PASIONAL (CUENTOS)
ADA VEGA
Coperta colecţiei: Daniel Dragomirescu
PASIONAL
(CUENTOS)
CU PASIUNE (POVESTIRI)
Traducere de Irina Secărescu
Índice
La intrusa
Pesadilla de una noche de verano
Jaque Mate
Mistinguette
Pasional
Para Bellum
De rodillas
Algún día…si acaso
La inalterable ruta de los Reyes Magos
Como las sirenas
Cuprins
Intrusa
Coşmarul unei nopţi de vară
Coşmarul unei nopţi de vară
Şah mat
Mistinguette
Cu pasiune
Para Bellum
În genunchi
Poate că într-o bună zi..., p
Drumul neschimbat al Regilor Magi
Ca sirenele
Opiniones críticas
Profil cultural
La intrusa - 1
Nos conocimos un verano de sol y arena. Éramos muy jóvenes y jugamos a
amarnos. En el juego el Amor nos desbordó. Fue tan grande y tan pleno que no
supimos qué hacer con él y se quedó confundiéndonos. Entendimos entonces que ya
nunca otro, que eran sin final su rostro y mis manos. Su piel mi piel.Nos
casamos casi niños en un juzgado de barrio. El juez, con la bandera de la
patria atravesada en el pecho y los lentes apenas apoyados en su nariz, nos
miraba muy serio sin entender nuestra risa, nuestra radiante felicidad, nuestro
irresponsable amor. Rodeados de familiares y amigos juramos que sí. Recibimos
besos, estrechamos manos, lanzamos al aire el blanco ramo de flores y huimos
juntos bajo la nube de arroz que nos auguraba felicidad.
En los primeros años de casados vivíamos en un hotelito céntrico cerca
de nuestros empleos. Yo trabajaba en una tienda en la Avenida 18 de Julio.
Y él en una sastrería de la calle San José. Nos íbamos juntos por la mañana,
casi corriendo. Él tironeándome de la mano, yo medio dormida siempre más atrás.
Volaba la mañana y apenas sonaba el timbre que anunciaba el final
de la media jornada, salíamos apresurados para encontrarnos en un bar de la
calle Convención.
Almorzábamos mirándonos a los ojos, para comprobar que estábamos. Que
éramos de verdad el uno del otro.
Era una fiesta esperarlo a las siete de la tarde, cuando pasaba a
buscarme. Nos íbamos abrazados por aquellas veredas angostas, llenas a esa hora
de empleados de todos los comercios del Centro de aquel perdido,inocente Montevideo.
Llegábamos a nuestra pequeña pieza del
hotel donde hacíamos el amor descubriéndonos cada día. Afirmando aquel amor con
la absoluta seguridad de que jamás, nada ni nadie lograría separarnos. Soñando
después con la casa que algún día tendríamos y con los hijos que vendrían.
Dos años nos llevó la espera. Un día alquilamos un departamento en
Andes y Colonia. Fuimos´construyendo nuestro hogar paso a paso. Despreocupados
y felices.
No sé bien qué pasó entonces. Tal vez lo nuestro era demasiado hermoso,
demasiado perfecto. Los dioses nos envidiaron y apareció la intrusa. Surgió de
la nada. De las sombras. Calladamente. Fijó en mi hombre sus ojos seductores y
abriendo una brecha entre los dos trató en vano de minar mi amor. Lo conquistó
con astucia y comenzó a llevárselo lentamente.
Siempre supe que no quería irse
y dejarme sola. Que intentó resistirse. Pero ella es muy hábil. Desplegó ante
él todo el poderío de su atracción. Lo envolvió quebrando su resistencia.
Doblegándolo. Adueñándose de su vida que era mía. Cuando reconocí su existencia
ya estaba instalada entre los dos. Intenté sacarla de mi terreno enfrentándola
en una lucha desigual. Ella se ocultaba, no se dejaba ver. Siempre supo que
triunfaría, que podía más. Yo no lo sabía, y en una jugada desesperada
puse sobre la mesa todo lo que tenía para alejarla. Para que lo olvidara.
Le ofrecí mi vida a cambio. Mi presente, mi futuro. Pero no alcanzó. Más de una
vez me dio esperanzas y me engañó. No me dio chance. Me cerró los caminos. Lo
fui perdiendo casi sin darme cuenta. Tampoco él se dio cuenta de que
estaba dejándome hasta el día que se fue para no volver. Me miró desde lo
más profundo de sus ojos cansados y tristes. Intentó hablarme, despedirse, y no
pudo. Ella ya estaba allí. Esperando.
Impotente lo vi partir. Me quedé con los brazos extendidos queriendo
retenerlo. Se quebró en mi garganta su nombre mil veces repetido. Quise partir
también más, no era mi momento. Desafiante la intrusa me hizo a un
lado, condenándome a vivir sin él. Perdimos el futuro y nuestros hijos
dibujados en el viento. Caía la tarde cuando lo acompañé por el camino de los
altos pinos.
Junto a su nombre, dejé una flor.
Pesadilla de una noche de verano - 2
Todo ocurrió durante las fiestas de fin de año. El 15 de diciembre, nos
reunimos varios amigos para despedir el año en la casa de uno de ellos
en La Floresta. El día estaba ideal. A las siete y media
empezaron a llegar los primeros. Se instalaron junto al parrillero, comenzaron
por prender el fuego, preparar el mate, destapar la primera botella de
whisky y disponer el cordero en la parrilla. A las once
de la mañana se había completado el cuadro. El encargado de la parrilla, alardeaba de su
condición de asador repartiendo picadas de chorizos, morcillas y chinchulines.
Se habían abierto dos botellas de whisky y había entrado en escena la primera
damajuana de tinto. A las cinco de la tarde terminamos de comer.
Algunos se fueron a dormir un rato y otros a la playa a jugar al fútbol
en la arena. Los demás continuamos. A las ocho de la noche, empezamos a comer
otra vez el asado frío, el resto de las ensaladas, el helado, el vino y el
whisky que habían sobrado del mediodía. A las diez de la noche, más alegres que
nunca y próximos a un ataque al hígado, nos volvimos.
Yo llegué a mi casa cerca de las doce de la noche, le di un beso a
Daniela, y no sé si me saqué la ropa o me la sacó ella. Me dormí de un tirón, y
allí empezó mi pesadilla. Me había convertido en un
gato.
Parece que yo, o el gato, era un vagabundo que andaba maullando
por las calles de un barrio desconocido. Y de pronto entre esas casas
extrañas descubrí mi casa y traté de entrar. Busqué mi llave, pero no tenía
llave, ni pantalón ni nada, sólo cuatro patas y una larga cola. Recordé
entonces que la ventana de la cocina podría estar entornada, salté el muro con
una agilidad que me desconcertó, entré y me dirigí al dormitorio donde mi
esposa dormía.
Subí a la cama y hecho un ovillo me acomodé en mi lugar. A la mañana
siguiente cuando Daniela se despertó yo estaba en el fondo de la casa echado al
sol. Cuando me vio se alegró:
— ¡Pero gatito! Qué haces echado al sol. Yo me acerqué e intenté
decirle quién era, pero sólo me salió un maullido. Entonces me tomó en sus
brazos y me llevó a la cocina. Me dio leche tibia en un plato y me dijo: mi
amor, no te puedes quedar. Tienes que
irte. A mi esposo no le gustan los gatos. Me destrozó el corazón.
De pronto como un ventarrón entró el Pelé y se me vino al
humo ladrando como un desaforado. Pegué un salto y quedé parado encima de la
heladera con el lomo arqueado y los pelos erizados. Daniela trató de calmar al
perro, que al parecer, él sí, me había reconocido. Era evidente que
quería vengarse de mis malos tratos y de algún par de patadas que le había dado
por echarse sobre la cama. Por fortuna el perro adora a mi mujer, le hizo caso
y por el momento me dejó en paz.
Y en eso estaba cuando sentí las caricias de Daniela. Me desperté
transpirando y aterrado, pero agradecido de que todo aquello hubiese sido sólo
un sueño. Entonces al ver que estaba despierto me dijo mimosa:
—Gatito, ¿con quién soñabas? La miré y la encontré tan seductora,
mientras me extendía los brazos, que me olvidé del bendito gato. Recordé que yo
era un hombre, el hombre que ella estaba esperando…
Desde el 16 de diciembre hasta Nochebuena no probé una gota de alcohol.
En Nochebuena me tomé todo. Pasamos en casa, con un matrimonio amigo y mis
cuñados con sus esposas. Comimos una cena fría preparada entre todas las
mujeres. Empezamos temprano con los brindis, y terminamos en la tardecita de
Navidad. Mi esposa y las esposas de mis cuñados limpiaron la casa. Cuando se
fueron yo estaba muerto. Quedé dormido hecho piedra, en el sofá del living.
Daniela, que no logró despertarme, se fue a dormir sola y dejó que yo
siguiera durmiendo tranquilo.
Entonces volvió mi pesadilla. Esta vez yo andaba por los techos de las
casas del barrio peleando con otros gatos. Los vecinos tiraban piedras y
los perros ladraban. Anduve corriendo por las calles, casi me pisa un auto.
Hasta que al fin llegué a mi casa. Como ya sabía lo de la ventana de la cocina,
entré por ahí. En mi plato en el suelo había leche, la tomé con gusto, fui al
dormitorio y me ovillé junto a Daniela que me oyó y me dijo:
—Gatito…, y siguió durmiendo.
Me dormí ronroneando.
Cuando el 26 de diciembre
desperté, me sentí bien, ágil, despejado. Preparé el baño. Mientras me bañaba
creí advertir que mis uñas habían crecido demasiado y que el vello, que
normalmente cubría mi cuerpo, era más oscuro y abundante. Tal vez eran
figuraciones mías. No le di importancia, me sequé la cabeza y fui a
la cama con Daniela que dormía voluptuosa. Esta vez la desperté yo.
Daniela. Daniela es maravillosa. Es una muchacha buena, simple y
crédula. Cree en cosas que ya nadie cree. En el mal de ojo, en la paletilla
caída y en que todos somos iguales ante la ley. Cree que si eres buena
persona Dios te premia. Cree en Dios, en los políticos de su partido y en la garra
charrúa. Cree que un día vamos a vivir mejor y cree en los sueños. Por
eso nunca le conté de mis pesadillas infernales. Con seguridad se hubiese
puesto a rezar por la salvación de mi alma, que ella vería en peligro de
perdición. Era preocuparla sin motivo. Aunque hoy no sé si no hubiese sido
bueno contarle, por lo menos, lo del gato.
Del 26 al 31 de diciembre, estuve un poco extraño, me daba
por dormir de día y de noche tenía deseos de salir a caminar. El 31 pasamos en
la casa de mis suegros. Éramos como treinta. Todos llevaron comida, asaron un
lechón. Había de comer como si no fuésemos a comer nunca más. Y de tomar: dos
boliches y medio. Llegamos a casa a las 10 de la mañana del 1º de enero, yo no
sabía dónde estaba ni quién era. Dormí todo el día, de noche me levanté
sigilosamente, salí afuera, y desaparecí por los techos.Daniela desconcertada
por mi desaparición, preguntó a mis amigos, a mis familiares y a los vecinos.
Nadie pudo darle noticias sobre mi paradero. Por lo tanto esperó un par de días
y empezó a llorar. Creyó que la había abandonado. Nunca la abandoné. El día que
supuso que la había dejado, encontró echado en el fondo de casa un gato negro.
Lo tomó en sus brazos le dio leche tibia y le dijo que tenía que irse porque su
marido no quería gatos en la casa. Yo le dije medio serio:
—Mami, soy yo, tu marido, qué decís.Ella no entendió, me sacó para
afuera y cerró la puerta.
Poco a poco fue dejando de esperar a su marido, convencida de que ya no
volvería. Por lo tanto me fui quedando en casa, me daba leche tibia y carne
cruda. No estaba mal y era abundante. Los primeros meses lloró mucho, salió a
buscarme por los hospitales y las comisarías. Fue hasta la morgue. Y no me
encontró, claro. De modo que al no encontrarme ni muerto, ni enfermo se puso como
loca, al pensar que me habría ido con otra mujer.Mientras tanto me hice
dueño de casa. Mi mujer y yo teníamos una extraña relación. Desde mi condición
de gato la seguía amando, me gustaba dormir en su regazo, le andaba detrás por
la casa y le maullaba mimoso. Por su parte, ella me acariciaba, me acunaba en
sus brazos, y volcaba en mí toda su ternura pues, en cierto modo, creo
que había reemplazado a su marido, al llenar en su afecto el espacio que él
dejó.Nuestra convivencia era casi perfecta. Por las noches yo la abandonaba y
durante el día era su más ferviente adorador. Era un gato feliz. No necesitaba
nada más. Y ella, bueno, yo creía que ella tampoco necesitaba nada más.
Hasta que un año después, cerca de la Navidad, vino a cenar
un antiguo amigo mío. Cuando llegó el invitado ella me tomó en sus brazos me
dijo:
—Gatito lindo, y me sacó para afuera.
Eran las leyes del juego. De todos modos la noche y su misterio me
llaman. Recorro los techos, los tarros de basura. Los vecinos me tiran piedras
y los perros me ladran. Anoche, después de una trifulca, volví a casa con el
cuerpo dolorido. Tomé la leche que Daniela me deja siempre en la cocina y
fui al dormitorio a dormir con ella como todas las noches.
