Estimada vecina de enfrente:
Yo soy la
Lita la vecina suya
que vive enfrente a su casa, en la casa que tiene el limonero en el jardín vio,
ese que tiene siempre los limones verdes porque en cuanto quieren empezar
a ponerse pintones ya los gurises del barrio los empiezan a arrancar y al final
yo, que soy propiamente la dueña, cuando preciso limones los tengo
que comprar en el puestito de la esquina, ¡me da una rabia, le garanto!
Soy la madre del Richard y del Anthony, los mellizos. Se da cuenta quién soy
¿no? Bueno, resulta que yo tendría que hablar con usted, pero como no la veo
nunca porque usted se la pasa metida adentro de su casa, que no sale ni a tirar
la basura que ahora habrá visto que tenemos en el barrio unos contenedores muy
vistosos en cada esquina, que ya por suerte están las veredas y las calles
limpias, por lo que ir a tirar la basura es más bien un paseo, que a
usted le vendría muy bien porque así tomaría un poco de aire y estiraría un
poco las piernas que buena falta le estará haciendo. Porque eso de vivir sola y
encerrada como una presa debe ser bastante fulero en una casa tan grande llena
de ventanas y habitaciones y escaleras para arriba y escaleras para abajo. Está
bien que viene todas las mañanas la muchacha que limpia y barre la vereda y los
sábados llega su hija en el auto con bolsos del super. Pero no es lo
mismo estar sola a vivir con gente. Yo la pura verdad no sé como usted aguanta.
Yo no podría y eso que yo hay veces que a mi familia la mandaría al carajo, le
juro, porque le puedo asegurar que los componentes de mi familia son una
manga de rompe bolas de primera categoría. Empezando por mi marido que
llega todos los días del trabajo con un problema nuevo: que el capataz
sólo le da viáticos a los de la comandita de él, que entre esos reparte
siempre las extras, que les permite llegar tarde o los manda en comisión para
cualquier lado para beneficiar siempre a los mismos, mientras que a
los que trabajan en la sección, no los deja hacer extras ni los
manda en comisión ni les da beneficio alguno. El asunto es que se calienta al
santo botón y vuelve siempre a casa con bronca y se la agarra conmigo que yo
como usted verá, no tengo vela en ese entierro, que con los problemas que
estoy obligada a resolver cada día para poder cocinar con los precios por
las nubes como están, lo que menos me preocupa son los acomodos en el trabajo
de mi marido, imagínese. Y no se le puede decir ni ¡ay!, porque se pone
como un ogro y le da de patadas a la puerta y se va para el boliche y vuelve
peor. Y para colmo los mellizos, que aunque consiguieron trabajo los dos, los
tenemos que bancar igual, porque con el sueldo de hambre que tienen, si
se pagan el boleto todo el mes y se comen un refuerzo al mediodía no les
sobran ni cien pesos para vestirse y salir a algún lado, así que al
padre y a mí, sinceramente, nos saldría más barato que no trabajaran, pero si
no trabajaran se pasarían en casa escuchando cumbias a todo lo que da, que a mí
me tienen la cabeza loca. Yo algunas veces querría desaparecer por un tiempo,
le juro, que la tierra me tragase aunque más no sea por un tiempo, y después
volver otra vez, porque ¿qué van a hacer ellos sin mí si no saben hacer nada?
