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domingo, 10 de julio de 2022

Mi vecina de enfrente

  


Estimada vecina de enfrente:

                            Yo soy la Lita la vecina suya que vive enfrente a su casa en la casa que tiene el limonero en el jardín vio ese que tiene siempre los limones verdes porque en cuanto quieren empezar a ponerse pintones ya los gurises del barrio me los empiezan a arrancar y al final yo que soy propiamente la dueña cuando preciso limones los tengo que comprar en el puestito de la esquina ¡me da una rabia le garanto! Soy la madre del Richard y del Anthony los mellizos. Se da cuenta quién soy ¿no? Bueno resulta que yo tendría que hablar con usted pero como no la veo nunca porque usted se la pasa metida adentro de su casa que no sale ni a tirar la basura que ahora habrá visto que tenemos en el barrio unos contenedores muy vistosos en cada esquina que ya por suerte están las veredas y las calles más limpias por lo que ir a tirar la basura es más bien un paseo  que a usted le vendría muy bien porque así tomaría un poco de aire y estiraría un poco las piernas que buena falta le estará haciendo. Porque eso de vivir sola y encerrada como una presa debe ser bastante fulero en una casa tan grande llena de ventanas y habitaciones y escaleras para arriba y escaleras para abajo. Está bien que viene todas las mañanas la muchacha que limpia y barre la vereda y los sábados llega su hija en el auto con bolsos del super. Pero no es lo mismo estar sola a vivir con gente. Yo la pura verdad no sé cómo usted aguanta. Yo no podría y eso que yo hay veces que a mi familia la mandaría al carajo le juro porque le puedo asegurar que los componentes de mi familia son una manga de rompe bolas de primera categoría.  Empezando por mi marido que llega todos los días del trabajo con un problema nuevo: que el capataz sólo le da viáticos a los de la comandita de él, que entre esos reparte siempre las extras, que les permite llegar tarde o los manda en comisión para cualquier lado para beneficiar siempre a los mismos mientras que a  los que trabajan  en la sección  no los deja hacer extras ni los manda en comisión ni les da beneficio alguno. El asunto es que se calienta al santo botón y vuelve siempre a casa con bronca y se la agarra conmigo que yo como usted verá no tengo vela en ese entierro que con los problemas que estoy obligada a resolver cada día para poder cocinar con los precios por las nubes como están lo que menos me preocupa son los acomodos en el trabajo de mi marido imagínese. Y no se le puede decir ni ¡ay!, porque se pone como un ogro y le da de patadas a la puerta y se va para el boliche y vuelve peor. Y para colmo los mellizos que, aunque consiguieron trabajo los dos los tenemos que bancar igual, porque con el sueldo de hambre que tienen, si se pagan el boleto todo el mes y se comen un refuerzo al mediodía no les sobran ni cien pesos para vestirse y salir a algún lado, así que al padre y a mí, sinceramente, nos saldría más barato que no trabajaran, pero si no trabajaran se pasarían en casa escuchando cumbias a todo lo que da que a mí me tienen la cabeza loca. Yo algunas veces querría desaparecer por un tiempo le juro que la tierra me tragase, aunque más no sea por un tiempo y después volver otra vez porque ¿Qué van a hacer ellos sin mí si no saben hacer nada? Ellos me necesitan y yo los requiero por eso sola como vive usted no podría vivir. No. Yo pienso que usted tendría que tener un perro.  