Pero no pude. Mi lugar estaba
ocupado.
Jaque Mate - 3
Serían poco más de las diez, aquella noche de mediados de agosto, había
en el aire un anticipo de primavera. Terminaba de dictar clases y me iba
abrazado a un montón de escritos para corregir. Bajaba las escaleras de la
Universidad y vos subías apresurado. Al cruzarnos, casi sin detenerte, me
dijiste que te esperara en el bar donde solíamos reunirnos, pues tenías
que hablar conmigo.
Esa noche yo había programado no acostarme hasta terminar de corregir
las pruebas. De todos modos entré al bar, encontré una mesa libre junto a
la ventana que da a la avenida me senté y pedí un cortado. Nuestra
amistad databa de muchos años y si tenías algo urgente que decirme mi deber de
amigo era escucharte. No habían pasado diez minutos cuando entraste al
bar.
Te sentaste frente a mí y el mozo te alcanzó un café. Estabas
alterado. Gesticulabas nervioso. Traté de adivinar el problema que, sin dudas
te acuciaba, pero mi imaginación se estrelló ante tu seriedad para revolver el
café. Encendí un cigarrillo y esperé a que hablaras. De pronto abriste la boca
y de ella las palabras salieron a borbotones.
—Manuel —dijiste sin preámbulo—, voy a dejar a Yanina. No
hice ningún comentario y continuaste. —Es una situación difícil, pero no
me queda otra salida. Me voy con Estela. Quería contártelo yo antes que te
enteraras por otra persona.
Comenzaste a beber tu café. Al principio no supe qué decir. No sé qué
se acostumbra en estas circunstancias. Traté de salir del paso con lo primero
que se me ocurrió.
— ¿Lo pensaste bien?
—Sí Manuel —me contestaste—, Estela me gusta, me siento bien con ella y
no quiero perderla ¿entiendes? Me sentí confundido y —no, no te entiendo
—te dije. Entonces el que no supo qué contestar fuiste vos. Aproveché el lapsus
y te pregunté por tu mujer.
— ¿Yanina no está esperando su primer hijo en estos días? —Sí
—afirmaste. — ¿Y la vas a abandonar ahora, cuando más te necesita?
—Manuel —te apresuraste a contestar—, mi relación con Yanina llegó a su
fin, no puedo quedarme a su lado porque va a tener un hijo. No te pido que me
comprendas, pero las cosas se dieron así. Estela apareció de golpe en mi
vida. Estas cosas pasan. No tienen explicación.
Me di cuenta entonces que lo tenías
resuelto, que no tenía caso lo que yo pudiera opinar. Decime,
Juan, ¿vos la querés a Yanina? —La quiero, sí, pero no la amo. Te voy a
explicar...
—No, no me expliques, yo sé la diferencia que existe entre querer y
amar. Espero que vos también la sepas y no te equivoques. De todos modos
si ya decidiste cómo resolver la situación yo, como amigo ¿qué puedo
decirte?
—No digas nada. Ya renuncié a mi puesto en la facultad y mañana nos
vamos del país.
— ¿Te vas del país? ¿Para dónde se van Juan?
—No me preguntes —me contestaste—, después te escribiré.
—Pero ¿y tu hijo? —Insistí — ¿no te importa lo que pueda ser de
él?
—Yanina tiene pasta de madraza — afirmaste—, no va a necesitar de mí
para criarlo.
En ese momento hubiese querido decirte muchas cosas, hasta de
moral te hubiese hablado. De hombría. Pero entendí que sólo deseabas
informarme, no pedirme una opinión. Te miré a los ojos y te desconocí. Me
sentí caer en un pozo profundo donde las palabras y mis sentimientos se
entremezclaban. Traté de poner mi mente en orden hilvanando una buena frase que
te hiciera recapacitar, pero permanecí mudo. Ausente. Te pusiste de pie y nos
estrechamos las manos. Chau Manuel. Hasta siempre Juan. Te fuiste sin
mirar atrás. Yo pedí otro cortado y me quedé en el bar donde, un par de años atrás,
habíamos conocido a Yanina.
Estrenábamos nuestros títulos de Profesores de Español.
Siempre fuiste ganador, simpático, entrador. Te sobraban las mujeres.
Yanina apareció una tarde con una amiga. Eran estudiantes de la
Facultad de Humanidades. Nos impactó a los dos, pero yo no tuve
oportunidad vos ya te le habías acercado. Al poco tiempo ella dejó de
estudiar y se fueron a vivir juntos. A veces la amistad no nos da tregua.
No sólo a Yanina le fallabas, al fallarle a ella me fallaste a mí. Te vi salir
del bar y perderte entre la gente. Y por veinte años no te volví a ver.
Hoy llamaste a la puerta de mi casa y a mi hija menor le
preguntaste por mí. Te invité a pasar. Ni siquiera me extrañó tu
presencia en mi casa. Siempre supe que un día u otro nuestros caminos volverían
a cruzarse. Estás igual. Más veterano, como yo, pero al verte se
nota que la vida te ha mimado. Conversamos de tu vida y te pregunto por Estela.
Que sí, me decís, seguís con ella. Las cosas no resultaron como esperabas, pero
bueno, a veces las cosas no se dan. No, no tuvieron hijos. La maternidad nunca
estuvo en los planes de Estela. Por lo demás te ha ido bien. Estás radicado en
Caracas, viniste por unos días a Uruguay pero ya te vas. Encuentras hermoso a
Montevideo. Todavía lo extrañas. Quieres saber de mí. —Me casé —te digo—,
tengo tres hijos. Quédate a almorzar así conoces a mi familia. ¿Económicamente?
Con dificultades, porque la situación en el país está muy complicada. Sigo de
profesor en la universidad y doy clases en dos liceos. ¿De mis hijos? Los
dos mayores son varones y están en la facultad. La más chica todavía no terminó
la secundaria. Mi familia es toda mi riqueza.
—Vamos —te digo—, pasemos al comedor, mi familia ya está
reunida.
— ¿Ves, Juan? Estos son mis tres hijos. ¡Yanina! ven amor, acércate,
tal vez te acuerdes de este amigo que tuve hace muchos años.
Hoy va a almorzar con nosotros.
Mistinguette - 4
Era invierno y casi noche. Apagué la computadora, las luces de la
oficina, crucé la bufanda debajo del sobretodo y bajé a la calle. Los
transeúntes, envueltos en sus abrigos, cruzaban apresurados. Subí por Sarandí
hacia la Plaza Independencia rumbo a mi casa. Caminaba abstraído, con
la mente en blanco, sin prisa, sin tiempo. La vi venir hacia mí, al cruzar la puerta
de la Ciudadela. Era una muchacha alta y delgada de ojos oscuros y
cabello claro; vestía un tapado rojo fuego y botas altas de taco fino. La miré
sin querer y me encontré con sus ojos. La seguí mirando porque ella no apartaba
su mirada de la mía. Al cruzarnos se detuvo.
—Voy bien para llegar a Río Negro —me preguntó en un español
afrancesado.
—No —le contesté sorprendido—, vas al revés. Río Negro queda cinco
cuadras para atrás.
—Es por tu camino —quiso saber.
—Sí —le respondí obligado—, yo vivo un poco más adelante.
—Te molesta si vamos juntos.
—No, no. Por favor... vamos.
Comentó, mientras atravesábamos la plaza, que hacía poco más de un año
vivía en Montevideo. Era francesa y había venido enviada por su gobierno para
suplir en la embajada de Francia, a una empleada que se retiraba. La
noche abrazaba la ciudad, no quise ser descortés y la invité a tomar un coñac
en el bar Rex. Subimos al piso de arriba. El ambiente era agradable. Ella
conversaba como si fuésemos viejos conocidos, se llamaba Madeleine. Me contó
que vivía con sus padres en un barrio de los suburbios de París en una casa
antigua, con sótano y bohardilla, con balcones pequeños y
enrejados hacia la calle y un jardín, al fondo, con rosas y magnolias.
Que, si bien extrañaba a su país, se había enamorado de Montevideo desde el
mismo día que llegó. Dijo también que acababa de cumplir veinticinco años y
estaba acostumbrada a viajar por el mundo desde muy pequeña, por eso tenía la
facilidad de adaptarse a los distintos lugares donde tuviese que
vivir. Hablaba con gran soltura. Cautivaba oírla. Su voz tenía ese suave
acento que da la mezcla del idioma francés con el español. Dijo, entre otras
cosas, que vivía en un departamento con la sola compañía de una gata mimosa,
de tres colores, que tenía un ojo verde y otro amarillo. Una gata que
encontró una noche dentro de una caja de zapatos, al volver de la embajada,
maullando de hambre en la puerta del edificio. Que al verla allí tan chiquita e
indefensa se la llevó con caja y todo a su departamento. Recordó que al tomarla
en los brazos le llamaron la atención sus patas tan largas, con relación
a su cuerpo y que al verla caminar se le ocurrió llamarla Mistinguette, como
una actriz y bailarina francesa muy famosa, dijo, de la primera mitad del
siglo pasado, que había asegurado sus piernas en un millón de francos.
Al oír esto, yo que soy gardeliano, pude añadir un vocablo a la
historia: conozco la existencia de La Mistinguette, le dije, fue una
bailarina del Paris cabaretero del siglo XX, cuyo verdadero nombre era
Jeanne Bourgeois. Sé de ella porque en el año 1929 Carlos Gardel, que se
encontraba en Paris, intervino en un festival donde actuaron
figuras relevantes como, La Mistinguette y Maurice Chevalier. También
compartió cartel con ella en Niza, donde Gardel conoció a Charles Chaplin.
Al comprobar que yo tenía conocimiento de la existencia de su
coterránea y había agregado a su relato un pequeño detalle, se le iluminó la
cara, la vi reír abiertamente y sin dejar de mirarme dijo:
— ¡Sabía que eras capaz de hablar más de cuatro palabras! También yo me
sorprendí. Hacía mucho tiempo que nada me conmovía, nada me llamaba la
atención. De todos modos esa noche, en el bar de 18 de Julio y Julio
Herrera y Obes, junto a aquella muchacha veinteañera que hablaba sin
parar, contándome su vida, como si fuese yo un joven como ella y no un
viudo que había pasado los cincuenta, sentí como si algo en mí volviera a
renacer. Volviera a tener presencia.
En ese primer encuentro hablamos mucho, Madeleine me contagió su
magnetismo y yo también le conté parte de mi vida. La noche se alargaba y
seguía su curso, fue entonces cuando ella me invitó a tomar un café en su
departamento.
—Vamos — dijo—, me gustaría que conocieras a
Mistinguette. Yo no quería ir, ni quería quedarme. Me di cuenta entonces
que el vivir aferrado a un recuerdo me había hecho perder la seguridad en mí
mismo, que siempre había ostentado frente a las mujeres. También pensé que el
hecho en sí, no comprometía en nada mi decisión de vivir solo. De modo
que acepté y nos fuimos caminando a su departamento que, extrañamente,
estaba ubicado en uno de los edificios de la circunvalación de la plaza
Zavala, en plena Ciudad Vieja.
Creo que mientras caminábamos me pregunté hacia dónde pensaba
ir cuando me interceptó en la plaza para preguntarme por la calle Río
Negro. De todos modos, ella a mi lado hablaba tanto que me distraje y no le
pregunté. Después, ya no tuvo importancia.
Cuando llegamos al apartamento era pasada la medianoche. Hacía mucho
frío y un viento huracanado soplaba sin tregua desde el mar. El
apartamento de Madeleine era pequeño pero muy confortable. Tenía un solo
dormitorio y un living muy espacioso con muebles, alfombras y muchos adornos.
La joven encendió la calefacción, puso un disco con música lenta y preparó
café. El ambiente estaba dado. Ya nos conocíamos. Nos encontrábamos solos en la
penumbra de aquella habitación. No cabían las palabras.
Esa noche inauguramos una relación apasionada. Yo, reacio, seguro
de que esa relación no perduraría. No sucedió así y ella, con el tiempo, fue
enamorándose de mí. Deseaba casarse conmigo y que fuésemos a vivir a Francia,
cuando ella cumpliera el plazo de su estadía en Uruguay. Yo no sé
si llegué a amarla realmente, si la amé y no quise perjudicarla o
si simplemente tuve miedo y no me animé a seguir la vida con ella.
Madeleine era muy joven, muy hermosa, alegre y llena de vida. Vivía la vida
soñando con el futuro, con hijos. Yo ya era el futuro, le llevaba más de
veinticinco años, no albergaba venideras expectativas. Se lo decía. Que
necesitaba a su lado un hombre joven como ella, con sueños, con esperanzas.
Pero no ponía atención, no creía lo que le decía. Entendía que la felicidad no
está en la edad que pueda uno tener, sino en desear o no ser
feliz. Vivimos poco más de dos años juntos y separados. Un poco en mi casa
y un poco en la casa de ella. Un día le avisaron de Francia que tenía que
volver a su anterior empleo en París. Lloró como una niña rogándome que fuera
con ella. Diciéndome que si prefería, renunciaba a su empleo y se quedaba
conmigo, que estaba segura de que yo la amaba, que no me cerrara al
amor. Más de una vez estuve a punto de pedirle que se quedara conmigo. Más de
una vez, por no verla llorar, estuve en un tris de decirle que iba con ella.