Ellos me necesitan y yo los requiero, por eso sola como vive usted
no podría vivir. No. Yo pienso que usted tendría que tener un perro. Un
perro no es un hijo pero es una compañía. Por lo menos no escucha cumbias ni
pega portazos y se va al boliche. Si usted quiere yo le puedo conseguir uno. Un
perro, digo, no un boliche. Dígame no más, que perros es lo único que hay de sobra
en el barrio. Si me va a hacer caso y se decide ir a tirar la basura
al contenedor de la esquina, tenga cuidado, no sea que encuentre
algún hurgador adentro y se asuste, porque yo el otro día fui con una bolsa de
basura y cuando me acerco salen de adentro del contenedor tres gurisitos
con unas bolsas con sobras y se sientan a comer en el cordón de la vereda. Eran
dos varoncitos y una nena tapados de mugre. Yo quedé paralizada, créame. Sentí
una impotencia y una rabia. Porque, sabe, yo no supe qué hacer, me los hubiese
llevado para mi casa los hubiera bañado y les hubiera dado comida, pero si en
mi casa andamos a los tirones con la plata, este mes no pudimos pagar la luz,
no puedo comprar fruta ni carne, así que me fui y ellos quedaron allí comiendo
las sobras que tira la gente. Y por días he tenido esa imagen de los
chiquilines saliendo del contenedor de la basura y no me la puedo sacar. No sé
para qué le cuento esto, vio, es que esa imagen me viene continuamente a la
cabeza. De todos modos, como ya le dije yo tendría que hablar con usted, pero
como también ya le dije que no la puedo ver nunca, le escribo esta carta.
Resulta que vino una señora a mi casa el martes pasado con unos papeles
diciéndome que era, no me acuerdo bien si del B. P. S., de la
Caja Notarial o no
sé de dónde. El asunto era que la señora quería saber si yo conocía
a Evangelina Gadea o sea si la conocía a usted y quería que le
diera unos datos suyos. Yo le dije la verdad, que yo en mi vida la habré
visto cuatro veces, subiendo o bajando del auto de su hija, así que yo datos no
podía dar. O sea que yo a usted no la conozco. Le quería hacer saber esto
que pasó por si es de su interés y para que esté enterada de que en el
barrio anduvieron preguntando sobre su persona. Aprovecho para decirle
que como usted vive sola y puede caerse y lastimarse o se le puede romper la
cisterna o quemársele un fusible o cualquier cosa que le pase, estamos mi
esposo, mis hijos y yo, a sus órdenes. No le ofrezco limones porque están
verdes, pero mi teléfono es el 777 –77 -77, no dude en llamarme si
necesita algo. Empiece a cerrar las ventanas que está anunciada una tormenta,
que mientras las cierra todas tiene para rato. Que pase buen día, y si en otra
oportunidad quiere que yo dé informes sobre usted porque se quiere
jubilar o algo, avíseme y dígame lo que tengo que decir para no meter la
pata. Atte. Su vecina de enfrente
Lita Pérez de Rodríguez
Montevideo, 15 de marzo de 2004
Sra. Lita Pérez de Rodríguez
De mi mayor consideración:
Hace un par de días recibí su carta. Le confieso que la he leído varias veces,
más aún, la tengo aquí sobre el escritorio haciéndome compañía. Es una
carta hermosa y muy tierna que ha removido en mí el deseo de volver
a escribir. Hace muchos años que no recibo ni escribo cartas. Ha sido mi
decisión. Lo mismo que vivir sola, en esta, que ha sido mi casa desde siempre.
Hecho que he notado le llama la atención. Pero sabe, Lita, yo soy una persona
muy mayor. He vivido mucho, he sido feliz y también he sufrido. Toda mi vida ha
transcurrido aquí entre las paredes de este caserón. Esta casa perteneció a mis
abuelos, los padres de mi madre. Cuando mi abuelo la hizo construir toda
esta zona era campo, sólo había unas pocas calles delineadas. Mi madre fue la
última de seis hijos, y la última en casarse, por ese motivo mis padres
quedaron viviendo aquí para acompañar a mis abuelos. Y aquí me crié junto a mis
hermanos. Los recuerdos más lejanos de mi niñez me muestran un barrio muy