Un perro no es un hijo, pero es una compañía. Por lo menos no escucha cumbias ni pega portazos y se va al boliche. Si usted quiere yo le puedo conseguir uno. Un perro, digo, no un boliche. Dígame no más que perros es lo único que hay de sobra en el barrio. Si me va a hacer caso y se decide ir a tirar la basura al contenedor de la esquina tenga cuidado no sea que encuentre algún hurgador adentro y se asuste porque yo el otro día fui con una bolsa de basura y cuando me acerco salen de adentro del contenedor tres gurisitos con unas bolsas con sobras y se sientan a comer en el cordón de la vereda. Eran dos varoncitos y una nena tapados de mugre. Yo quedé paralizada créame. Sentí una impotencia y una rabia. Porque sabe yo no supe qué hacer me los hubiese llevado para mi casa los hubiera bañado y les hubiera dado comida, pero si en mi casa andamos a los tirones con la plata este mes no pudimos pagar la luz no puedo comprar fruta ni carne así que me fui y ellos quedaron allí comiendo las sobras que tira la gente. Y por días he tenido esa imagen de los chiquilines saliendo del contenedor de la basura y no me la puedo sacar. No sé para qué le cuento esto, vio, es que esa imagen me viene continuamente a la cabeza. De todos modos, como ya le dije yo tendría que hablar con usted, pero como también ya le dije que no la puedo ver nunca le escribo esta carta. Resulta que vino una señora a mi casa el martes pasado con unos papeles diciéndome que era no me acuerdo bien si del B. P. S., de la Caja Notarial o no sé de dónde. El asunto era que la señora quería saber si yo conocía a Evangelina Gadea o sea si la conocía a usted y quería que le diera unos datos suyos. Yo le dije la verdad que yo en mi vida la habré visto cuatro veces subiendo o bajando del auto de su hija así que yo datos no podía dar.  O sea que yo a usted no la conozco. Le quería hacer saber esto que pasó por si es de su interés y para que esté enterada de que en el barrio anduvieron preguntando sobre su persona. Aprovecho para decirle que como usted vive sola y puede caerse y lastimarse o se le puede romper la cisterna o quemársele un fusible o cualquier cosa que le pase estamos mi esposo mis hijos y yo a sus órdenes. No le ofrezco limones porque están verdes pero mi teléfono es el 777 –77 -77, no dude en llamarme si necesita algo. Empiece a cerrar las ventanas que está anunciada una tormenta que mientras las cierra todas tiene para rato. Que pase buen día y si en otra oportunidad quiere que yo dé informes sobre usted porque se quiere jubilar o algo avíseme y dígame lo que tengo que decir para no meter la pata.  Atte. Su vecina de enfrente