Más de una vez. Y me contuve. Madeleine se fue una primavera llevándose a
Mistinguette y yo me hundí en la soledad y en la amargura. Durante mucho
tiempo me escribió cartas desde Francia, que nunca contesté. Hace unos años
recibí la última donde me anunciaba su próxima boda. No volvió a
escribir. Nunca más. Hoy que han pasado tantos años de aquellos
días de amor apasionado, sigo pensando que hice bien en no permitir que
Madeleine se atara a mi amargura. No hubiera sido feliz a mi lado. Ella fue una
lucecita que alumbró mi vida en el momento en que más solo y perdido me
encontraba. Yo no cambié, no hubiese cambiado nunca. Soy un tipo triste,
solitario. Me regodeo con mi soledad. Sigo añorando la esposa que perdí, rehúso
que otra mujer borre su recuerdo. Ni siquiera una mujer que me amó y pude haber
amado. Vivo solo, no acepto a nadie a mi lado. No necesito a nadie. En mi casa
sólo tengo una gata que apareció hace un tiempo. Una gata negra, con el bigote
y las patitas blancas. Al principio traté de echarla, de dejarla afuera, pero
se empecinó tanto, tanto, en quedarse, que al final la dejé. Por un recuerdo
querido que guardaré para siempre, de nombre le puse: Mistinguette.
Pasional - 5
La casa de Parque del Plata la alquilamos, el primer año de
casados, para pasar las vacaciones de verano. Era una linda casa, cómoda,
de fondo con parrillero bajo los árboles. Durante dos años pasamos allí,
con mi esposa Sonia, el mes de mi licencia anual. Después, cuando nacieron mis
hijos Álvaro y Noelia, decidimos, en lugar de alquilar por un mes, hacerlo por
los tres meses de verano para que los chicos disfrutaran por más tiempo de la
playa y del sol.
En aquella época estaba empleado en los escritorios que unos
estancieros, concesionarios de lana, tenían en Agraciada y Buschental.
Un día decidimos, con Sonia, alquilar la casa por todo el año. Hablamos
con los dueños y comenzamos a pasar allá largas temporadas. Habíamos terminado
de pagar la casa de Williman, los chicos estudiaban y llevábamos una vida
feliz. Y creí que eso era todo.
¡Qué equivocado estaba! Eso fue sólo el principio.
Recuerdo que acababa de cumplir los cuarenta y dos años cuando
en la oficina decidieron tomar tres empleados más para agilizar un poco
el papeleo, dijeron. Pusieron un aviso en el diario y se presentaron más de
treinta jóvenes de ambos sexos. Seleccionaron a tres de ellos: Aníbal,
Elena y Noel. Noel quedó en mi sector. Tenía dieciocho años y la belleza
y el desparpajo de la propia juventud. Su entrada a la oficina me
inquietó. Traté, por lo tanto, de enfrascarme en mi trabajo e ignorar su
presencia. Fue inútil.Durante todo el tiempo que pude intenté negar el
sentimiento que crecía y me ahogaba cada día más. Me lo negué a mí y lo oculté
a los demás.
Noel revoloteaba todo el día alrededor mío. Preguntaba mil cosas
del trabajo que decía no entender. Me hablaba de su casa, de sus plantas. De su
mamá. De la película que había visto el sábado y de la comida que comió el
domingo.Su hostigamiento no conocía la piedad.
Yo no quería que me contara nada. No quería que me hablara. Que
me mirara, entrecerrando los ojos, mientras tamborileaba con los dedos
sobre su escritorio. Que bebiera coca por el pico de la botella con sus
ojos fijos en mí. No quería. Que pasara la punta de la lengua sobre sus
labios o jugara con la lapicera en la boca, haciéndola rodar sobre sus dientes.
Que siguiera mirándome.
Que me sostuviera la mirada desafiante. Juro que no quería. Me resistí.
Juro que me resistí.Yo era feliz en mi casa, con mi mujer, con mis hijos.
Con mi perro.
Empecé a ponerme irascible, nervioso. Discutía con Sonia por cualquier
tontería, culpándola siempre a ella de nuestras continuas disputas. A no
soportar a mis propios hijos a quienes amaba. No poder, por las noches,
conciliar el sueño. Esperar que amaneciera el nuevo día para escapar de la cama
y de la casa que me asfixiaban. Salir como un poseído, a caminar por la
playa. Caminar, caminar, aturdirme...caminar...
Muchas veces íbamos solos para Parque del Plata. Mis hijos ya estaban
grandes, tenían sus compromisos, sus amigos, y preferían quedarse en
Montevideo. Yo me quería ir de cualquier manera. Necesitaba pasar todo el
tiempo posible junto al mar que siempre ha calmado mis nervios. Alejarme
de aquel círculo agónico que cada día se cernía más sobre mi conciencia. Sonia,
ajena, inocente, me acompañaba feliz. Iba conmigo adonde yo fuera. Ella fue siempre
incondicional mía. Me amaba.
Una tarde Noel me preguntó si cuando saliéramos podía ir conmigo hasta
Las Toscas, pues iba a la casa de una amiga a pasar el fin de semana.
Traté de inventar una excusa creíble y oí su voz que me urgía: — ¿me llevas?
Desconocí mi propia voz cuando le contesté: — sí, te llevo. Subió conmigo en el
auto. Llevaba su cabello largo atado con una gomita sobre la espalda. Un
vaquero desflecado, una remera descolorida y una mochila negra enganchada al
hombro. Parecía más joven de lo que era en realidad. Tomé la ruta sin hablar
una palabra. Noel tampoco hablaba. De todos modos, no necesitaba mirar su
rostro para imaginar la expresión de triunfo que reflejaba. La tarde estaba
fresca, pero no como para que se acercara tanto a mí. Casi me impedía manejar.
Miré sus manos de uñas recortadas, casi rentes, jugar con los botones de la
radio. Antes de llegar a Salinas dijo que tenía frío y se apretó a mí con
impudicia. Había oscurecido. Entré por una de las calles deshabitadas del
balneario y detuve el auto. Noel se soltó el pelo. Su boca se entreabrió en una
sonrisa de dientes blancos. Perfectos.Su boca hambrienta.
Lo que sucedió después fue un vértigo alucinante que nubló mis
sentidos, mi razón. Borró de un soplo la vida pasada y dejó ante mí un
abismo como única opción. En el que caí. Vencido. Sin oponer resistencia.
Que en un lapso que no puedo en este momento discernir, me
llevó a entregar la casa de Parque del Plata y alquilar en el Centro un
apartamento para Noel. Pasé, desde entonces, a llevar una doble vida. Comencé a
faltar noches enteras de mi casa, algo que nunca había hecho antes.
Inventé salidas al interior por asuntos de trabajo. Horas extras,
balances urgentes. El asunto era escapar, del que por años había sido mi hogar,
para pasar unas horas en compañía de Noel.
Mi mujer, que creía en mí a pie juntillas, jamás dudó con
respecto a las distintas artimañas que yo fraguaba ante mis continuas
deserciones. No obstante, estaban mis hijos. Ellos comenzaron a dudar.
Anduvieron averiguando.
Una tarde fueron a esperarme al trabajo y me siguieron hasta el
apartamento. Como demoraba en salir del edificio subieron y
tocaron timbre. Noel abrió la puerta. Llevaba sobre su cuerpo solamente
un pequeño short con el botón de la pretina desprendido y los pies descalzos.
Detrás estaba yo. Los muchachos de una sola mirada entendieron todo.
Recuerdo que intenté hablar con ellos, pero no quisieron escucharme.
Dieron vuelta y se fueron casi corriendo. Aún puedo ver sus rostros demudados,
sus ojos empañados fijos en los míos.Aún siento el cimbronazo de su dolor.
Le contaron todo a la madre. Volví a mi casa, después de varios
días, a buscar mi ropa. Mi mujer estaba destrozada. Fue una situación muy
penosa. Yo tenía poco que decir y ella no quiso saber nada. Me fui consciente
del dolor que infringía a mi familia. Pero no me importó. Por mucho tiempo no
supe de ellos. Después me enteré que Sonia estuvo enferma, que cayó en un pozo
depresivo del que le costó mucho reponerse. Hasta que hace unos años se fue del
país. Mi hijo, Álvaro, había conseguido trabajo en España y en cuanto pudo
alquilar una casa mandó buscar a la madre y a la hermana. Nunca más supe de
ellos.
Reconozco que para muchos es ésta una historia amarga, de la que
soy único responsable, pero es la vida que elegí llevar. Tal vez usted
piense que soy un monstruo, un maldito. Sin embargo, no soy una mala persona.
Me considero un hombre de bien. El daño que le hice a mi familia no lo pude
evitar. Créame. Con Noel viví una maravillosa locura. Fuimos rechazados muchas
veces por la gente. Vivimos recluidos. Cambié varias veces de trabajo. Pero
nada de eso fue obstáculo que impidiera nuestra dicha. Nos bastaba con estar
juntos. Nada más. Así transcurrieron veinte años.
Una mañana despertó y se abrazó a mí. Voy a morir pronto,
me dijo, pero no quiero que sufras, yo te estaré esperando y volveremos a estar
juntos. Al escuchar sus palabras sentí que se me helaba el corazón.
—¿Qué dices? ¿Quieres volverme
loco?, le grité. Noel se apartó y comenzó a reír con aquella entrañable
risa suya que calmaba mis enojos, mis dudas, mis miedos. —¡Tonto, me
dijo, es una broma! Yo no voy a morir nunca. ¡Jamás te dejaré! Seis meses
después moría en el hospital víctima de un virus, una enfermedad extraña
que los médicos desconocían. Tenía treinta y ocho años.Parecía dormido en la
blanca cama del hospital. Tenía su mano entre mis manos, su mano aún tibia, con
las uñas recortadas casi rentes.No lloré, no grité ni maldije. Estaba vacío por
dentro. Estaba más muerto que él. Y así sigo. Esperando que la parca venga a
buscarme para volver con Noel. Mi Noel. El muchacho desfachatado que entró a
mi vida sin permiso y se quedó para siempre. Por quien no me importó
perder a mi mujer, mis hijos, mis amigos, mi trabajo. Por quien me vi
obligado a comenzar una nueva vida .Afrontando a la gente. A
mis prejuicios. Enfrentando a Dios.
Para
Bellum - 6
La Luger, apostada sobre el anaquel de la armería, observaba al hombre
que acababa de entrar. De pie a cabeza. De la cabeza a los pies, lo observaba.
El hombre se dirigió al encargado de ventas. Pidió ver rifles para caza mayor.
Para caza de jabalíes, especificó. Bien dispuesto el vendedor se dirigió hacia
una vitrina reservada, de donde retiró dos rifles excepcionales. Tomó uno de
ellos con mira telescópica y culata estilo Europeo, lo apoyó sobre el amplio
mostrador y sin soltarlo de sus manos le fue explicando.
—Este es un rifle excelente para todo tipo de cacería ya sea de batida,
montería, espera y hasta de rececho. Es un Steyr – Mannlicher Classic, con
culata de cerrojo en madera de nogal seleccionada.
Lo dejó en las manos del hombre para que le tomara el peso y lo
observara al detalle. El cliente colocó el rifle bajo su brazo derecho, dejó
que su mano acariciara el gatillo con el dedo mayor apoyado apenas en la
cola del disparador, mientras su mano izquierda recorría lentamente el caño
desde la recámara hasta la boca de fuego. Lo tomó luego con sus dos manos, lo
observó de ambos lados, apoyó la culata en el hombro, la cara al costado y
elevó el cuerpo del arma hasta dejar la mira a la altura de sus ojos, como un
experto cazador. Luego, casi morosamente, lo devolvió.
La Luger, desde el anaquel, continuaba observando al hombre, las manos,
le observaba y se estremecía. Percibía sobre su propio cuerpo las
caricias que el hombre le prodigaba al rifle y una ola de fuego
comenzó a devorarla. Las pasiones más ocultas afloraron y los ardores
despertaron sus ansias. Y deseó a aquel hombre con desespero.Anhelaba el calor
de sus manos sobre su cuerpo frío, cobijándola en la ternura de una
caricia. Pero estaba allí, en aquel estante alejado del mostrador, sin
posibilidad de acercarse ni llamarle la atención. Sólo su mente, el alma acaso.
El espíritu de la Luger con su poder diabólico. Si él se fijara en ella.
Bastaría con que la mirara una sola vez y ese hombre sería suyo, y ella de él,
en cuerpo y alma, hasta el final de los días.
El vendedor dejó a un lado el rifle y tomó el segundo mientras le
explicaba:
—Este es también un excelente rifle para caza mayor especialmente para
caza de jabalí. Es un Rémington semiautomático modelo 750 de cerrojo, con
mira telescópica y calibre 35 whelen. Fíjese —continuó diciendo—,
que tiene la culata moldeada con una carrillera elevada para un rápido
alineamiento del ojo con el visor. Ideal para los cazadores que buscan tiros
rápidos y seguros.
Igual que con el rifle anterior, el cazador examinó minuciosamente el
Rémington que le alcanzaba el vendedor. Apoyó luego la culata en el hombro y al
levantarlo para alinear su ojo con la mira telescópica lo distrajo, por
un segundo, un brillo intenso y fugaz surgido sobre uno de los anaqueles a un
costado del mostrador. Bajó el rifle y quedó atento al punto exacto donde le
pareció ver una chispa de luz. Victoriosa, desde el anaquel, la Luger lo
seguía observando. Aquel hombre ya era suyo. Su espíritu siniestro había
logrado entrar en la mente del cazador.