distinto al que es ahora. Recuerdo que la manzana donde está su casa y varias
manzanas más pertenecían a un señor italiano que criaba ovejas. Era un campo
muy grande con montes de eucaliptos y una aguada. Yo estaba en la escuela
cuando el italiano murió, los herederos vendieron y se fue armando el barrio
poco a poco. Mis hermanos se casaron y abandonaron la casa, y yo que fui la
última en casarme, al igual que mi madre, me quedé aquí para acompañar a mis
padres. Cuando mis hijos se casaron yo no acepté que ninguno de ellos se
quedara con mi esposo y conmigo. Preferí que hicieran su vida y vivieran
donde eligieran. Mi esposo falleció ya hace unos años y yo decidí seguir
sola mientras pudiera valerme por mí misma. Nunca me arrepentí. Soy una persona
muy sana y estoy muy cuidada y protegida, créame. Como bien dice usted, salgo
en contadas excepciones. Mi vida transcurre plácida entre estas paredes y
los muros del jardín. Los espíritus de mis seres queridos me rodean, me
acompañan. Me esperan. Querida vecina de enfrente, aunque vivo recluida, estoy
al tanto de lo que sucede afuera. Miro televisión y manejo la computadora y el
Internet. No salgo afuera, no porque no pueda caminar, estoy perfectamente bien,
no salgo a la calle porque no quiero salir, ese es el único motivo. Con
respecto a la señora que anduvo preguntando por mí, debe de haber sido una
empleada de la oficina de Catastro, creo yo, desconozco los datos que andaría
recabando, de todos modos le di debida cuenta del hecho a mi hija que es quien
maneja mis intereses. Con respecto a su familia, creo querida, que tiene
usted una familia hermosa. Que están muy unidos y se aman, lo demás amiga mía,
no tiene importancia. El dinero va y viene. Son otros los valores que nos dan
felicidad. Y ustedes van por buen camino. Los problemas del país se van a ir
solucionando. Ya verá. Los que tienen muchos años como yo, recordarán momentos,
no solamente difíciles sino trágicos, vividos otrora en nuestra patria, y en
cada ocasión fuimos saliendo hacia años de bonanza. De todos modos,
lo que me cuenta de los pequeños hurgadores en el contenedor de la
basura, es terrible y comprendo su rabia y su impotencia. Nunca, ni en
situaciones límites, se había visto algo así en nuestro Uruguay. Tengo la
esperanza de que se encuentre pronto una solución para toda esa gente que está
sufriendo hambre y desprotección. Creo que todos debemos cooperar para
que así sea. Querida, me gustaría que volviera a escribirme
contándome cosas, como lo hizo en esta carta que guardo con afecto. Sabe que
con ella se ha abierto un universo nuevo para mí. Tal vez podamos inaugurar una
cadena epistolar de afecto. La invito a lograrlo. Le deseo toda la
felicidad que se merece junto a su familia.
Cariños
EvangelinaGadea
Montevideo, 26 de marzo de 2004
Sra. Evangelina Gadea
De mi mayor consideración:
Hace unos días cuando salí afuera a barrer la vereda encontré una carta en el
buzón. Cuando vi que era para mí entré y me senté a leerla en un banquito de la
cocina descubrí que era suya. No le voy a negar que me llamara la
atención el que usted se moleste en contestarme una carta a mí. Y cuanto
más la leía más me asombraba por lo lindo que escribe y las palabras tan
finas que usa. Yo sé que soy medio atravesada para hablar, así que escribiendo
reconozco que brillante no soy, por cierto. Para mejor que escribir no escribo
nunca. No tengo a quién escribir. Pero ahora la tengo a usted que quiere que yo
le escriba. Yo le dije al Cholo que usted me había contestado la carta y no me
podía creer y cuando se la di para que la leyera se quedó asombrado como yo,
pero él no entendía mucho de qué me habla usted, porque él no leyó la carta que
yo le mandé. Así que más o menos se la expliqué. Mi marido sabe, es más
inteligente que yo, él fue al liceo y todo, y aunque de eso hace muchos años