                                                Lita Pérez de Rodríguez

 

 

Montevideo, 15 de marzo de 2004

Sra. Lita Pérez de Rodríguez

 De mi mayor consideración:

                                   Hace un par de días recibí su carta. Le confieso que la he leído varias veces, más aún, la tengo aquí sobre el escritorio haciéndome compañía. Es una carta hermosa y muy tierna que ha removido en mí el deseo de volver a escribir. Hace muchos años que no recibo ni escribo cartas. Ha sido mi decisión. Lo mismo que vivir sola, en esta, que ha sido mi casa desde siempre. Hecho que he notado le llama la atención. Pero sabe, Lita, yo soy una persona muy mayor. He vivido mucho, he sido feliz y también he sufrido. Toda mi vida ha transcurrido aquí entre las paredes de este caserón. Esta casa perteneció a mis abuelos, los padres de mi madre. Cuando mi abuelo la hizo construir toda esta zona era campo, sólo había unas pocas calles delineadas. Mi madre fue la última de seis hijos, y la última en casarse, por ese motivo mis padres quedaron viviendo aquí para acompañar a mis abuelos. Y aquí me crie junto a mis hermanos. Los recuerdos más lejanos de mi niñez me muestran un barrio muy distinto al que es ahora. Recuerdo que la manzana donde está su casa y varias manzanas más pertenecían a un señor italiano que criaba ovejas. Era un campo muy grande con montes de eucaliptos y una aguada.  Yo estaba en la escuela cuando el italiano murió, los herederos vendieron y se fue armando el barrio poco a poco. Mis hermanos se casaron y abandonaron la casa, y yo que fui la última en casarme, al igual que mi madre, me quedé aquí para acompañar a mis padres. Cuando mis hijos se casaron yo no acepté que ninguno de ellos se quedara con mi esposo y conmigo. Preferí que hicieran su vida y vivieran donde eligieran. Mi esposo falleció ya hace unos años y yo decidí seguir sola mientras pudiera valerme por mí misma. Nunca me arrepentí. Soy una persona muy sana y estoy muy cuidada y protegida, créame. Como bien dice usted, salgo en contadas excepciones. Mi vida transcurre plácida entre estas paredes y los muros del jardín. Los espíritus de mis seres queridos me rodean, me acompañan. Me esperan. Querida vecina de enfrente, aunque vivo recluida, estoy al tanto de lo que sucede afuera. Miro televisión y manejo la computadora y el Internet. No salgo afuera, no porque no pueda caminar, estoy perfectamente bien, no salgo a la calle porque no quiero salir, ese es el único motivo. Con respecto a la señora que anduvo preguntando por mí, debe de haber sido una empleada de la oficina de Catastro, creo yo, desconozco los datos que andaría recabando, de todos modos, le di debida cuenta del hecho a mi hija que es quien maneja mis intereses. Con respecto a su familia, creo querida, que tiene usted una familia hermosa. Que están muy unidos y se aman, lo demás amiga mía, no tiene importancia. El dinero va y viene. Son otros los valores que nos dan felicidad. Y ustedes van por buen camino. Los problemas del país se van a ir solucionando. Ya verá. Los que tienen muchos años como yo, recordarán momentos, no solamente difíciles sino trágicos, vividos otrora en nuestra patria, y en cada ocasión fuimos saliendo hacia años de bonanza. De todos modos, lo que me cuenta de los pequeños hurgadores en el contenedor de la basura, es terrible y comprendo su rabia y su impotencia. Nunca, ni en situaciones límites, se había visto algo así en nuestro Uruguay. Tengo la esperanza de que se encuentre pronto una solución para toda esa gente que está sufriendo y pasando hambre. Creo que todos debemos cooperar para que así sea.  Querida, me gustaría que volviera a escribirme contándome cosas, como lo hizo en esta carta que guardo con afecto. Sabe que con ella se ha abierto un universo nuevo para mí. Tal vez podamos inaugurar una cadena epistolar de afecto. La invito a lograrlo. Le deseo toda la felicidad que se merece junto a su familia. Cariños      

                                                        Evangelina Gadea


 Montevideo, 26 de marzo de 2004

Sra. Evangelina Gadea

De mi mayor consideración:

                            Hace unos días cuando salí afuera a barrer la vereda encontré una carta en el buzón. Cuando vi que era para mí entré y me senté a leerla en un banquito de la cocina y descubrí que era suya. No le voy a negar que me llamara la atención el que usted se moleste en contestarme una carta a mí.  Y cuanto más la leía más me asombraba por lo lindo que escribe y las palabras tan finas que usa. Yo sé que soy medio atravesada para hablar así que escribiendo reconozco que brillante no soy, por cierto. Para mejor que escribir no escribo nunca. No tengo a quién escribir. Pero ahora la tengo a usted que quiere que yo le escriba. Yo le dije al Cholo que usted me había contestado la carta y no me podía creer y cuando se la di para que la leyera se quedó asombrado como yo, pero él no entendía mucho de qué me habla usted porque él no leyó la carta que yo le mandé. Así que más o menos se la expliqué. Mi marido sabe es más inteligente que yo él fue al liceo y todo y aunque de eso hace muchos años siempre un poco de cultura le queda a uno. Digo yo que le queda porque yo no fui al liceo. Yo terminé la escuela y tuve que trabajar. Primero acompañé a una señora que vivía en mi barrio que le hacía mandados y la acompañaba a la caja a cobrar y a veces al doctor. Ella era una maestra jubilada y vivía sola porque era solterona nunca se había casado pobre. Conmigo era buenísima ella sabía que a mí me gustaba la escuela y quería que yo fuera al liceo, pero en mi casa no me podían mandar porque ya dos hermanos míos más grandes estaban estudiando y después estaban los más chicos que iban a la escuela y el único que trabajaba era mi papá que trabajaba en el ferrocarril. Entonces la maestra me daba libros para que yo leyera y como a mí las matemáticas no me entran ella me hacía hacer copias para que tuviera buena letra y no tuviera faltas de ortografía. Todos los días me hacía hacer una carilla de copia de los libros que estaba leyendo. También ella me leía cosas de la historia del Uruguay y de los ríos y los arroyos.  Me leía poemas de Juana de Ibarburu y el Tabaré de Zorrilla. Yo aprendí mucho con ella. Estuve casi tres años, pero después se enfermó y se murió. A mí me dio mucha pena cuando se murió. Bueno ese mismo año entré en la fábrica y trabajé muchos años. Como diez o más no sé bien. Después conocí al Cholo que era el hermano de una compañera de la fábrica y nos hicimos novios y a los cuatro años nos casamos. Cuando nacieron los mellizos tuve que dejar de trabajar para cuidarlos y no trabajé más. Aunque sí trabajo en mi casa desde la mañana a la noche, pero sin sueldo, claro. Que no es lo mismo porque siempre es mejor trabajar y cobrar un sueldo a fin de mes. A mí ahora que los mellizos son grandes me gustaría trabajar en algo si hubiera, aunque el Cholo me dice que me deje de embromar que con la casa ya tengo bastante. Y no crea el Cholo un poco de razón tiene.  Aunque a mí en la tarde me sobran unas horas en las que podría agarrar algo para hacer. Nosotros al Richard y al Anthony los mandamos al liceo. Ellos hicieron los seis años en el liceo Zorrilla. Y en el comunal hicieron un curso de computación. A mí me gustaría que aprendieran inglés porque lo van a precisar, pero es muy caro y no lo podemos pagar.  Sabe que dice el Cholo que él se acuerda cuando en el barrio había puros campitos. Porque el Cholo es de este barrio, nació como a cinco cuadras de acá pasando Bulevar vio. Yo nací en el barrio Sur, por el Gas. Dice que cuando era chico jugaba al fútbol en las canchas que había en los campitos de por acá.  A mí me sorprendió que usted manejara la computadora y el Internet porque vio que no es muy común que una persona mayor sepa manejar una computadora. Las señoras mayores que yo conozco tejen o hacen crochet no tienen interés en aprender computación. Yo voy al Centro Comunal de acá del barrio a clases de cocina porque me encanta cocinar. En el Comunal enseñan cantidad de cosas y los salones están llenos porque va mucha gente a aprender y no hay que pagar nada. El año pasado en el curso de cocina hicimos solamente tortas y postres nos enseñaron algunos dulces de frutas y distintos baños para las tortas. Y también trufas y bombones. Siempre que puedo hago algo rico para nosotros, pero lo que pasa es que, aunque lo haga una, igual sale caro. Este año nos toca pastas caseras y carnes. Son unos cursos muy interesantes. Para el año que viene tengo ganas de ir a clases de tejido. Yo sé tejer, pero allá enseñan a dar la forma de lo que una quiere hacer que es lo que a mí me cuesta y también puntos nuevos. También enseñan inglés y portugués, pero es justo a la hora en que los mellizos están trabajando.  Bueno ya le conté muchas cosas y le hice una carta larga ahora más tarde se la paso por debajo de la puerta así la muchacha cuando viene la ve y se la alcanza. Espero que pase bien, cuídese del frío que este invierno viene cruel.  