El segundo rifle, el Rémington semiautomático fue el preferido. El
precio le pareció aceptable pidió que se lo enviaran y pagó con un cheque.
Antes de retirarse, intrigado, intentó descubrir qué exhibía el estante
donde le pareció ver una luz. De modo que consultó al vendedor quien lo
acompañó solícito.
—Son armas cortas —le indicó mientras las recorría con la vista—
revólveres, pistolas antiguas. Algunas originales.
—Esa es un Luger alemana —se interesó el comprador, al reconocer
el arma.
—Sí, está aquí hace unos días —afirmó el vendedor—, perteneció a una
familia alemana. El dueño murió y los deudos quieren deshacerse de ella.
Es una Luger Parabellum 9mm, original —y agregó—, la pistola semiautomática más
célebre de todos los tiempos. Los dueños no quieren promoción —continuó
diciendo—, desean que se venda sin dar demasiada información sobre
ella. Si fuese posible a algún comprador que no le interese su pasado
bélico.
Tomó entonces el arma en sus manos y se la pasó al cazador
mientras le explicaba su estructura y funcionamiento.
Le comentó que el 9mm Luger, o la Parabellum 9mm, era un
cartucho para pistolas de uso militar creado en 1902 por el ingeniero
austríaco Georg Luger.
—Actualmente —agregó—, es el calibre adoptado por la OTAN, y por
varios ejércitos del mundo. Y, además, usada también como
arma deportiva, se la considera muy adecuada para cierta cacería menor y
en algunos casos especiales, para caza mayor de montaña.
El cazador escuchaba las referencias del vendedor sin apartar la vista
de la Luger que tenía en sus manos. Nunca le habían interesado las armas
cortas, no entendía entonces por qué sentía una especie de atracción por esa
pistola de tan mala fama. Sin aclarar demasiado sus ideas decidió devolvérsela
al empleado que lo atendía, a fin de que volviera a colocarla en su lugar. Sin
embargo, en el preciso momento de entregarla, cambió de parecer y
resolvió llevársela consigo. Firmó un nuevo cheque y pidió
que no se la enviaran a su casa con el rifle pues —según explicó—,
él mismo la llevaría.
Un empleado colocó la Luger en su canana y luego en un estuche de
cuero. Después de envolverlo con mucho cuidado, como si fuese una joya de gran
valor, se lo entregó al cazador.
Si bien, esa tarde, la venta se había realizado sin tropiezos para la
armería que se deshacía con rapidez del arma, como esperaban sus anteriores
dueños; no sucedió lo mismo con el cazador que subió al auto y en
una acción imprevista abrió el estuche, retiró la pistola, la
colocó junto a su pecho en el bolsillo interior de su chaqueta y
resuelto, hundió a fondo el acelerador. Después de hacer 200 Km sin detenerse,
desde la ciudad hasta su casa de campo, Adriano Sabatini llegó a punto para la
cena donde lo esperaban su esposa y sus hijos.
La familia Sabatini era dueña de una estancia ganadera herencia de
Edmundo Sabatini, padre de Adriano, quien, aunque llegó de Italia a mediados
del siglo XX con la idea de comprar tierras para sembradío; una vez establecido
decidió consultar con sus vecinos linderos, quienes le informaron que era éste
un país netamente ganadero, debido a la buena pastura y al agua abundante de
sus ríos y arroyos. Por lo tanto, el recién llegado, decidió cambiar su visión
y dedicarse a la empresa ganadera. Al principio organizó una estancia
tradicional o cimarrona que luego, ante los avances científicos y
tecnológicos, se convirtió en una moderna estancia ganadera.
La propiedad constaba de extensas zonas de pastoreo como también de
espesos montes cerriles, cruzados de arroyos, donde se albergaban feroces
familias de jabalíes que diezman constantemente las majadas.
Fue debido a dichos cerdos salvajes, y a algún puma que dos por
tres se avistaba por los cerros, que Adriano, desde niño, se había formado
cazador.
Esa noche, después de su regreso de la ciudad y antes de cenar con su
familia, Adriano dejó oculta en un cajón de su escritorio la pistola
Luger que comprara en la armería. No habló de ella. No la mencionó. Sí,
comentó del rifle y avisó que lo enviarían en breve.
De todos modos, esa misma noche antes de retirarse a su dormitorio entró
a su oficina y se detuvo un momento con la Luger en sus manos, acariciándola,
mimándola como si hubiese nacido entre ambos el hechizo de un amor prohibido.
Los días y los meses se fueron sucediendo y Adriano fue poco a
poco apartándose de su mujer. Rechazándola sin llegar, él mismo, a entender el
real motivo de su actitud. En los últimos tiempos solía permanecer largas
horas encerrado solo en su oficina.Nina, la esposa de Adriano, percibió
el alejamiento de su marido mucho antes de que él mismo se percatara. Trató en
varias oportunidades de hablar con él, pero Adriano estaba obnubilado.
Rehuía hablar del tema con su mujer. Nina entendió que la causa del
alejamiento de Adriano debía de encontrarse en su oficina, pues era allí donde,
cada día, pasaba más tiempo. De modo que, en la primera oportunidad que
se le presentó, se dirigió a la oficina de su esposo. Lo primero que hizo, una
vez que estuvo dentro, fue abrir el cajón del escritorio. Y encontró la
pistola. No dejó de llamarle la atención encontrar allí un arma. Una
pistola tan antigua —pensó—Tan vieja. Tan fea. Usada, parecía. La dejó a un
costado casi con desprecio. Nina no buscaba un fierro viejo. Nina buscaba algo
distinto, fino, delicado, perfumado tal vez. Algo que le hablara de otra mujer.
Sólo por ese motivo —creía—, su marido dejaría de amarla. Ella le había
dado tres hijos, lo había amado y lo amaba todavía. Si había llegado el fin de
aquel amor necesitaba conocer a su rival. Saber quién era la otra, como
era, por quién la estaba dejando. Saber si era más joven, más
inteligente, más hermosa.
—Y esta pistola ordinaria molestando —se dijo—, y desdeñosa la
tiró al fondo del cajón.
La Luger, cegada por el odio, leía los pensamientos de la mujer.
Maldita, maldita —pensaba—, y la envidia la corroía. Sabía que con una mujer no
podría nunca. Jamás lograría invadir la mente de una mujer. Son fuertes —se
decía— ven mucho más allá de lo que ven los hombres. Saben conquistarlos,
seducirlos, enamorarlos, poseerlos. Maldita —y dejó de mirarla—: Nina había
cerrado el cajón.
En los días que siguieron Adriano no modificó ni un ápice su modo de
vida, la situación ya establecida con su pareja se tornaba cada momento más
tensa y él no intentaba una solución. Permanente, en su conciencia, la imagen
de la Luger le hablaba sin voz y sin palabras. Ordenaba, decidía por él,
su vida y su futuro. Poco a poco abandonó el trabajo en el campo y
últimamente había delegado en el administrador de la hacienda todo lo
concerniente a su heredad, a su patrimonio. Se había despojado de sus bienes y
pertenencias que no eran sólo suyos, sino de su esposa y de sus hijos, para que
el administrador se encargara de manejarlos. Fue así perdiendo interés en todo
lo que lo rodeaba. Enfocadas las cosas de esa manera Nina pensó
intervenir por última vez. Una tarde en que Adriano se encontraba encerrado en
su oficina, Nina entró decidida a poner punto final a la historia.
Adriano se encontraba sentado. Sostenía en sus manos aquella vieja
pistola que encontrara ella una tarde en un cajón de su escritorio.
La sostenía no como se toma un arma para limpiarla o cometer
suicidio. La sostenía como…con afecto. Casi… ¿con amor...? Adriano le
hablaba muy despacio, muy lento. ¿Qué le decía su marido a aquel pedazo de
fierro viejo? Intuía que, el hombre, se estaba volviendo loco. No sabía
que ya había enloquecido del todo. Decidida se acercó al escritorio.
—Adriano, qué haces con esa arma en la mano. Te has vuelto loco —le
gritó enojada. Y trató de quitársela de entre las manos. Pero él no se lo
permitió. — No la toques —le gritó. Y la apretó junto a su pecho.
—Adriano, haz perdido la razón, te haz enamorado de una pistola vieja y
arruinada —le dijo más calmada.
—No es una pistola vieja ni arruinada. Es una Luger, legítima. De
colección. Y es mía y me necesita.
—Ella te necesita. Hazme caso: si no quieres perder tu casa y tu
familia apártate de esa pistola diabólica que te está volviendo loco.
Reacciona, por favor. Desde cuándo las armas tienen sentimientos. No te
das cuenta que está maldita. Que la han convertido en un instrumento de
Satanás, vaya a saber cuándo y por qué. Tienes que tirarla al mar para
que se entierre en la arena y nadie la vuelva a encontrar.
—Nina, tú no entiendes, no puedo separarme de ella porque
la necesito y ella me necesita a mí. No puedo.
La esposa de Adriano no quiso esperar más y esa misma tarde se fue con
los niños para la capital y decidió que lo único que podía hacer era pedir el
divorcio. Volvió a los pocos días a buscar sus pertenencias y la de los
chicos y cargó todo en la camioneta. Antes de partir se dirigió a la
oficina de Adriano. No había nadie. Abrió el cajón y tomó el arma: —No te vas a
salir con la tuya pedazo de fierro viejo —le dijo a la Luger— voy a
llevarte conmigo y voy a tirarte al fondo del mar.
La Luger la observaba con odio: no podía influirla, ni manipularla no
podía entrar en la mente de la mujer. Sintió que el odio la consumía, hubiese
querido huir, esconderse, escapar de las manos de la mujer. Llamó al hombre con
gritos mudos y desesperados para que la librara de las garras de la mujer.
Entonces entró Adriano que al ver a Nina trató de quitarle el arma. La voy a
tirar al mar —dijo ella— y se trabaron para ver quién se la quitaba a quién. Se
enfrentaron, cara a cara, Adriano y Nina con la Luger en medio de los
dos. Y en el forcejeo sonó un disparo que atravesó el aire y el corazón de
Nina.
La noche vistió de luto la arena y el agua del río. Sólo el rumor de
las olas al morir una tras otra, junto a la orilla. Sobre la rambla los
automóviles, con sus luces encendidas, se cruzaban, en un ir y venir de
vértigo, ajenos al submundo que habita en cada ciudad. Inmutables
anónimos de los dramas que, por las noches, acechan en cada
esquina, en cada rincón.
El hombre abandonó su escondrijo. Caminó a tumbos sobre la arena
húmeda. Subió por la primera escalera de la playa hacia las luces que,
como luciérnagas salvajes, cruzaban impiadosas ante sus ojos alucinados. Qué
buscaba el hombre. Hacia donde iba. Intentó cruzar la calzada y un auto
lo atropelló. Su cuerpo, boca arriba, quedó tirado sobre la banquina. Los
coches que pasaban no se detuvieron. El hombre que lo atropelló viajaba
solo. Descendió del auto y fue hacia el que estaba caído para comprobar que ya
no necesitaba auxilio.
Observó que sobre el pecho del hombre la chaqueta desgarrada dejaba ver
el cuerpo de un arma de fuego. Se detuvo un momento a observarla. Parece una
Luger —se dijo. La tomó en sus manos y comenzó a examinarla sin pestañar.
—Es una Luger Parabellum, de colección. Qué hacía este vagabundo con una
Luger de colección —se preguntó extrañado. Sin perder tiempo la colocó en el
bolsillo superior de su chaqueta deportiva, volvió subir al auto y hundió
a fondo el acelerador.
Mientras la Luger, arrebujada junto al pecho del hombre, se encaminaba,
maligna y victoriosa, hacia un nuevo destino.
No sé si ya conté como conocí a Gerardo. Revivo tantas veces la
historia que tuvimos, que nunca sé cuándo la cuento, la recuerdo o la
sueño. Fue un invierno. Eran las nueve de la mañana y yo acababa de entrar al
edificio donde trabajaba hacía más de diez años. Él salía. Nos cruzamos
en el hall. Lo vi venir hacia mí y su figura aún la llevo grabada. Vestía de
sport con una cuidada desprolijidad. El cabello oscuro, un poco largo, le caía
desmayado a un costado sobre la frente. Caminaba mirándome y no dejó de hacerlo
cuando nos cruzamos.
Adiós bombón, me dieron ganas de decirle, pero no quise de entrada
jugar el dos de la muestra. Giré mi cabeza para volver a mirarlo y tuve que
correr porque se me iba el ascensor. Subí y él subió detrás. Íbamos un poco
apretados, a esa hora comienza la actividad en todas las oficinas. Puso la mano
sobre la botonera y me miró. Octavo, dije. Bajamos los dos en el octavo, me
tomó de un brazo, ¿a qué hora salís? me preguntó.
No era un bombón: era una caja de bombones de licor que, embriagada, me
llevaron del cielo al fondo mismo de los círculos concéntricos. Tenía la
sensualidad de sus veinte años y la experiencia de los hombres al llegar
a los cuarenta. Era hermoso como un ángel. Taimado como el demonio. Podía ser
mi hijo: mi madre me tuvo a los quince. No trabajaba. Estaba cursando una
carrera universitaria.