siempre un poco de cultura le queda a uno. Digo yo que le queda, porque yo no
fui al liceo. Yo terminé la escuela y tuve que trabajar. Primero acompañé a una
señora que vivía en mi barrio, que le hacía mandados y la acompañaba a la caja
a cobrar y a veces al doctor. Ella era una maestra jubilada y vivía sola porque
era solterona, nunca se había casado pobre. Conmigo era buenísima, ella sabía
que a mí me gustaba la escuela y quería que yo fuera al liceo, pero en mi casa
no me podían mandar porque ya dos hermanos míos más grandes estaban
estudiando y después estaban los más chicos que iban a la escuela y el único
que trabajaba era mi papá que trabajaba en el ferrocarril. Entonces la
maestra me daba libros para que yo leyera y como a mí las matemáticas no
me entran, ella me hacía hacer copias para que tuviera buena letra y no tuviera
faltas de ortografía. Todos los días me hacía hacer una carilla de copia de los
libros que estaba leyendo. También ella me leía cosas de la historia del
Uruguay y de los ríos y los arroyos. Me leía poemas de Juana de
Ibarbouroú y el Tabaré de Zorrilla. Yo aprendí mucho con ella. Estuve
casi tres años pero después se enfermó y se murió. A mí me dio mucha pena
cuando se murió. Bueno, ese mismo año entré en la fábrica y trabajé muchos
años. Como diez o más no sé bien. Después conocí al Cholo que era el hermano de
una compañera de la fábrica y nos hicimos novios y a los cuatro años nos
casamos. Cuando nacieron los mellizos tuve que dejar de trabajar para
cuidarlos y no trabajé más. Aunque sí trabajo, en mi casa, desde la mañana a la
noche pero sin sueldo, claro. Que no es lo mismo, porque siempre es mejor
trabajar y cobrar un sueldo a fin de mes. A mí ahora que los mellizos son
grandes me gustaría trabajar en algo si hubiera, aunque el Cholo me dice que me
deje de embromar que con la casa ya tengo bastante. Y no crea, el Cholo un poco
de razón tiene. Aunque a mí en la tarde me sobran unas horas en las que
podría agarrar algo para hacer. Nosotros al Richard y al Anthony los
mandamos al liceo. Ellos hicieron los seis años en el liceo Zorrilla. Y en el
comunal hicieron un curso de computación. A mí me gustaría que
aprendieran inglés, porque lo van a precisar, pero es muy caro y no lo
podemos pagar. Sabe que dice el Cholo que él se acuerda cuando en el
barrio había puros campitos. Porque el Cholo es de este barrio, nació
como a cinco cuadras de acá, pasando Bulevar, vio. Yo no, yo nací en el
barrio Sur, por el Gas. Dice que cuando era chico jugaba al fútbol en las
canchas que había en los campitos de por acá. A mí me sorprendió que
usted manejara la computadora y el Internet, porque vio que no es muy común que
una persona mayor sepa manejar una computadora. Las señoras mayores que yo
conozco tejen o hacen crochet no tienen interés en aprender computación. Yo voy
al Centro Comunal de acá del barrio a clases de cocina, porque me encanta
cocinar. En el Comunal enseñan cantidad de cosas y los salones están llenos
porque va mucha gente a aprender y no hay que pagar nada. El año pasado en el
curso de cocina hicimos solamente tortas y postres, nos enseñaron algunos
dulces de frutas y distintos baños para las tortas. Y también trufas y
bombones. Siempre que puedo hago algo rico para nosotros, pero lo que pasa es
que aunque lo haga una, igual sale caro. Este año nos toca pastas caseras y
carnes. Son unos cursos muy interesantes. Para el año que viene tengo ganas de
ir a clases de tejido. Yo sé tejer, pero allá enseñan a dar la forma de
lo que una quiere hacer que es lo que a mí me cuesta y también puntos nuevos.
También enseñan inglés y portugués pero es justo a la hora en que los
mellizos están trabajando. Bueno ya le conté muchas cosas y le hice
una carta larga, ahora más tarde se la paso por debajo de la puerta así la
muchacha cuando viene la ve y se la alcanza. Espero que pase bien,
cuídese del frío que este invierno viene cruel.