                                                        Cariños de Lita          

 

 

Montevideo, 10 de abril de 2004

Sra. Lita Pérez de Rodríguez

De mi mayor consideración:


                                       Querida amiga, parece que este año el invierno se ha adelantado. Y yo soy muy friolenta. Le diré que tengo por costumbre levantarme temprano y desayunar antes que llegue Natalia. Pero hoy estuve muy remolona y me quedé un rato más. Cuando ella llegó, aún me encontraba en la cama, así que me subió el desayuno al dormitorio. Un lujo que no suelo permitirme, prefiero levantarme temprano y prepararme yo misma algo para comer. De todos modos, hoy me gustó quedarme calentita un rato más. Natalia hace mucho tiempo que está conmigo, es muy trabajadora y buena persona. Ella es nuera de una amiga de Mabel, mi hija menor, la que viene los sábados en el auto y me trae el pedido del supermercado. Natalia es casada y tiene una hija adolescente que concurre al liceo. Hace unos años se compraron con el marido una casa que están pagando y trabaja para poder cumplir con la cuota, porque el sueldo del marido no les alcanza y se estaban atrasando en los pagos. A ellos la suba del dólar los perjudicó muchísimo, pues, lo que les iba quedando para terminar de pagar la casa se les triplicó y también la cuota. De manera que tuvo que salir a trabajar para, más o menos, paliar los gastos de la casa. Ya ve, Lita, que en todos lados existen los problemas. Unos, tal vez, más acuciantes que otros, pero nadie se ha salvado. Me dice en su carta, fechada el 26 de marzo, que su esposo es más inteligente que usted y no lo creo. Usted es muy inteligente. Piense que sólo una persona inteligente puede administrar una casa. Darle prioridad a lo que tiene realmente prioridad y con pocos recursos sacar la familia a flote. No se subestime. Sabe, Lita, me alegró mucho saber que hizo un curso de cocina, que está haciendo otro y que piensa seguir el año próximo. Me parece realmente elogiable, que pese a todo el quehacer de su casa tenga tiempo y ganas de aprender cosas nuevas. Realmente la felicito. Lo que usted hace es encomiable. Creo que la maestra con la que trabajó cuando dejó la escuela, ha tenido una gran influencia sobre su personalidad. Tal vez no se dé cuenta, pero lo que ella le enseñó permanece en su subconsciente y aflora, en distintos momentos de su vida. Todo lo que usted logre superarse va a redundar, no sólo en su persona, sino también en su familia y en el círculo de sus amigos con quienes va a compartir, sin duda, toda la riqueza de sus nuevos conocimientos. Y es así como uno crece como persona, como ser humano. En especial las mujeres, amas de casa, esposas y madres. Tenemos, yo casi diría, la obligación de ser valientes, emprendedoras, saber discernir con inteligencia cuando la vida lo demande. Querida Lita, si me permito hablarle de esta manera es porque a través de sus cartas la he llegado a conocer más de lo que usted pueda creer y la aprecio de verdad. Créame que le hablo a usted, como si fuese una hija. A propósito, no le he hablado de ellos, pero tengo tres hijos.  Dos varones y una mujer. Los dos varones viven en Europa. El mayor, Gerardo, vive en Sevilla, una de las provincias de Andalucía, al sur de España.  Mi esposo era andaluz, nacido en Sevilla y antes de nacer los chicos fuimos a pasear. Le aseguro que es un lugar hermosísimo. Años después Gerardo tuvo oportunidad de ir a España, cuando se recibió de arquitecto y decidió vivir allá. Así que cuando se casó se fue con su mujer. Tiene dos hijas andaluzas preciosas. Miguel, el segundo, vive en Roma. Se fue soltero y se casó allá con una chica italiana, trabaja en una empresa metalúrgica muy grande, tiene dos varoncitos y la esposa está esperando el tercero.  Y Mabel, la menor, que también está casada, vive en Parque del Plata, es odontóloga y tiene una hija de dieciséis años y un varón de doce años. Es la que siempre anda en la vuelta conmigo. Todo esto que le cuento, es para comunicarle que a Gerardo se le casa la hija mayor, y me ha escrito pidiéndome que vaya a España para el casamiento. Mabel no puede acompañarme, debido a sus ocupaciones, así que voy a viajar acompañada por Natalia. Nos embarcamos el martes de la semana próxima. Pienso estar allá unos veinte días más o menos.  Cuando vuelva le contaré todo lo relativo al viaje y al casamiento. Le diré que no tengo muchas ganas de viajar, pero me ilusiona el sólo pensar que voy a reencontrarme con mis hijos. Querida, en cuanto vuelva, continuaremos con nuestra comunicación por carta que a mí me ha hecho tanto bien. Me despido con un fuerte abrazo. Cariños para usted y los suyos y hasta la vuelta