En aquel entonces yo vivía con mi madre en la calle Osorio, a dos
cuadras del Zoológico. No podía llevarlo a mi casa. Mi madre, mis vecinos, mis
amigos, pensarían que estaba desquiciada… ¡y estaba desquiciada! Estaba
loca, atormentada. Enloquecida por él. Alquilé un departamento escondido
en la Ciudad Vieja, en una calle por donde sólo pasaba el viento. Y
nos fuimos a vivir juntos. Contaba con un buen sueldo, podíamos vivir bien los
dos. Él estudiaba. Estudiaba. No perdía un examen. Tenía apuro por recibirse.
Tenía proyectos. Teníamos proyectos.
El trabajo de la oficina era agobiante, al finalizar la jornada en lo
único que pensaba era en estar con él. Me moría por estar con él. Por
estar en sus brazos. Besar su rostro, su pecho púber, su vientre plano, su sexo
arrogante. Por respirarlo, sentirlo dentro de mí hasta ese grito ahogado del
paroxismo final donde no importa morir o seguir viviendo… pero él estaba
siempre con la cabeza metida en los libros. Así que al llegar al apartamento me
besaba, me acariciaba apenas y seguía enfrascado en sus litigios. De modo que,
vencida, me ponía a preparar la cena. Cenábamos y me acostaba a esperarlo. Y me
dormía esperándolo. A las mil y quinientas llegaba al fin y se tendía a mi lado
reclamándome imperioso. Sentía sus manos recorrerme abusivas, la respiración
agitada sobre mi nuca, la boca húmeda mordiendo mi espalda. Y era el
sueño y la noche. Y era el amor. Para ese sólo momento vivíamos los dos. Para
ese sólo momento vivía yo. Pasé en aquel apartamento de la
Ciudad Vieja los cinco años más plenos de mi vida. Estaba apasionada
con Gerardo que nunca dejó de demostrarme su amor.
Pero un día se recibió. Los padres le hicieron una fiesta, y a mí
no me invitaron. Yo no existía para ellos. Nunca me quisieron conocer. No
quisieron conocer a quien durante cinco años mantuvo al hijo para que estudiara. Que
hacía cinco años era su mujer. Gerardo me dio una explicación ya
conocida: yo era una mujer mayor que me había aprovechado de su juventud y su
inexperiencia.
No quise llorar frente a él.
Se fue a las nueve de la noche estrenando traje, camisa y corbata.
Nunca lo había visto tan seductor, tan sexi. Tan hombre. Sin duda había crecido
a mi lado. —En tres horas estoy de vuelta —dijo—, y soy todo para
vos. Te amo, espérame despierta. A las doce de la noche dejé un sahumerio
en el living, encendí velas en el piso, en las mesas de luz, sobre la cómoda,
arriba del ropero y en el baño. Me duché, me perfumé y estrené el
portaligas y el bodi negro más fascinante que encontré recorriendo galerías.
Gerardo volvió —como me lo había dicho— en cuanto terminó la reunión: a
las ocho de la mañana. Yo me había dormido sentada en el sofá del living.
Me despertaron las bocinas y los cánticos de los amigos que lo trajeron. Tuve
que ayudarlo a subir. Lo llevé al dormitorio y se tiró en la cama vestido.
Antes de cerrar los ojos y quedar completamente dormido me dijo: —mami, se está
prendiendo fuego el apartamento. Tiré las cenizas del sahumerio, terminé de
apagar las velas y las tiré a la basura y antes de acostarme me paré
frente al espejo y a la mujer que me miraba luciendo un precioso bodi
negro le dije: ¡estúpida! y me acosté.
Era domingo, me levanté antes del
mediodía junté un poco de ropa la metí en un bolso y me fui a llorar a la calle
Osorio. Él dormía plácido y feliz. Cuando llegué a mi casa y, entre lágrimas,
le conté a mi madre mis vicisitudes, me dijo: —¡Pero m´hija, usted no cambia
más! ¿Hasta cuándo va a andar corriendo atrás de los muchachos jóvenes?
Usted está grande, m´hija, búsquese un hombre de su edad con un buen pasar,
¡déjese de andar criando entenados! ¿Qué puede tener un muchacho joven que no
tenga un hombre mayor, de respeto? ¡Dígame! Dejé de llorar para mirar a mi
madre…cómo podría explicarle —pensé. Subí a mi viejo dormitorio y pasé
allí el resto del día. Al llegar la noche estaba cansada, con sueño. Me dormí
temprano. A las tres de la mañana me despertaron el timbre de la casa y
los gritos de Gerardo llamándome desde la vereda. Bajé a pedirle que no
hiciera escándalo, ¡vamos para casa! —dijo. Estaba con la misma
ropa con la que fue a la fiesta, con la misma ropa que se acostó a dormir.
Entré a buscar un tapado y me fui con él. Esa noche me juró por la madre,
por el padre, las cenizas de los abuelos y los santos sacramentos que jamás me
dejaría. De rodillas me juró. Que antes de fin de año estaríamos casados. De
rodillas me juró.
Comencé a guardar la ropa que iba dejando
tirada. Recogí el pantalón del piso, lo sacudí, lo alisé y lo coloqué doblado
en una percha. Tomé de las solapas el saco tirado a los pies de la cama y
mientras lo sacudía, de uno de los bolsillos internos, un sobre blanco y
alargado voló al piso. Lo dejé donde cayó mientras colocaba el saco encima del
pantalón y lo guardaba en el placar. Volví, y mientras me agachaba a tomarlo
del suelo miré a Gerardo, desnudo, tirado sobre la cama: la imagen viva de un
ángel perverso. Me puse de pie y, frente a él, abrí el sobre. Era
un pasaje de avión para un viaje de tres meses a Europa, con un grupo de
estudiantes de derecho. Lo que más bronca me da, es que… ¡de rodillas me juró!
Algún día…si acaso - 8
Reconozco que la doble vida que llevé, durante varios años, la
viví sin culpa ni remordimiento. Feliz. Como un hecho legítimo y natural. Cuando
me casé con Daniela había cumplido veintiséis años y ella veinticuatro. Nos
conocimos en las oficinas de una casa importadora, donde trabajábamos, en el
Centro de Montevideo. Un diciembre, poco antes de cumplir los dos años de
matrimonio, conocí a Andrea en casa de unos amigos. Había ido solo y esa misma
noche, nos fuimos juntos. Andrea resultó ser una compañera increíble. Teníamos
la misma edad y aunque no poseía una gran belleza física sus ojos, grises y
enormes, atraían la atención sobre su persona. Era, de todos modos, una joven
atractiva, muy centrada e inteligente. Sabía lo que quería de la vida y luchaba
para conseguirlo.
Cuando la conocí vivía con sus padres en una casa antigua, en una calle corta del barrio Sur. Tenía, ya entonces, un cargo importante en una reconocida firma comercial de plaza.
Nuestra relación fue franca y abierta desde el principio. Siempre supo ella de mi estado civil sin llegar a darle demasiada importancia pues pensó, como también pensé yo, que lo nuestro sería sólo un amor de verano. Al principio nuestro trato consistía en encontrarnos cada quince días para ir a ver una película, o una obra de teatro y dormir juntos en algún motel de paso. De manera que, sin darnos cuenta, nos fuimos involucrando cada día más al punto de que la relación, que había comenzado como algo pasajero y sin culpa, fue convirtiéndose en una historia que nos exigía y nos comprometía a ambos. Pasó el tiempo y ella fue escalando posiciones en su trabajo. Decidió entonces vivir sola y alquiló un departamento frente al lago del Parque Rodó. En esa época comencé a viajar al exterior, enviado por la empresa donde trabajaba. Esa fue la coartada que comencé a esgrimir ante mi esposa, cada vez que me quedaba en casa de Andrea.
De todos modos, a pesar de que nunca lo dijo, muchas veces he pensado que Daniela estaba al tanto de mi secreto. Que sabía de la existencia de otra mujer en mi vida. Y que por temor a perderme, obligándome a decidir por ella o la otra, jamás dijo una palabra. Aunque tal vez, haya sido solamente una impresión mía. Mi situación ante la sociedad no era inédita. He sabido de otras historias de hombres con doble vida parecidas a la mía. Sólo quiero decir que no es fácil mantener en secreto una relación clandestina y que, inexorablemente, llega el día en que debemos decidir. Daniela dejó de trabajar a los pocos años de casados. Para ese entonces yo contaba con un buen sueldo de modo que decidimos, de común acuerdo, que se quedara en casa a fin de llevar a cabo un tratamiento médico, que hacía un tiempo deseaba realizar, pues no lograba embarazarse y sufría por esa causa. Infortunadamente, pese a todo su esfuerzo, nunca logró quedar embarazada. A mí me dolía verla sufrir y siempre le dije que yo la amaba y no me importaba no tener hijos.
Daniela es muy distinta a Andrea. Daniela es muy frágil. Necesitó siempre de mi amor para vivir. Su vida se resumió siempre en mi persona. El sentimiento que me unía a mis dos mujeres tenía facetas distintas. El amor que sentía por mi esposa incluía la ternura. La necesidad de protegerla. En cambio, el amor que me inspiraba Andrea llevaba impreso la admiración que sentía por esa mujer que se abrió paso en la vida, sin depender de nadie. Que me dio quince años de su vida sin pedirme jamás que me separara de mi esposa. Que renunció a su maternidad para que no me sintiera atado a ella, ante la obligación que representa un hijo. Y los años fueron pasando inflexibles. No obstante, pese a vivir rodeado de amor, comencé a sentir cansancio. Cansancio de inventar viajes, de tener dos casas, dos mujeres y una sola vida. De no saber, cada año, junto a quien festejar la Navidad, mi cumpleaños. Con quien pasar las vacaciones. Pensé que ya era tiempo de dejar de mentir. Comprendí, entonces, que el final de mi doble vida estaba llegando y sólo me restaba decidir si seguiría viviendo en mi casa, con Daniela, o con Andrea en su departamento. De modo que pasé varios meses buscando la mejor manera de enfrentar la situación, que ya no admitía más dilaciones. Decidí entonces hablar con Andrea, pues era la única persona con quien podía comentar lo que me sucedía y pedirle, acaso, su opinión.
No llegué a hablar con ella. Andrea me conocía más de lo que yo creía. Ahora me doy cuenta que supo de mi lucha interior y no quiso ser partícipe. Fue generosa conmigo hasta el final. Y decidió por mí. Un fin de semana fui a verla. Al abrir la puerta de su apartamento lo encontré vacío. Me asusté y bajé para hablar con el portero. Me dijo que Andrea se había ido la noche anterior. Me dejó una carta. Sólo dos frases para despedirse de mí: Amor, quédate con ella. No me olvides. Andrea. Hoy, después de tantos años, la sigo recordando. Creo que Andrea conoció antes que yo el final de nuestra historia y se anticipó a mi decisión. No se equivocó. ¿No se equivocó...?
II
Y bien, Daniela. Te has quedado con él. No ha tenido que elegir entre
las dos como pretendías tú, la última vez que viniste a verme. Sabes bien,
porque te lo dije, que no hubiese permitido que se enfrentara a esa situación
tan cruel y humillante. Por ese motivo, consciente de quedar sola con mis
recuerdos, el punto final decidí ponerlo yo. La primera vez que viniste a
verme, traías una piedra en cada mano. El odio que sentías hacia mí, te salía
por los ojos. Cuando abrí la puerta de mi casa, no tenía ni idea de quién eras.
Entraste como un turbión, insultándome. Tendría que haberte sacado de un brazo
sin embargo cerré la puerta y permanecí de pie, mirándote. Escuchándote.
Conociéndote. Conociéndonos. Ahí estábamos las dos. Las rivales. Tú, en tu papel
de esposa, dirigiéndote a mí con palabras que no correspondían a una chica tan
bonita. A una chica que, según su marido, era tímida y frágil. Frágil, dijo más
de una vez. Tímida. No sé qué esperabas de mí. Qué tipo de mujer pensabas
encontrar cuando decidiste venir a mi casa, enarbolando la bandera del
matrimonio. Qué idea se formó en tu cabeza cuando supiste que tu marido tenía
otra mujer. Tuviste valor, no cabe duda, de salir a la calle y meterte en casa
ajena a defender lo que, creías, era sólo tuyo. Ignorante, por supuesto, de mi
reacción. Pocas mujeres, en tu misma situación, se atreverían. De pronto
quedaste en silencio. Comenzaste a observarme con curiosidad. Me viste como era
entonces: una muchacha, más o menos, de tu misma edad. De zapatillas y vaqueros
desteñidos, en plena faena de lustrar los pisos. Te diste cuenta que tu
perorata no llegó, siquiera, ha molestarme. Hasta ese momento yo no había
pronunciado ni una sola palabra. Seguía de pie junto a la puerta, observándote
y pensando en Alfredo. Me sentí desconcertada escuchando a una muchacha
desconocida hablarme de decencia. Tratando de enseñarme a vivir. ¡Ella! Entendí
que, Daniela, la esposa tímida y frágil que Alfredo decía tener en su casa no
era la misma Daniela que estaba frente a mí amenazándome a gritos si no dejaba
a su marido en paz. ¿Dejarlo? Nunca lo tuve atado, te dije. Siempre supe que
era casado. La alianza que lleva en su mano derecha no impidió que me enamorara
de él. Si estás ofendida no es a mí a quien tienes que enfrentar y pedir
explicaciones. Yo no te conozco, cómo te voy a faltar. En todo caso quien te
está ofendiendo, engañándote, es tu marido. El que firmó ante el juez y juró
ante el cura que te respetaría y estaría contigo en las buenas y en las malas,
hasta que la muerte los separara. A él debes reclamar, no a mí. Hacía un
par de meses que nos habíamos conocido con Alfredo, cuando fuiste a mi casa por
primera vez. Nunca hubiese pensado que aquella relación fuese a durar quince
años y la finalizara yo. Alfredo me cayó bien la misma noche que lo conocí.