Cariños de Lita
Montevideo, 10 de abril de 2004
Sra. Lita Pérez de Rodríguez
De mi mayor consideración:
Querida amiga, parece que este año el invierno se ha adelantado. Y yo soy muy
friolenta. Le diré que tengo por costumbre levantarme temprano y desayunar
antes que llegue Natalia. Pero hoy estuve muy remolona y me quedé un rato
más. Cuando ella llegó, aún me encontraba en la cama, así que me subió el
desayuno al dormitorio. Un lujo que no suelo permitirme, prefiero levantarme
temprano y prepararme yo misma algo para comer. De todos modos, hoy me gustó
quedarme calentita un rato más. Natalia hace mucho tiempo que está
conmigo, es muy trabajadora y buena persona. Ella es nuera de una amiga de
Mabel, mi hija menor, la que viene los sábados en el auto y me trae el pedido
del supermercado. Natalia es casada y tiene una hija adolescente que concurre
al liceo. Hace unos años se compraron con el marido una casa que están pagando
y trabaja para poder cumplir con la cuota, porque el sueldo del marido no
les alcanza y se estaban atrasando en los pagos. A ellos la suba del
dólar los perjudicó muchísimo, pues, lo que les iba quedando para terminar de
pagar la casa se les triplicó y también la cuota. De manera que tuvo que salir
a trabajar para, más o menos, paliar los gastos de la casa. Ya ve, Lita, que en
todos lados existen los problemas. Unos, tal vez, más acuciantes que
otros, pero nadie se ha salvado. Me dice en su carta, fechada el 26 de marzo,
que su esposo es más inteligente que usted y no lo creo. Usted es muy
inteligente. Piense que sólo una persona inteligente puede administrar una
casa. Darle prioridad a lo que tiene realmente prioridad y con pocos recursos
sacar la familia a flote. No se subestime. Sabe, Lita, me alegró mucho saber
que hizo un curso de cocina, que está haciendo otro y que piensa seguir el año
próximo. Me parece realmente elogiable, que pese a todo el quehacer de su casa
tenga tiempo y ganas de aprender cosas nuevas. Realmente la felicito. Lo
que usted hace es encomiable. Creo que la maestra con la que trabajó
cuando dejó la escuela, ha tenido una gran influencia sobre su personalidad.
Tal vez no se dé cuenta, pero lo que ella le enseñó permanece en su
subconsciente y aflora, en distintos momentos de su vida. Todo lo que usted
logre superarse va a redundar, no sólo en su persona, sino también en su
familia y en el círculo de sus amigos con quienes va a compartir, sin duda,
toda la riqueza de sus nuevos conocimientos. Y es así como uno crece como
persona, como ser humano. En especial las mujeres, amas de casa, esposas y
madres. Tenemos, yo casi diría, la obligación de ser valientes, emprendedoras,
saber discernir con inteligencia cuando la vida lo demande. Querida Lita, si me
permito hablarle de esta manera es porque a través de sus cartas la he llegado
a conocer más de lo que usted pueda creer y la aprecio de verdad. Créame
que le hablo a usted, como si fuese una hija. A propósito, no le he hablado de
ellos, pero tengo tres hijos. Dos varones y una mujer. Los dos varones
viven en Europa. El mayor, Gerardo, vive en Sevilla, una de las
provincias de Andalucía, al sur de España. Mi esposo era andaluz, nacido
en Sevilla y antes de nacer los chicos fuimos a pasear. Le aseguro que es un
lugar hermosísimo. Años después Gerardo tuvo oportunidad de ir a España,
cuando se recibió de arquitecto y decidió vivir allá. Así que cuando se casó se
fue con su mujer. Tiene dos hijas andaluzas preciosas. Miguel, el segundo, vive
en Roma. Se fue soltero y se casó allá con una chica italiana, trabaja en
una empresa metalúrgica muy grande, tiene dos varoncitos y la esposa está
esperando el tercero. Y Mabel, la menor, que también está casada, vive en
Parque del Plata, es odontóloga y tiene una hija de dieciséis años y un
varón de doce años. Es la que siempre anda en la vuelta conmigo. Todo esto que
le cuento, es para comunicarle que a Gerardo se le casa la hija mayor,
y me ha escrito pidiéndome que vaya a España para el casamiento.
Mabel no puede acompañarme, debido a sus ocupaciones, así que voy a viajar
acompañada por Natalia. Nos embarcamos el martes de la semana próxima. Pienso
estar allá unos veinte días más o menos. Cuando vuelva le contaré todo lo
relativo al viaje y al casamiento. Le diré que no tengo muchas ganas de
viajar, pero me ilusiona el sólo pensar que voy a reencontrarme con mis hijos.