                                                                                 .         Evangelina Gadea 

 

 

Sevilla, 29 de abril de 2004

Sra. Lita Pérez de Rodríguez

De mi mayor consideración:


                                     Querida Lita, creo que ya es tiempo de que empiece a tutearte ¿no crees? No sabes los deseos que tengo de reiniciar nuestra correspondencia. Te aseguro que extraño tus cartas afectuosas. Les he hablado mucho a mis hijos de nuestra amistad epistolar. Ellos se alegran por mí y te envían sus cariños. Te diré que el viaje ha sido muy tranquilo y sin inconvenientes. Gerardo y su esposa Lola, nos estaban esperando a nuestra llegada, como prometieron. El casamiento ha sido hermoso y muy emotivo. Se realizó en la Catedral de Sevilla, donde estuvo por los años 1190 una mezquita árabe y que conserva, aún, su minarete o torre llamada la Giralda, remozada al estilo renacimiento en 1568. Me gustaría mucho que la conocieras. Sabes que los árabes ocuparon España durante ocho siglos, dejando aquí su cultura y sus conocimientos en el campo de la arquitectura, de la filosofía y la medicina. Te diré que Sevilla es una fiesta. De permanente alegría de música y de flores. Es la cuna del flamenco y del arte taurino. Querida, más que contarte, querría que pudieras ver todo esto. Tengo la esperanza de que así sea. La novia estaba preciosa, tenía un traje de raso blanco y una mantilla valenciana. Se fueron de Luna de Miel a Paris. Hacía casi cinco años que no veía a mis nietas. Me dio una gran emoción volver a verlas. Miguel vino desde Roma con su esposa Sofía y sus hijos. Mi nuera está muy pesada, ya llegando a los últimos días de su embarazo. A Sofía la conocí cuando se casó con Miguel, pues, para la ceremonia, fuimos a Roma con mi marido.  A los niños, en cambio, los conocí en Montevideo hace dos veranos, cuando fueron a pasar unos días. Te diré que estoy feliz de haber venido y comprobar que toda mi familia se encuentra bien. Lita, tengo muchísimas cosas para contarte, pero antes necesito pedirte un favor encarecidamente. Mis hijos me piden que me quede unos días más con ellos. Pero Natalia no puede quedarse conmigo para acompañarme de regreso a nuestro país.  Yo te pido que vengas tú a buscarme. No te asustes. Vendrías como mi dama de compañía. Es un empleo que te ofrezco. Yo te mandaría los pasajes y aquí te esperaríamos a tu llegada. Mabel va a ir a verte para hablar sobre más detalles. Mis hijos no pueden acompañarme en estos momentos y no quieren que viaje sola. A mí me gustaría quedarme unos días más, pues, quién sabe si volveré a reunirme con ellos otra vez. Miguel quiere que pase unos días en su casa de   Italia, y de allí me volvería a Uruguay. Para todo eso te necesito acá.  Consulta con tu esposo y tus hijos. Faltarías de tu casa unos veinte días. No te sientas obligada, si no puedes venir yo me vuelvo con Natalia. Les he dicho a mis hijos que, al no venir Mabel, sólo quiero viajar contigo. Querida, piénsalo mucho y lo que decidas estará bien para mí. En los próximos días irá Mabel por tu casa. Como siempre, el deseo de que te encuentres bien con tu familia. Un cariño grande, grande de una amiga que te quiere como a una hija. Ya te lo he dicho.  