Pero el amor se fue construyendo a partir del conocimiento que, entre los dos,
fuimos elaborando. Aquel día no querías irte sin oírme jurar por todos los
santos, que no lo volvería a ver. No te prometí nada. Te dije que yo no lo fui
a buscar. Que él no tenía, conmigo, ninguna obligación. De todos modos que lo
cuidaras, porque si volvía por las suyas y llamaba a mi puerta, que no tuvieras
dudas de que yo lo iba a dejar entrar. Porque el caso era de que yo, también lo
amaba. Me pediste que no le contara de tu visita. Y no lo hice. Nunca. Durante
casi quince años fuiste y viniste, de tu casa a la mía, implorándome. En
repetidas oportunidades te dije que lo enfrentaras y hablaras con él sobre el
tema. Pero él no podía saber, que tú estabas al tanto de mi existencia. En
lugar de perderlo con dignidad y mandarlo al diablo cuando comprobaste que te
engañaba, preferiste jugar por lo bajo y esperar a que él se cansara un día de
la situación y decidiera abandonarme. No sé en qué momento te diste cuenta de
que nunca lo dejaría. Que lo amaba de verdad. Creo que recién ahí comprendiste
que la lucha iba a ser larga. Reconozco que no debí involucrarme con un
hombre casado. Es cierto. Aunque no me arrepiento. Tengo sin embargo, algo a mi
favor. Y es que, nunca, jamás le insinué que te dejara y viniese a vivir
conmigo. Tal vez porque él nunca habló de separación o divorcio, o tal vez
porque yo nunca quise ataduras. Fue cuando comenzaste a llorar porque querías
un hijo y no quedabas embarazada. ¡Buena jugada! pensé yo. No sé si en realidad
no te embarazabas. Lo que nunca entendí, si es que era cierto, por qué no le
mencionaste a tu marido que se hiciese él un examen. Yo en cambio, si hubiese
querido, podría haberle dado muchos hijos a Alfredo. Pero él no estaba conmigo
para tener hijos. Le di quince años de mi vida fértil, me negué a ser madre a
sabiendas. No quise tener hijos con un hombre casado con otra. Los hijos no son
juguetes, no son premios. Ni rehenes. Son seres que se traen al mundo para criarlos
con amor y responsabilidad. Además, siempre supe que un día Alfredo volvería
contigo. Porque tú, no me queda otra que reconocerlo, supiste jugar tu juego.
Difícil, si los hay. Con una sola carta ganaste: la santa paciencia. ¡Quince
años esperaste! Y luchaste. Me consta. ¿Fue por amor? ¿O por capricho? No, por
capricho no, un capricho no dura tanto. El amor herido, ¿si...?
Te diré que hace un par de años comencé a ver el cansancio en los ojos de Alfredo. Cuando estaba conmigo quería quedarse y no volver a tu casa. Sé, también, que estando en tu casa muchas veces pensó en quedarse contigo. Lo entiendo. Alfredo necesita un hogar donde pueda vivir tranquilo, de domingo a domingo. Estoy convencida de que nos ama a las dos. De distinta forma. A mí porque sabe que estoy con él solamente por amor. Que por la misma puerta que entró un día a mi casa, puede irse cuando quiera. Y porque yo también, como tú, viví estos años, solamente para él. Contigo, porque dice que tú lo necesitas para vivir. Y creo que sí. Que debe ser así. Quédate con él. Cuídalo. Y si alguna vez, sin querer, me nombra, cállate, olvídalo.
Se le pasará. Los hombres olvidan muy pronto. Sabes Daniela, a veces, de tanto pensar en lo que hemos vivido estos años, he llegado a la conclusión de que tú lo debes amar más que yo. Si hubiese sido yo la esposa no hubiera soportado lo que tú soportaste. Me hubiese separado. O lo hubiese asesinado...no sé. ¡Y tú lo compartiste durante quince años! ¿Quién tiene razón? ¡Sabe Dios! Creo que esta vez hice lo correcto. A Alfredo le hubiese costado mucho dejarme. Y a ti no te hubiera dejado nunca. Adiós, Daniela, que seas feliz. Espero no saber de ustedes, nunca más.
III
Siempre pensé que el día que Andrea desapareciera de nuestras vidas,
encontraría al fin la paz, la felicidad plena que durante años busqué sin
descanso. Hoy, creo que la tal felicidad no existe. No como yo la imaginé. Lo
que a mí me sucedió con Andrea es, desde donde se mire, increíble. La odié
tanto, cuando supe de su existencia, que durante meses sólo quise que
desapareciera, se extinguiera, se esfumara. Para siempre. No exagero. Andrea,
les aclaro, era la amante de mi marido. Una amante de fierro. Mi cruz. La
intuición de las mujeres es reconocida por la sociedad en pleno. Desde la
manzana, que por suerte, comió Eva y convidó a Adán, vemos lo que nadie ve.
Vemos a través de. Pero, la intuición de una esposa va más allá de lo
imposible. Excepto si dicha esposa está muy enamorada, porque una esposa muy
enamorada, está ciega, no ve nada más que el motivo de su amor. Vive en el
limbo. Cela a su marido con todas las mujeres, por eso es más fácil engañarla
con una. Pasa más inadvertido. Creo que fue eso lo que me sucedió a mí. Me casé
muy enamorada y dejé que el amor me cegara. Cuando entré a trabajar en la
empresa y lo vi, me enamoré sin saber quién era. Claro que él no se dio cuenta
y pasé más de un año trabajando en la misma oficina, sin que advirtiera mi
presencia. El día que se dignó mirarme, mis ojos le dijeron todo lo que sentía
por él. Nos casamos al año siguiente. Yo lo celaba con las compañeras de
oficina, con mis amigas, con Jennifer López, la vecina de enfrente y... Si
alguna vez me engañó en esa época, no lo supe. Nunca percibí nada. De todos
modos, la noche que fue solo a una reunión en casa de unos amigos y volvió a la
madrugada, yo supe que se había acostado con otra mujer. Lo supe con seguridad.
Y no dije nada. Esperé. A los pocos días volvió a salir de noche y volvió a la
madrugada. Comenzaba mi tortura. Sólo quien haya pasado por lo mismo, puede
imaginar lo que sufre una mujer engañada por el hombre que ama. Al pasar los
días me di cuenta que la extraña salida, según él, con amigos, se repetía cada
quince días. Casualmente, en esos meses, comenzó a viajar por trabajo de la
empresa. Esto me confundía un poco. Una tarde tomé un taxi y fui a esperarlo a
la salida de la oficina. Cuando lo vi salir lo seguí. Dejó el auto frente al
lago del Parque Rodó y entró en un edificio. Me quedé en el taxi, hasta ver
salir a mi marido del brazo de una mujer. Los volví a seguir. Fueron al cine
Plaza. Regresé a mi casa, eran las ocho de la noche, una película puede durar
una hora y media, dos, tres horas. A las doce de la noche tendría que estar en
casa. Llegó a las cuatro de la mañana. Al otro día fui a verla.
Hablé con el portero y le di las señas de la mujer que había visto con Alfredo la noche anterior. Me dio el número del apartamento. La llamé desde el portero eléctrico y le dije que venía de la oficina de parte de Alfredo Mendizábal. Me dijo que subiera. Cuando abrió la puerta entré sin que me invitara. Estaba encerando los pisos. Entré como una fiera y le dije tanta cosa, tanta bajeza que aún hoy, al recordarlo, me avergüenzo. Cerró la puerta y se quedó mirándome. Me dejó hablar. Insultarla. Y luego habló con mucha calma. Me dijo lo que para ella era lógico. Que no me conocía, que no lo tenía atado, que le reclamara a él que era quien me engañaba, no a ella. Le dije que si tenía un poco de vergüenza y consideración, no le contara a Alfredo de mi visita. Creo que nunca le contó. Si lo hubiese hecho, me habría dado cuenta. Pese a la relación que, durante tanto tiempo, Alfredo mantuvo fuera del matrimonio, nunca cambió su trato conmigo. Siempre estuvo a mi lado, siempre respondió a mi amor. Por lo tanto nunca hablé del tema con él, pues pensé que era sólo una aventura sin consecuencias. No se debe predecir, ni jugar con el destino. Lo que yo sufrí estos años no tiene nombre. Me humillé una y mil veces yendo a la casa de la amante de mi marido a pedirle, de favor, que lo dejara. Fui tantas veces que al final hasta creo que nos hicimos amigas. Otra mujer me hubiese sacado a empujones de su casa. Andrea nunca me levantó la voz, nunca me destrató como yo a ella. No obstante, siempre dejó claro que amaba a mi marido y no lo iba a dejar si él no la dejaba a ella. No sé cómo, ni de qué manera, pasaron quince años. Nunca dejé de amarlo. Sé, estoy segura, de que el proceder de otras mujeres hubiese sido distinto. Y está bien. Pero a mí no me importó perder la dignidad, como dicen. ¿De qué me valdría la dignidad, si me quedaba sola? ¿Si lo perdía a él? Es cierto, durante quince años fui y vine de mi casa a la casa de Andrea. Fue una relación extraña la nuestra. Al final era ella quien me contenía. Me decía que si fuese ella la esposa no podría compartirlo. Yo le preguntaba entonces por qué lo compartía conmigo. La que compartes eres tú, me decía, yo soy la otra, la que roba, la que no tiene más remedio que conformarse con lo que le dan.
Una tarde de invierno fui a verla, hacía mucho frío. Estaba en el living leyendo un libro, entré y me dijo: vamos a la cocina y tomemos un café. Hizo café para las dos. Yo no tenía más palabras. Se me habían agotado los ruegos. Me puse a llorar. No llores Daniela, me dijo, tú eres mi castigo. No me pidas que renuncie a lo poco que tengo. Habla con Alfredo, aclara la situación, dile que siempre estuviste al tanto de todo. Si él no viene más, si se queda contigo, te juro que me voy, desaparezco de la vida de los dos. Pero no me pidas que renuncie a él. No puedo. No quiero. Nos seguimos viendo de vez en cuando. Cuando iba a verla ya no hablábamos de Alfredo. Ya no le pedía nada. Iba por ir. Por costumbre, creo. Hace unos meses Alfredo me dijo que no viajaría más. Que habían designado a otro compañero en su lugar. Que él estaba cansado y había pedido un relevo. Se terminaron los “viajes al exterior”, comenzó a quedarse en casa. Fui a ver a Andrea. El portero me dijo que Andrea había entregado el apartamento hacía ya dos meses. Que no había dejado dirección. Me dejó una carta. Hizo al final lo que le supliqué durante quince años. Yo no sé, Andrea, si hice bien, si hice mal, o si hice lo correcto. Sólo sé que hice lo que me mandó el corazón, no la razón. No sé lo que hacen otras mujeres en mi lugar. Tampoco me importa. Y soy feliz con mi marido. Yo sé también que sigue pensando en ti, pero creo que como tú dices, se le pasará. Los hombres olvidan más rápido. Tal vez, algún día, le cuente a Alfredo la increíble historia que vivimos los tres. Pero eso ha de ser, algún día....si acaso.
Hablé con el portero y le di las señas de la mujer que había visto con Alfredo la noche anterior. Me dio el número del apartamento. La llamé desde el portero eléctrico y le dije que venía de la oficina de parte de Alfredo Mendizábal. Me dijo que subiera. Cuando abrió la puerta entré sin que me invitara. Estaba encerando los pisos. Entré como una fiera y le dije tanta cosa, tanta bajeza que aún hoy, al recordarlo, me avergüenzo. Cerró la puerta y se quedó mirándome. Me dejó hablar. Insultarla. Y luego habló con mucha calma. Me dijo lo que para ella era lógico. Que no me conocía, que no lo tenía atado, que le reclamara a él que era quien me engañaba, no a ella. Le dije que si tenía un poco de vergüenza y consideración, no le contara a Alfredo de mi visita. Creo que nunca le contó. Si lo hubiese hecho, me habría dado cuenta. Pese a la relación que, durante tanto tiempo, Alfredo mantuvo fuera del matrimonio, nunca cambió su trato conmigo. Siempre estuvo a mi lado, siempre respondió a mi amor. Por lo tanto nunca hablé del tema con él, pues pensé que era sólo una aventura sin consecuencias. No se debe predecir, ni jugar con el destino. Lo que yo sufrí estos años no tiene nombre. Me humillé una y mil veces yendo a la casa de la amante de mi marido a pedirle, de favor, que lo dejara. Fui tantas veces que al final hasta creo que nos hicimos amigas. Otra mujer me hubiese sacado a empujones de su casa. Andrea nunca me levantó la voz, nunca me destrató como yo a ella. No obstante, siempre dejó claro que amaba a mi marido y no lo iba a dejar si él no la dejaba a ella. No sé cómo, ni de qué manera, pasaron quince años. Nunca dejé de amarlo. Sé, estoy segura, de que el proceder de otras mujeres hubiese sido distinto. Y está bien. Pero a mí no me importó perder la dignidad, como dicen. ¿De qué me valdría la dignidad, si me quedaba sola? ¿Si lo perdía a él? Es cierto, durante quince años fui y vine de mi casa a la casa de Andrea. Fue una relación extraña la nuestra. Al final era ella quien me contenía. Me decía que si fuese ella la esposa no podría compartirlo. Yo le preguntaba entonces por qué lo compartía conmigo. La que compartes eres tú, me decía, yo soy la otra, la que roba, la que no tiene más remedio que conformarse con lo que le dan.
