdiendo interés en todo lo que la
rodeaba. A nosotros nos preocupaba y nos dolía ese rechazo, porque en cierto
modo, su manera de vivir, era un rechazo hacia nosotros. Pero de pronto un día
comenzó a cambiar. Yo noté que tu primera carta la sacudió. Ella me comentó
algo. Y me sorprendió su deseo de contestarte enseguida. Después su
cambio fue evidente y el aceptar viajar para el casamiento de mi sobrina, lo
máximo. Mamá siempre me habla de ti y según me comentan mis hermanos, a ellos
también les habla. Con respecto al viaje, te diré que te ha mandado un cheque
para que te compres lo que necesites para viajar. Mañana te lo alcanzaré. Me
dice que no lleves mucha ropa pues en España es verano. Que lo que necesites lo
comprarás allá. El viaje es sencillo. Sales por Pluna, del Aeropuerto de Montevideo,
en un vuelo directo hasta el Aeropuerto Internacional de Barajas, en Madrid,
que te llevará unas doce horas de vuelo. De allí harás un trasbordo en un avión
de línea, hasta el Aeropuerto de Sevilla, que te llevará una hora aproximadamente.
No tienes de qué preocuparte, la compañía se encargará de todo y te indicará lo
que debes hacer[A1] . En el Aeropuerto de Sevilla te estarán esperando.
De ahí en más, estoy segura que vas a pasar unos días espléndidos. Si
mañana concertamos todo, pasado pides el pasaporte de trámite urgente, y en
cuanto esté pronto ya retiro los pasajes. Espero que te animes a realizar el
viaje. Verás que no te vas a arrepentir.
Con mucho afecto
Mabel
Montevideo,10 de mayo de 2004
Sra. Evangelina Gadea
De mi mayor consideración:
No sabe la alegría que me dio recibir su carta desde España. Es la primera vez
que recibo correspondencia desde el extranjero, imagínese. Me alegra que esté
pasando bien con sus hijos y sus nietos. Y me gusta las cosas que me cuenta del
casamiento y de la Catedral de Sevilla. Con respecto a su pedido de viajar
para acompañarla a su regreso le diré la verdad: me llené de miedos y de dudas.
Usted sabe que yo nunca salí de Montevideo. Mi mundo es muy chiquito nunca me imaginé
que algún día podría subir a un avión y cruzar el océano. Estoy nerviosa y
tengo miedo. De todos modos, quiero que sepa que sí, voy a ir a buscarla.
Necesito conocerla. Porque usted me ha dado alas, me ha ayudado a crecer y yo
quiero demostrarle que soy valiente y emprendedora, como usted bien dice debe
ser una ama de casa, esposa y madre, para dar ejemplo a sus hijos. Y si para
conocerla personalmente tengo que ir hasta el viejo mundo, allá voy. A
conocer la Giralda y acompañarla a Roma. Quiero que sepa que mis
hijos, que están entusiasmados con mi viaje, me han traído folletos y me han
leído en libros que hablan de España, y sobre la Provincia de Andalucía.
De la Sierra Nevada, La Alhambra de Granada, La
Mezquita de Córdoba y también de Jaén “la malquerida”. Han desplegado
mapas ante mis ojos para que vaya sabiendo, por lo menos, a dónde voy. Mi
esposo también me anima, y me repite que es una oportunidad que no debo dejar
pasar. Mañana voy con él por el pasaporte, lo voy a pedir urgente. Recibí carta
de su hija Mabel en la que me dice que viene mañana de tarde. En cuanto tenga
más noticias le escribo otra vez. Quédese tranquila y disfrute junto a los suyos,
que se va a poder quedar un tiempo más junto a ellos y, si Dios quiere, (en el
nombre del padre del hijo y del espíritu santo) no tendrá que volver sola.
Espero verla pronto, mientras tanto reciba un fuerte abrazo de su vecina de
enfrente que la aprecia de verdad. (Amén.)
La Lita, su
vecina de enfrente.
P.D. El limonero del frente está
cargado de limones pintones...
Ada Vega, año edición 2007.