        

                                                                                      Evangelina   

 

 Montevideo, 10 de mayo de 2004

Sra. Evangelina Gadea

De mi mayor consideración:


                                       No se imagina la alegría que me dio recibir su carta desde España. Es la primera vez que recibo correspondencia del extranjero. Me alegro que esté pasando bien junto a sus hijos y sus nietos. Con respecto a lo que me pide sobre viajar a Sevilla para acompañarla a su regreso lo lamento mucho no sé cómo decírselo, pero no me animo. Yo señora Evangelina nunca he salido de Montevideo. Imagínese viajar a Europa y sola.  Es imposible créame. Nunca subí a un avión. Me da miedo. Yo como usted me pide lo comenté en casa con mi esposo y mis hijos. Ellos me dicen que debo ir. Mi esposo no obstante me dice que es una oportunidad de viajar que es imposible se me vuelva a repetir. Que debo aprovecharla. Mis hijos igual. Me reiteran que no me preocupe por la casa que ellos se van a arreglar bien esos días que yo falte. Pero no yo le juro que lo siento mucho pero no me atrevo a viajar tan lejos. Le agradezco la   confianza que deposita en mí, y   no crea que no me sienta frustrada al reconocer que no soy valiente y emprendedora como usted me dice debe ser un ama de casa esposa y madre para ser un ejemplo de vida para sus hijos. No se enoje conmigo yo aquí en Montevideo la acompaño a dónde usted quiera le hago mandados o lo que usted necesite, pero de sólo pensar en tener que ir al aeropuerto y despedirme de mi esposo y mis hijos para tomar un avión, me aterra. Yo voy a hablar con su hija si viene y le voy a explicar bien mi situación. Perdóneme. Disfrute estos días con sus hijos y nietos y… espere un poco que está llamando el cartero 

  

 

       Montevideo, 9 de mayo de 2004

Sra. Lita Pérez de Rodríguez

De mi mayor consideración:


                                          Acabo de recibir una carta de mi madre que me escribe desde España.  En ella me pide que trate de comunicarme contigo a fin de ultimar detalles sobre tu posible viaje a Sevilla. Yo, a más tardar mañana alrededor de las 18 hrs. estaría por tu casa. Mientras, te adelanto que mis hermanos y yo te agradeceríamos muchísimo que nos hicieras el favor de realizar ese viaje. En estos momentos, a mí, me es imposible dejar mi casa pues tengo a mi esposo con problemas serios de salud. Como sabrás, mamá es una persona muy mayor y queremos que viaje acompañada. Te diré que me ha hablado mucho de la linda amistad que ha nacido entre ustedes. A mí, particularmente, y me consta que también a mis hermanos, nos alegra mucho ese correo de afecto que las dos han sabido crear. No te puedes imaginar, Lita, lo bien que le ha hecho a mi madre recibir tus cartas y contestarlas. A pesar de que nunca me las ha dado a leer, ni las suyas al contestarte, desde la primera vez que le escribiste noté en ella una disposición ante la vida, que hacía tiempo había abandonado.  Un interés nuevo ante las cosas, una curiosidad, un querer seguir estando. Yo les he contado a mis hermanos cuando hablo por teléfono y puedes creerme que, si mamá te ha adoptado como una nueva hija, nosotros te adoptamos como una nueva hermana. El sólo hecho de que mamá haya dejado su casa para viajar a España es casi un milagro. Mamá hace años que no iba a ninguna parte.  Desde que murió papá decidió quedarse sola en esa casa tan grande pudiendo vivir aquí conmigo o en Europa con cualquiera de mis hermanos que siempre la han querido llevar.  Te diré que mamá fue siempre muy activa y alegre, sin embargo, veíamos que cada día se iba apagando y perdiendo interés en todo lo que la rodeaba. A nosotros nos preocupaba y nos dolía ese rechazo, porque en cierto modo, su manera de vivir, era un rechazo hacia nosotros. Pero de pronto un día comenzó a cambiar. Yo noté que tu primera carta la sacudió. Ella me comentó algo. Y me sorprendió su deseo de contestarte enseguida.  Después su cambio fue evidente y el aceptar viajar para el casamiento de mi sobrina, lo máximo. Mamá siempre me habla de ti y según me comentan mis hermanos, a ellos también les habla. Con respecto al viaje, te diré que te ha mandado un cheque para que te compres lo que necesites para viajar. Mañana te lo alcanzaré. Me dice que no lleves mucha ropa pues en España es verano. Que lo que necesites lo comprarás allá. El viaje es sencillo. Sales por Pluna, del Aeropuerto de Montevideo, en un vuelo directo hasta el Aeropuerto Internacional de Barajas, en Madrid, que te llevará unas doce horas de vuelo. De allí harás un trasbordo en un avión de línea, hasta el Aeropuerto de Sevilla, que te llevará una hora aproximadamente. No tienes de qué preocuparte, la compañía se encargará de todo y te indicará lo que debes hacer[A1] . En el Aeropuerto de Sevilla te estarán esperando. De ahí en más, estoy segura que vas a pasar unos días espléndidos.  Si mañana concertamos todo, pasado pides el pasaporte de trámite urgente, y en cuanto esté pronto ya retiro los pasajes. Espero que te animes a realizar el viaje. Verás que no te vas a arrepentir.