Una tarde de invierno fui a verla, hacía mucho frío. Estaba en el living leyendo un libro, entré y me dijo: vamos a la cocina y tomemos un café. Hizo café para las dos. Yo no tenía más palabras. Se me habían agotado los ruegos. Me puse a llorar. No llores Daniela, me dijo, tú eres mi castigo. No me pidas que renuncie a lo poco que tengo. Habla con Alfredo, aclara la situación, dile que siempre estuviste al tanto de todo. Si él no viene más, si se queda contigo, te juro que me voy, desaparezco de la vida de los dos. Pero no me pidas que renuncie a él. No puedo. No quiero. Nos seguimos viendo de vez en cuando. Cuando iba a verla ya no hablábamos de Alfredo. Ya no le pedía nada. Iba por ir. Por costumbre, creo. Hace unos meses Alfredo me dijo que no viajaría más. Que habían designado a otro compañero en su lugar. Que él estaba cansado y había pedido un relevo. Se terminaron los “viajes al exterior”, comenzó a quedarse en casa. Fui a ver a Andrea. El portero me dijo que Andrea había entregado el apartamento hacía ya dos meses. Que no había dejado dirección. Me dejó una carta. Hizo al final lo que le supliqué durante quince años. Yo no sé, Andrea, si hice bien, si hice mal, o si hice lo correcto. Sólo sé que hice lo que me mandó el corazón, no la razón. No sé lo que hacen otras mujeres en mi lugar. Tampoco me importa. Y soy feliz con mi marido. Yo sé también que sigue pensando en ti, pero creo que como tú dices, se le pasará. Los hombres olvidan más rápido. Tal vez, algún día, le cuente a Alfredo la increíble historia que vivimos los tres. Pero eso ha de ser, algún día....si acaso.
La
inalterable ruta de los Reyes Magos - 9
Creo que a estas alturas los Reyes Magos están un poco desprestigiados.
Por equivocarse tanto, digo, por no poner más atención en donde dejan los
juguetes.
Ellos saben bien que todos los niños esperan regalos, sin embargo,
parece que eligieran los barrios y las casas por donde van a pasar. Y así,
dejan en su trayecto tantos y tantos hogares sin visitar. Barrios enteros donde
miles de niños se durmieron de madrugada esperando a los camellos que no
llegaron, y despertaron por la mañana, acongojados, sin comprender por qué otra
vez los Reyes se olvidaron de ellos. Esos mismos Reyes que lograron la
inmortalidad por llevarle ofrendas a un niño que nació pobre, tan pobre que vino
al mundo en un establo.
Cuentan que guiados por una estrella, llegaron desde sus lejanos reinos hasta Belén, la noche del 5 de enero, de hace más de 2000 años, y ese niño que dormía en un pesebre los hizo Reyes Magos, para toda la eternidad. Por eso cada 5 de enero recorren las casas de todos los niños de la Tierra, ricos y pobres, negros y blancos, judíos y cristianos, para dejarles un regalo a cada uno. Esa es su misión.
Aunque a veces creo que han empezado a cansarse de tanto viajar, porque
si bien es cierto que trabajan sólo una vez al año, eso de andar cargando
bolsas de juguetes para todos los niños del mundo, debe ser un trabajo
agobiante. Se han aburguesado. Marcaron una ruta determinada y no se apartan de
ella. Y es sabido que en la ruta de los reyes, los pobres quedan al margen.
Siempre quedan al margen. Si hace más de 2000 años bajó Dios a la Tierra para
ver si podía arreglar el entuerto y no pudo, ¿qué se van a hacer problema los
Reyes? Dígame. Parece que allá arriba no tienen la solución. Tal vez tengamos
nosotros que resolver este perjuicio, exigiéndoles a los Señores Reyes igualdad
para todos los niños.
En fin, esto no es nuevo, cuando yo era niña sucedía lo mismo. Por mi
casa pasaban, pero según decía mi madre ya venían de vuelta. La nuestra, decía,
era una de las últimas casas por donde tenían que pasar, por eso nos dejaban lo
último que les quedaba. Yo le preguntaba entonces a mi madre por qué un año no
hacían el recorrido al revés. Ella me contestaba que esas, eran cosas de Dios. Y
ya sabemos que a Dios uno no le puede andar pidiendo explicaciones. Por lo
tanto nos conformábamos con lo que nos habían dejado. Porque eso sí, a
conformarnos, los pobres, aprendemos de chiquitos.
Me acuerdo que un año yo quería una muñeca con la cabeza de loza. Y mi
hermano la pelota de cuero. Como hacía años que se la pedía a los Reyes sin
resultado, decidió hacer una carta. Hojas de cuaderno no le habían sobrado. En
el papel del almacén no se podía escribir, porque era de estraza y el lápiz no
se veía bien, así que fuimos al cuarto donde mamá cosía y buscamos entre las
telas que traían las clientas, alguna envuelta en papel blanco. Encontramos una
que decía “CASA SOLER” estaba un poco arrugada, pero del revés estaba bastante
bien. Mi madre al vernos revolver entre sus cosas nos preguntó en qué
andábamos, mi hermano le dijo que precisaba un papel para hacer una carta para
los Reyes. Mamá nos miró, dejó de coser en la máquina, recortó con la tijera un
pedazo de papel con forma de hoja, la planchó con la plancha que siempre tenía
a su lado y se la dio a mi hermano.
La carta le quedó preciosa. Con la letra bien parejita. Le puso:
“Señores Reyes Magos, yo quiero una pelota de cuero. Vivo en Pedro Giralt
4016.” La dirección se la puso con lápiz de tinta que mojaba en la lengua, para
que se viera más y no se fueran a equivocar y la dejaran en la casa de al lado.
La lengua le quedó violeta, pero la carta quedó hermosa. Yo le dije que de paso
pidiera la muñeca para mí, pero él me dijo que la carta ya estaba pronta y que
él era un varón y no iba a andar pidiendo una muñeca, aunque fuera para una
hermana. Así que la firmó, le hizo una rúbrica de poeta, y yo les pedí mi
muñeca de boca no más.
Esa Noche de Reyes mi hermano dobló la carta en cuatro y la puso bajo la
almohada, porque las cartas para los Reyes en esa época se ponían bajo la
almohada. Cuando a la mañana siguiente se despertó, en lugar de la pelota, los
Reyes le habían dejado un guardapolvo y la moña para la escuela, la cartera,
que los varones colgaban al hombro y El Mundo Tal Cual Es. El pobre rezongó un
poco y le dijo a mi madre: ¡Yo no sé por qué me dejaron todo esto para la
escuela, si total usted cuando empezaran las clases me lo iba a comprar!
Ese día mi hermano rompió relaciones con los Reyes Magos y decidió no
volver a pedirles nunca más la pelota de cuero. Se la empezó a pedir a mamá
que, asumiendo el compromiso, vaya a saber que dejó de pagar o de comprar para
que mi hermano se despertara un mes antes de empezar las clases, con la
flamante pelota durmiendo sobre su almohada.
Y a mí me dejaron la muñeca. Una muñeca linda, linda, vestida de Dama
antigua con capelina y todo, que yo amé como se puede amar, cuando se tienen
cinco años y una muñeca de loza. Que me duró quince días. Una amiga jugando,
la rompió sin querer. Nunca pude olvidarme del dolor que sentí al ver mi
muñeca rota. No me animaba a levantarla del suelo. Al fin la tomé en mis brazos
y fui corriendo a llevársela a mi madre. Lloré tanto que me dolía el pecho, mi
madre me sentó en la falda y trató de consolarme diciendo que le iba a hacer
una cabeza de trapo bien linda. Yo no quería que se la hiciera, ¿cómo iba a
tener un vestido tan lindo y una capelina, una muñeca con cabeza de trapo?
Pero mi mamá se la hizo y le quedó bastante bien. Le puso unos ojos
grandotes con dos botones negros, una boca roja como un pimpollo y con lana
negra le hizo dos trenzas. Parecía una gaucha vestida de Dama Antigua. Mi mamá
la bautizó con sal y agua de la canilla y yo la llamé Nené, y para festejar el
bautismo invitamos a mis amigas y mamá nos sirvió chocolate con galletitas
María. Y desde ese día Nené y yo fuimos inseparables. Con el tiempo perdió la
capelina y se le estropeó el vestido, pero mamá le hizo varios conjuntos, que
yo le cambiaba según la ocasión.
Un par de años después le pedí a los Reyes un Malcriado, un bebe de
celuloide vestido de marinero que había visto en un bazar. Los Reyes ese año me
dejaron ropa y zapatos. Debe haber sido porque la carta no me quedó muy bien.
La hice apurada en una hoja de doble raya que arranqué del cuaderno de
caligrafía. De todos modos el caso fue que nunca, mi hermano y yo, logramos
entendernos con los benditos Reyes Magos. Tuvieron que pasar veinte años para
que al fin Dios me mandara una muñeca, y otros años más para la llegada del
Malcriado, prodigios de amor, con quienes estrené mis dotes de mamá de verdad
en este difícil juego de vivir.
Y en eso estamos. Por eso y porque nunca debemos dejar de soñar, hay
que esperar y tener fe. Tal vez un día podamos, entre todos, alterar la ruta de
los Reyes Magos.
La ventana del primer piso de la casa de enfrente tenía, en
invierno, los postigos siempre abiertos. Detrás de los cristales, entre las
cortinas de hilo, una niña rubia nos miraba jugar. A veces, en verano, la
abrían totalmente. Entonces la niña apoyaba sus brazos cruzados sobre el marco
de la ventana y sus ojos claros recorrían la calle angosta. Sirena se llamaba.
Como las sirenas de los cuentos marineros. La casa de Sirena tenía dos pisos,
un jardín muy grande, un muro de ladrillos y un portón de hierro con candado.
Los niños del barrio nos reuníamos por las tardes a jugar. Los varones
en la calle, las niñas en la vereda. Era aquel un barrio muy tranquilo por
donde rara vez pasaba un auto. En aquel tiempo vivía con mi madre y mi hermano
Carlos, en una casa de tres piezas y un fondo con parral.
De tanto ver a la niña que nos miraba desde su ventana, una tarde le
pregunté a mi madre por qué Sirena no bajaba a jugar en la vereda. Mi madre me
explicó que ella no jugaba con los niños del barrio. No entendí por qué no
quería jugar con nosotras si éramos todos vecinos y vivíamos en la misma calle
y se lo comenté a mi madre, que agregó:
—Tal vez los padres no le permitan bajar a jugar porque son una
familia bien, y no se dan con los vecinos del barrio.
—¿Qué es una familia bien, mamá?
—Una familia que tiene mucho dinero.
—¿Nosotros tenemos mucho dinero?
—No, mi amor, nosotros no tenemos dinero.
—¿No somos una familia bien ?—mi madre sonrió:
—Somos una familia bien, sin dinero.
Recuerdo que quedé pensando que sería muy triste tener mucho
dinero. Y aquellos niños fuimos creciendo. Los años se precipitaron. De los
cinco años de pronto llegué a los ocho; tenía diez años cumplidos cuando una
tarde observé a mi hermano que miraba fijo la ventana de la casa de enfrente y
a Sirena que le sonreía. A partir de ahí, muchas veces los vi intercambiar
miradas y sonrisas. Un día mi hermano, que ya había cumplido los catorce años y
estaba en el liceo, decidió cruzar a la casa de la familia bien a conocer a la
joven Sirena y se lo dijo a mi madre.
— ¡Hijo, cómo vas a ir a esa casa si no tenemos relación! Si apenas nos
saludamos.
—No importa —le contestó decidido—, yo quiero conocer a Sirena.
—Querido, no te van a recibir —insistió.
De todos modos ese fin de semana mi hermano se acicaló un poco más que
de costumbre, le dio un beso a mamá —que quedó angustiada—, cruzó la calle y
por primera vez golpeó las manos frente al portón de la casa de enfrente. Una
morena gritó desde una ventana.
—Qué desea.
—Hablar con la señora de la casa.
—Para qué —quiso saber la morena.
—Quiero conocer a Sirena.
La morena no contestó. Lo miró de arriba a abajo y entrecerró la
ventana. Mi hermano permaneció incólume. Al poco rato volvió la morena, abrió
el portón y lo condujo a una salita donde se encontraba la mamá de la joven. La
señora le tendió la mano. Quiso saber cómo se llamaba.
—Carlos —le dijo.
—Donde vives, Carlos —le preguntó.
—Vivo enfrente, soy el hijo de la modista.
—Y por qué quieres conocer a Sirena.
—Porque la veo siempre asomada a la ventana y quiero hablar con ella.
