-Terminala, Daniel. Terminala con los Derechos Humanos. ¡Las clases sociales, los derechos de los trabajadores!...
-¿Que decís? ¿Estás loca?
-No,
no estoy loca, estoy cansada. Cansada de oírte siempre la misma cantinela. Hace
cuarenta años que repetís las mismas letanías.
-Pero y ahora ¿qué? ¿Estás en
contra de los trabajadores? ¿De los que
luchan por una vida digna?
-¡No! ¿Cómo voy a estar en contra?
Sólo que en casa también hay otros temas. Yo, por ejemplo, en este momento estoy
luchando por una vida digna: mi vida.
-Marta, vos hace mucho que no vas
al médico. Tendrías que ver como andás del coleste...
-Daniel, no estoy enferma. ¿Vos te
pusiste a pensar alguna vez en lo que se
ha convertido mi vida?
-No, yo te digo, porque la mujer
del gallego Martínez, con la menopausia anduvo mal de la cabeza y vos sabés que
hasta se quiso matar, porque resulta...
-Daniel, a mí la menopausia no me
ha afectado. Estoy bien, me siento bien, no tengo por qué ir al médico. Sólo quiero
que me escuches. Nunca hablo de mí ¿te habías dado cuenta?
-Pero ¿y que tenés que decirme? Yo
sé todo de vos, te conozco como la palma de mi mano.
-¡Qué me vas a conocer! Nunca te
preocupaste por conocerme. Me querés,
sí, yo sé que me querés. Como algo tuyo, de tu propiedad. Como tu máquina de
afeitar, tu reloj o tus zapatos.
-No digas eso, ¡sos la madre de mis
hijos!
-Sí, también soy la madre de tus
hijos
-Y ¿qué es lo que no sé de vos? ¿Te
anda gustando otro? ¿Algún pinta te arrastra el ala? ¿Es ése el problema? Decí,
decí.
-No, Daniel, no entendés nada. Hay
otras cosas...
-No, no, no hay otras cosas. No
digas pavadas.
-¿Me dejás hablar?
-Sí, sí, dale. Hablá nomás.
-Yo me levanto a las seis de la
mañana medio dormida, pechándome con los muebles llego a la cocina, pongo la
leche a calentar y llamo a Nico, mientras él se viste voy a buscar el pan para
que lo coman calentito con manteca, cuando se va para el liceo llamo a Naty, la
ayudo a vestirse, toma la leche y la llevo a la escuela. Cuando vuelvo me
preparo el mate, son las nueve. Mientras
hierve el agua ordeno el cuarto de Nico, tiendo la cama, recojo la ropa
y paso el escobillón, pongo el agua
en el termo y ordeno el cuarto de
Naty, son las diez, tengo que hacer los mandados, dejo el mate para
después. Mientras voy a la carnicería y
al almacén pienso qué puedo cocinar para el almuerzo que me quede para la cena.
Cuando termino con los mandados te llevo el diario a la cama con el jugo de
naranjas. Vos estás escuchando la radio
y mirando la tele. Yo me pongo a cocinar.
A las doce está pronta la
comida. Llega Nico: “mami, me muero de hambre, ¿qué hiciste? hm... ¡que rico!” Salgo corriendo a
buscar a Naty. Se sientan a comer, yo
también me siento con ellos y me traigo el mate, pero vos me gritás del baño:
-“ Marta, no hay champú” Dejo el mate, voy al saloncito de al lado, traigo el
champú. Vos avisás: “mirá que ya salgo”. Te sirvo la comida, yo almuerzo
caminando entre la cocina y el comedor. Y te vas. Es la una y media. Entro al
dormitorio, junto la ropa: la camisa sobre la cómoda, un buzo de lana al revés
sobre el televisor, un pantalón tirado sobre la cama, los zapatos con las
medias adentro y la toalla mojada encima de las sábanas. Junto, guardo y llevo la ropa para lavar, tiendo la cama, llevo los vasos, paso un paño
en el piso, son las cuatro. Vengo al comedor, levanto la mesa, llevo todo para
la cocina, paso la aspiradora. Me voy a lavar los platos, son las cinco: “
–Naty, vamos a hacer los deberes. ¡Nico, dejá la música, ponete a estudiar!” “Mami, esta cuenta no me sale. ¿Iba, va con
hache?” -“ Ahora tomá la leche, Naty. Después te miro los deberes. ¡Vení a
comer algo, Nico!” Son las seis y media. Lavo la cocina. No sé si tengo hambre
o sueño, el mate se enfrió y no tomé ninguno. Mientras terminan los deberes
plancho unas camisas así adelanto para mañana que me toca encerar. Llegás a las
once. “-Viejo ¿querés cenar ya, o tomás unos mates?” “ No, dame la cena.” Los chicos ya cenaron y se acostaron. Te
sirvo la cena, me siento contigo, quiero hablar con vos de nosotros, de mí. Vos
te ponés a hablar del Fondo Monetario Internacional, de que la culpa de todo la
tienen los del Norte, que nos oprimen que... Yo sé que todo eso es cierto.
Daniel, pero...vos seguís hablando, y a mí me da sueño.
-Che, Marta, te estás durmiendo.
Vos te pasás durmiendo. ¡que te tiró!
-Estoy cansada
-¿Y de qué estás cansada, si el que
labura soy yo?
- Si, pero vos trabajás ocho horas.
-¿Y?
-Y yo ya llevo diecisiete.
-Pero vos estás en casa.
-Si, Daniel, yo estoy en casa pero
estoy trabajando. Y a vos por esas ocho horas te pagan un sueldo.
-Y ¿ qué querés, que yo te pague un
sueldo ahora?
- No, es un comentario nada más. Yo
trabajo diecisiete horas gratis.
-Gratis no, tenés la casa y la
comida.
-Si, pero ni una doméstica trabaja
por la casa y la comida.
-Marta, vos haceme caso, andá al
médico. ¿No tenés sociedad médica? Bueno, usala, vos no estás bien, ¡te está
fallando algo!
-Daniel, ¿sabés que quiero? Quiero
comprarme una máquina de escribir y arreglar el cuartito del fondo. Poner la
mesita esa que usamos en verano para tomar mate y una silla y hacerme un
cuartito para escribir. Quiero escribir, sabés.
- ¿Escribir? ¿ A quién le querés
escribir?
- A nadie, quiero contar cosas. ¡
tengo tantas cosas que decir!
-La guita no nos alcanza para nada
y vos querés comprar una máquina de escribir para no escribirle a nadie?
- Pero mirá que la podemos comprar a crédito.
- Marta, vos me asustás. ¿ De veras te sentís bien? ¡Prometeme que
mañana sin falta vas a ir a médico!
-Sí, Daniel ...mañana... mañana voy a ir al médico.
Ada Vega, 1998
Ada Vega, 1998
Bien realista y bien narrado, amiga, Así pasa —y no me excluyo—.
ResponderEliminarAbrazos
Gracias, José, te he visitado varias veces pero no sé cómo dejarte un comentario. No estoy en Círculos. Abrazo!!
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