Querida, en cuanto vuelva, continuaremos con nuestra comunicación por
carta que a mí me ha hecho tanto bien. Me despido con un fuerte abrazo.
Cariños para usted y los suyos y hasta la vuelta
. Evangelina Gadea
Sevilla, 29 de abril de 2004
Sra. Lita Pérez de Rodríguez
De mi mayor consideración:
Querida Lita, creo que ya es tiempo de que empiece a tutearte ¿no crees? No
sabes los deseos que tengo de reiniciar nuestra correspondencia. Te aseguro que
extraño tus cartas afectuosas. Les he hablado mucho a mis hijos de nuestra
amistad epistolar. Ellos se alegran por mí y te envían sus cariños. Te diré que
el viaje ha sido muy tranquilo y sin inconvenientes. Gerardo y su esposa Lola,
nos estaban esperando a nuestra llegada, como prometieron. El casamiento ha
sido hermoso y muy emotivo. Se realizó en la
Catedral de Sevilla,
donde estuvo por los años 1190 una mezquita árabe y que conserva,
aún, su minarete o torre llamada la
Giralda , remozada al
estilo renacimiento en 1568. Me gustaría mucho que la conocieras. Sabes que
los árabes ocuparon España durante ocho siglos, dejando aquí su cultura y
sus conocimientos en el campo de la arquitectura, de la filosofía y la
medicina. Te diré que Sevilla es una fiesta. De permanente alegría de música y
de flores. Es la cuna del flamenco y del arte taurino. Querida, más que
contarte, querría que pudieras ver todo esto. Tengo la esperanza de que así
sea. La novia estaba preciosa, tenía un traje de raso blanco y una mantilla
valenciana. Se fueron de Luna de Miel a Paris. Hacía casi cinco años que no
veía a mis nietas. Me dio una gran emoción volver a verlas. Miguel vino desde
Roma con su esposa Sofía y sus hijos. Mi nuera está muy pesada, ya llegando a
los últimos días de su embarazo. A Sofía la conocí cuando se casó con Miguel,
pues, para la ceremonia, fuimos a Roma con mi marido. A los niños,
en cambio, los conocí en Montevideo, hace dos veranos, cuando fueron a
pasar unos días. Te diré que estoy feliz de haber venido y comprobar que toda
mi familia se encuentra bien. Lita, tengo muchísimas cosas para contarte, pero
antes necesito pedirte un favor encarecidamente. Mis hijos me piden que me
quede unos días más con ellos. Pero Natalia no puede quedarse conmigo para
acompañarme de regreso a nuestro país. Yo te pido que vengas tú a buscarme.
No te asustes. Vendrías como mi dama de compañía. Es un empleo que te ofrezco.
Yo te mandaría los pasajes y aquí te esperaríamos a tu llegada. Mabel va a ir a
verte para hablar sobre más detalles. Mis hijos no pueden
acompañarme en estos momentos y no quieren que viaje sola. A mí me
gustaría quedarme unos días más, pues, quién sabe si volveré a reunirme
con ellos otra vez. Miguel quiere que pase unos días en su casa de
Italia, y de allí me volvería a Uruguay. Para todo eso te necesito acá.
Consulta con tu esposo y tus hijos. Faltarías de tu casa unos veinte días. No
te sientas obligada, si no puedes venir yo me vuelvo con Natalia. Les he dicho
a mis hijos que al no venir Mabel, sólo quiero viajar contigo. Querida,
piénsalo mucho y lo que decidas estará bien para mí. En los próximos días
irá Mabel por tu casa. Como siempre, el deseo de que te encuentres bien
con tu familia. Un cariño grande, grande de una amiga que te quiere como a una
hija. Ya te lo he dicho.