Con mucho afecto

                           Mabel

 

 

Montevideo,10 de mayo de 2004

Sra. Evangelina Gadea

De mi mayor consideración:

         

                                          No sabe la alegría que me dio recibir su carta desde España. Es la primera vez que recibo correspondencia desde el extranjero, imagínese. Me alegra que esté pasando bien con sus hijos y sus nietos. Y me gusta las cosas que me cuenta del casamiento y de la Catedral de Sevilla. Con respecto a su pedido de viajar para acompañarla a su regreso le diré la verdad: me llené de miedos y de dudas. Usted sabe que yo nunca salí de Montevideo. Mi mundo es muy chiquito nunca me imaginé que algún día podría subir a un avión y cruzar el océano. Estoy nerviosa y tengo miedo. De todos modos, quiero que sepa que sí, voy a ir a buscarla. Necesito conocerla. Porque usted me ha dado alas, me ha ayudado a crecer y yo quiero demostrarle que soy valiente y emprendedora, como usted bien dice debe ser una ama de casa, esposa y madre, para dar ejemplo a sus hijos. Y si para conocerla personalmente tengo que ir hasta el viejo mundo, allá voy. A conocer la Giralda y acompañarla a Roma. Quiero que sepa que mis hijos, que están entusiasmados con mi viaje, me han traído folletos y me han leído en libros que hablan de España, y sobre la Provincia de Andalucía.  De la Sierra Nevada, La Alhambra de Granada, La Mezquita de Córdoba y también de Jaén “la malquerida”. Han desplegado mapas ante mis ojos para que vaya sabiendo, por lo menos, a dónde voy. Mi esposo también me anima, y me repite que es una oportunidad que no debo dejar pasar. Mañana voy con él por el pasaporte, lo voy a pedir urgente. Recibí carta de su hija Mabel en la que me dice que viene mañana de tarde. En cuanto tenga más noticias le escribo otra vez. Quédese tranquila y disfrute junto a los suyos, que se va a poder quedar un tiempo más junto a ellos y, si Dios quiere, (en el nombre del padre del hijo y del espíritu santo) no tendrá que volver sola. Espero verla pronto, mientras tanto reciba un fuerte abrazo de su vecina de enfrente que la aprecia de verdad. (Amén.) 

                               La Lita, su vecina de enfrente.

P.D. El limonero del frente está cargado de limones pintones...



Ada Vega, año edición 2007.








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