Evangelina
Montevideo, 10 de mayo de 2004
Sra. Evangelina Gadea
De mi mayor consideración:
No se imagina la alegría que me dio recibir su carta desde España. Es la
primera vez que recibo correspondencia del extranjero. Me alegro que esté
pasando bien junto a sus hijos y sus nietos. Con respecto a lo que me
pide, sobre viajar a Sevilla para acompañarla a su regreso, lo lamento
mucho, no sé como decírselo, pero no me animo. Yo, señora Evangelina, nunca he
salido de Montevideo. Imagínese viajar a Europa y sola. Es imposible,
créame. Nunca subí a un avión. Me da miedo. Yo, como usted me pide, lo comenté
en casa con mi esposo y mis hijos. Ellos me dicen que debo ir. Mi esposo, no
obstante, me dice que es una oportunidad de viajar que es imposible
se me vuelva a repetir. Que debo aprovecharla. Mis hijos igual. Me
reiteran que no me preocupe por la casa, que ellos se van a arreglar bien esos
días que yo falte. Pero no, yo le juro que lo siento mucho, pero no me atrevo a
viajar tan lejos. Le agradezco la confianza que deposita en mí,
y no crea que no me sienta frustrada, al reconocer que no soy
valiente y emprendedora, como usted me dice debe ser un ama de casa, esposa y
madre, para ser un ejemplo de vida para sus hijos. No se enoje conmigo,
yo aquí en Montevideo la acompaño a dónde usted quiera, le hago mandados o lo
que usted necesite, pero de sólo pensar en tener que ir al aeropuerto y despedirme
de mi esposo y mis hijos para tomar un avión, me aterra. Yo voy a hablar con su
hija, si viene, y le voy a explicar bien mi situación. Perdóneme. Disfrute
estos días con sus hijos y nietos y… espere un poco que está llamando el
cartero
Montevideo, 9 de mayo
de 2004
Sra. Lita Pérez de Rodríguez
De mi mayor consideración:
Acabo de recibir una carta de mi madre que me escribe desde España. En
ella me pide que trate de comunicarme contigo a fin de
ultimar detalles sobre tu posible viaje a Sevilla. Yo, a más tardar
mañana alrededor de las 18 hrs. estaría por tu casa. Mientras, te
adelanto que mis hermanos y yo te agradeceríamos muchísimo que nos
hicieras el favor de realizar ese viaje. En estos momentos, a mí, me es
imposible dejar mi casa pues tengo a mi esposo con problemas serios de salud.
Como sabrás, mamá es una persona muy mayor y queremos que viaje acompañada. Te
diré que me ha hablado mucho de la linda amistad que ha nacido entre
ustedes. A mí, particularmente, y me consta que también a mis hermanos, nos
alegra mucho ese correo de afecto que las dos han sabido crear. No te
puedes imaginar, Lita, lo bien que le ha hecho a mi madre recibir tus cartas y
contestarlas. A pesar de que nunca me las ha dado a leer, ni las suyas al
contestarte, desde la primera vez que le escribiste noté en ella una
disposición ante la vida, que hacía tiempo había abandonado. Un interés
nuevo ante las cosas, una curiosidad, un querer seguir estando. Yo les
he contado a mis hermanos cuando hablo por teléfono y puedes creerme que si
mamá te ha adoptado como una nueva hija, nosotros te adoptamos como una nueva
hermana. El sólo hecho de que mamá haya dejado su casa para viajar a
España es casi un milagro. Mamá hace años que no iba a ninguna parte.
Desde que murió papá decidió quedarse sola en esa casa tan grande
pudiendo vivir aquí conmigo o en Europa con cualquiera de mis hermanos que
siempre la han querido llevar. Te diré que mamá fue siempre muy activa y
alegre, sin embargo, veíamos que cada día se iba apagando y
perdiendo interés en todo lo que la rodeaba. A nosotros nos preocupaba y
nos dolía ese rechazo, porque en cierto modo, su manera de vivir, era un
rechazo hacia nosotros. Pero de pronto un día comenzó a cambiar. Yo noté que tu
primer carta la sacudió. Ella me comentó algo. Y me sorprendió su deseo
de contestarte enseguida. Después su cambio fue evidente y el
aceptar viajar para el casamiento de mi sobrina, lo máximo. Mamá siempre
me habla de ti y según me comentan mis hermanos, a ellos también les
habla. Con respecto al viaje, te diré que te ha mandado un cheque para
que te compres lo que necesites para viajar. Mañana te lo alcanzaré. Me dice
que no lleves mucha ropa pues en España es verano. Que lo que necesites lo
comprarás allá. El viaje es sencillo. Sales por Pluna, del
Aeropuerto de Montevideo, en un vuelo directo hasta el Aeropuerto
Internacional de Barajas, en Madrid, que te llevará unas doce horas de
vuelo. De allí harás un trasbordo en un avión de línea, hasta el
Aeropuerto de Sevilla, que te llevará una hora aproximadamente. No tienes
de qué preocuparte, la compañía se encargará de todo y te indicará
lo que debes hacer. En el Aeropuerto de Sevilla te estarán esperando. De ahí en
más, estoy segura que vas a pasar unos días espléndidos. Si mañana
concertamos todo, pasado pides el pasaporte de trámite urgente, y en cuanto
esté pronto ya retiro los pasajes. Espero que te animes a realizar el viaje.
Verás que no te vas a arrepentir.
Con mucho afecto
Mabel
Montevideo,10 de mayo de 2004
Sra. Evangelina Gadea
De mi mayor consideración:
No sabe la alegría que me dio recibir su carta desde España. Es la primera vez
que recibo correspondencia desde el extranjero, imagínese. Me alegra que esté
pasando bien con sus hijos y sus nietos. Y me gusta las cosas que me cuenta del
casamiento y de la
Catedral de Sevilla.
Con respecto a su pedido de viajar, para acompañarla a su regreso, le diré
la verdad: me llené de miedos y de dudas. Usted sabe que yo nunca salí de
Montevideo. Mi mundo es muy chiquito, nunca me imaginé que algún día
podría subir a un avión y cruzar el océano. Estoy nerviosa y tengo miedo.
De todos modos quiero que sepa que sí, voy a ir a buscarla. Necesito conocerla.
Porque usted me ha dado alas, me ha ayudado a crecer y yo quiero
demostrarle que soy valiente y emprendedora, como usted bien dice debe
ser una ama de casa, esposa y madre, para dar ejemplo a sus hijos. Y si
para conocerla personalmente tengo que ir hasta el viejo mundo, allá voy.
A conocer la
Giralda y acompañarla a Roma. Quiero que sepa
que mis hijos, que están entusiasmados con mi viaje, me han traído folletos y
me han leído en libros que hablan de España, y sobre la
Provincia de
Andalucía. De la Sierra Nevada , La
Alambra de Granada, La
Mezquita de Córdoba y
también de Jaén “la malquerida”. Han desplegado mapas ante mis ojos para que
vaya sabiendo, por lo menos, a dónde voy. Mi esposo también me anima, y
me repite que es una oportunidad que no debo dejar pasar. Mañana voy con él por
el pasaporte, lo voy a pedir urgente. Recibí carta de su hija Mabel en la que
me dice que viene mañana de tarde. En cuanto tenga más noticias le escribo otra
vez. Quédese tranquila y disfrute junto a los suyos, que se va a poder quedar
un tiempo más junto a ellos y, si Dios quiere, (en el nombre del padre del hijo y del espíritu santo) no tendrá que volver sola.
Espero verla pronto, mientras tanto reciba un fuerte abrazo de su vecina de
enfrente que la aprecia de verdad. Amén.
La Lita, su vecina de enfrente.
Sensacional! Me encantó y me quedé con deseos de seguir leyendo nuevas cartas entre Lita, Evangelina y Mabel. Me parece verlas recorren el Viejo Mundo a la vez que conociéndose, compartiendo y ahondando en esta bella amistad. Seguiré leyendo otros aportes de este blog y lo voy a promocionar porque está hermoso. La verdad, quiero recordar cómo caí en este sitio (porque me gusta indagar en la red) pero me siento muy afortunada de haberlo hallado. Gracias!
ResponderEliminarGracias, Griselda, por tu lectura, comentario y promoción! beso.Ada
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