La señora, después de un momento, le pidió que la acompañara. Subieron
una escalera, llamaron a una puerta y entraron. En una habitación llena de
libros, muñecas, y osos de peluche, se encontraba Sirena. Se conocieron al fin.
— ¡Es linda mamá! Linda, linda. ¡No sabes cuánto! Tiene el pelo rubio y
largo, muy largo, y los ojos claros como tus ojos, mamá. Y una risa grande y
unas manos blancas y suavecitas. La mamá me dijo que los sábados de tarde puedo
ir a verla. ¡Cuando termine de estudiar y me reciba, voy a casarme con ella…!
Mi madre lloró esa tarde abrazada a mi hermano, que a los catorce años había decidido
qué hacer con su futuro.
—No llores, mamá. Está todo bien. Yo la quiero y ella también me
quiere, ¿entiendes, mamá?
—Hijo, pero ella…
—No importa mamá, no importa.
Mamá entendía, cómo no iba a entender. Los años al pasar, la vida que
se empeña siempre en mostrarnos todo lo bueno, todo lo malo, tendrían la última
palabra. Mientras tanto mi hermano estaba de novio con la hija de la
familia bien, aquella niña rubia que asomada a la ventana nos miraba jugar.
Pasaron seis años y una tarde de abril, se casaron en la
parroquia del barrio. Todos los vecinos estaban allí.
Cuando sonaron los primeros acordes de la Marcha Nupcial y
se abrieron las puertas de la iglesia, entró Carlos con Sirena vestida de
novia en los brazos. Atravesó la nave principal y la bajó frente al altar
mayor. La sostuvo todo el tiempo, mientras el sacerdote los unía en matrimonio.
Después, volvió a salir con ella en los brazos.
Las amigas, en una ronda, habían rodeado el auto que los esperaba.
Ada Vega - 2017
Ada Vega - 2017
Intrusa - 1
Ne-am cunoscut într-o vară cu soare şi
nisip. Eram foarte tineri şi ne jucam de-a dragostea. Din joacă dragostea ne-a
năpădit. A fost atât de mare şi de deplină că nu am ştiut ce să facem cu ea şi
ne-a zăpăcit. Am înţeles atunci mai mult
ca niciodată că chipul său şi mâinile mele erau infinite. Pielea sa şi pielea
mea. Eram aproape copii când ne-am căsătorit la oficiul de stare civilă din
cartier. Oficiantul, cu tricolorul pe piept şi ochelarii pe vârful nasului ne
privea foarte serios fără să priceapă râsetele, fericirea noastră radioasă,
dragostea noastră iresponsabilă. Am spus da înconjuraţi de rude şi prieteni.
Am fost pupaţi, am strâns
mâini, am aruncat în aer buchetul alb de flori şi am fugit împreună pe sub
norul de orez care ne ura fericire.
În primii ani de căsnicie locuiam într-un hotel
situat central, aproape de serviciu. Eu lucram într-un magazin pe strada 18
Iulie. Iar el într-o croitorie în strada San Jose. Mergeam împreună dimineaţa,
aproape alergând. El trăgându-mă de mână, pe jumătate adormită, rămânând mereu
în urma lui. Dimineaţa zbura şi de îndată ce suna finalul primei părţi a zilei
de lucru, ne grăbeam să ne întâlnim într-un bar din strada Convenţiei. Mâncam
în timp ce ne priveam în ochi, parcă pentru a ne asigura că eram împreună. Că
eram într-adevar unul cu celălalt.
Era o sărbătoare să îl
aştept la şapte seara când venea să mă ia. Porneam îmbrăţişaţi pe acele străduţe înguste, înţesate la ora
aceea de angajaţi povenind de la toate companiile din central unui Montevideo pierdut
şi inocent.
Ajungeam la mica noastră
cameră de hotel unde făceam dragoste descoperindu-ne în fiecare zi. Ne afirmam
dragostea cu siguranţa absolută că niciodată nimic şi nimeni nu ne va despărţi.
Apoi visând casa pe care într-o zi o vom avea şi copiii care vor veni. A trebuit să aşteptăm doi ani. Într-o zi am închiriat un
apartament în Andes y Colonia. Ne-am construit căminul pas cu pas. Fără
griji şi fericiţi.
Nu
ştiu bine ce s-a petrecut atunci.
Poate că relaţia noastră era ceva prea frumos,
prea perfect. Zeii ne-au invidiat şi a apărut intrusa.
A apărut de nicăieri. Dintre
umbre. Pe tăcute. Şi-a fixat ochii seducători pe bărbatul meu şi a deschis o
breşă între noi încercând în van să submineze dragostea mea.
L-a cucerit cu inteligenţă
şi a început să-l fure treptat.
Am ştiut întotdeauna că nu voia să plece. Să mă
lase singură. Că a încercat să se opună. Dar ea este foarte abilă. A desfăşurat
în faţa lui toată puterea sa de atracţie copleşindu-l. Luând în stăpânire viaţa
sa care era a mea.
Când mi-am dat seama de
existenţa ei, se insinuase deja între noi. Am încercat să o scot în afara
terenului înfruntând-o direct într-o luptă inegală. Ea se ascundea, nu se lăsa
la vedere. A ştiut întotdeauna că va învinge, că putea mai mult. Eu nu ştiam
acest lucru şi, după o judecată disperată, am pus pe masă tot ce aveam pentru a
o îndepărta.
Prezentul meu, viitorul meu.
Dar nu am reuşit. Mai mult decât o dată mi-a dat speranţe şi m-a înşelat. Mi-a
închis toate căile de acces. L-am pierdut aproape fără a-mi da seama. Nici el
nu şi-a dat seama că mă părăsea până în
ziua în care a plecat fără a se mai întoarce. M-a privit din străfundul ochilor săi obosiţi şi trişti. Încerca să îmi vorbească, să-şi ia rămas bun, dar
nu a putut. Ea era acolo. Aşteptând. L-am văzut plecând neputincios. Am rămas
cu braţele întinse vrând să îl opresc. Mi-a rămas în gâtlej numele lui repetat
de mii de ori. Am vrut să plec şi eu, dar nu era momentul pentru mine.
Neîncrezătoare, intrusa m-a dat la o parte, condamnându-mă să trăiesc fără el.
Viitorul şi copiii noştri s-au pierdut în vânt. Se făcea seară când l-am
însoţit pe aleea pinilor înalţi.
Lângă numele lui am lăsat o
floare.
Cosmarul unei nopti de vara - 2
Totul s-a intamplat la vremea petrecerilor de sfarsit de an. Pe 15
decembrie mai multi prieteni ne-am reunit pentru a sarbatori Anul Nou in casa
unuia dintre noi, in La Floresta. Ziua era perfecta. Primii au inceput sa
soseasca pe la ora sapte jumatate. Se asezara langa gratar, incepura sa faca
focul, sa pregateasca mate, sa deschida prima sticla de whisky si sa puna
mielul pe gratar. Pe la ora unsprezece dimineata sosise toata lumea.
Cativa cantau in jurul unui chitarist improvizat, unii jucau carti,
stapanul casei alinia salatele, iar insarcinatul cu gratarul profita de rolul
sau impartindbucatele de chorizo, sangerete si carnati.
Se
desfacusera doua sticle de whisky si intrase in scena prima damigeana de vin
rosu.
La
ora cinci dupa-amiaza terminam de mancat.
O
parte au plecat sa se culce putin, iar altii la plaja pentru a juca fotbal pe
nisip.
Ceilalti am continuat, La opt seara am inceput sa mancam friptura rece,
restul salatelor, inghetata, am baut vinul si whisky-ul care ramasesera de la
pranz. La ora zece noaptea, mai veseli ca niciodata si foarte aproape de o
criza de ficat, ne-am intors acasa.
Am
ajuns acasa pe la miezul noptii, am
sarutat -o pe Daniela si nu stiu daca mi-am
scos eu hainele sau ea. Am adormit de indata si atunci a inceput cosmarul meu.
Ma transformasem intr-o pisica.
Se
facea ca eu, sau pisica, eram un vagabond care mergea miorlaind pe strazile uni
cartier necunoscut. Si deodata intre acele case ciudate am descoperit casa mea
si am incercat sa intru. Am cautat cheia, dar un aveam o cheie, nici pantaloni,
nici altceva, numai patru labe si o coada lunga. Amintindu-mi atunci ca
fereastra de la bucatarie ar fi putut fi deschisa, am escaladat zidul cu o
maiestrie care m-a uimitsi m-am indreptat catre dormitorul unde dormea sotia
mea.
Ma
urcai in pat si incolacindu-ma m-am asezat la locul meu. Dimineata urmatoare cand Daniela s-a trezit, eram
in fundul casei, la soare. Cand m-a vazut s-a bucurat:
-Hei,
pisicuto! Ce faci la soare? M-am apropiat si am incercat sa ii spun cine eran,
dar mi-a iesit numai un mieunat. Atunci m-a luat in brate si m-a dus la
bucatarie. Mi-a dat lapte sa beau dintr-o farfurie si mi-a spus: iubirea mea,
un poti ramane. Trebuie sa pleci.Sotului meu nu ii plac pisicile. Mi-a zdrobit
inima,
Deodata ca intra Pele ca o furtuna si
venisa ma adulmece, latrand ca un descreierat.Am sarit si m-am oprit pe
frigider cu spatele arcuit si parul zburlit. Daniela a incercat sa linisteasca
cainele care se pare ca ma recunoscuse.
Era
evident ca incerca sa se razbune pe felul urat in care ma purtam cu el si pe
cele catevalovituri pe care i le-am dat pentru ca s-a urcat in pat. Din
fericire cainele imi iubeste sotia, o asculta si pentru moment m-a lasat in
pace.
Asta visam atunci cand am simtit mangaierile
Danielei. M-am
trezit transpirat si infricosat, dar multumii ca total fusese doar un vis.
Atunci, vazand ca sunt treaz, mi-a spus glumind:
-Pisoi, ce visai? M-am uitat
la ea si mi s-a paruta atat de seducatoare in timp ce intindea bratele
catre mine, ca am uitat de pisoi.Mi-am
adus aminte ca eram un barbat, barbatul pe care ea il astepta.
Din 16 decembrie pana in
ajunul Craciunului nu am mai pus in gura o picatura de alcool. De revelion am
baut de toate. Am
petrecut in casa cu un cuplu de prieteni si cumnatii mei impreuna cu sotiile
lor. Am servit mancare rece, pregatita de sotiile celor
care au participat.
Am inceput devreme cu un
toast si am terminat in seara de
Craciun. Sotia mea impreuna cu cele ale sotiile cumnatilor mei au facut
curatenie in casa.Atunci cand au plecat eu am cazut ca mort. Adormisem ca o
piatra in patul din living. Daniela care nu a reusit sa ma trezeasca s-a dus sa
se culce singura si m-a lasat sa dorm linistit in continuare.
Atunci mi-a revenit cosmarul. De data aceasta
ma plimbam pe acoperisurile caselor din cartier certandu-ma cu alte
pisici.Vecinii aruncau cu pietre in noi, iar cainii latrau. Am alergat pe
strazi, era sa ma calce o masina. Pana la urma am ajuns acasa. Cum deja stiamde
fereastra bucatariei, am intrat pe acolo. In farfuria mea de pe jos era lapte,
pe care l-am baut cu multa placere, m-am dus in dormitor si m-am incolacit
alaturi de Daniela care ma auzi si imi spuse:
-Pisoiule…
si continua sa doarma.
Adormii
torcand.
Cand
m-am trezit pe 26 decembrie m-am simtit bine, agil, treaz.Am pregatit baia.In
timp ce ma spalam mi s-a parut ca am observat ca unghiile mele crescusera
destul de mult, iar parul care imi acoperea corpul era mai negru si mai des.
Probabil ca erau inchipuirile mele. Nu le dadui importanta, imi uscai parul si
ma dusei sama culc in pat cu Daniela care dormea cu voluptate. De data aceasta
am trezit-o eu.
Daniela.
Daniela este superba. Este o fata buna, simpla si credula. Crede in lucruri pe
care nimeni nu le mai crede. In de deochi,
si in faptul ca toti suntem egali in fata legii. Crede ca daca esti o
persoana buna, Dumnezeu te va premia. Crede in Dumnezeu, in oamenii politici si
in garra charrúa. Crede ca intr-o zi vom trai mai bine si crede in vise. Din
cauza asta nui-am povestit nimic despre visele mele infernale.
Cu
siguranta ar fi inceput sa se roage pentru salvarea sufletului meu, pe care
l-ar vedea in pericol. Ar fi insemnat sa o ingrijorez fara motiv.
Desi
astazi nu sunt convins ca nu ar fi fost mai bine sa ii fi povestit cel putin
istoria cu pisica.
Din
26 in 31 decembrie, m-am simtit un pic ciudat, imi venea asa sa dorm ziua, iar
noaptea aveam chef sa ies sa ma plimb. Ziua de 31 decembrie am petrecut-o in
casa socrilor mei.Eram in jur de treizeci de persoane. Toti adusesera de
mancare, pusera la prajit un porc de lapte. Era de mancare de parca un mai
mancasem niciodata pana atunci. Iar de baut: doua butoaie si jumatate. Am ajuns
acasa la 10 dimineata pe 1 ianuarie, nu stiam unde eram, nici cine eram.
Am
dormit toata ziua, noaptea m-am trezit cu grija, am iesit afara si am disparut
pe acoperisuri. Daniela,
uimita de disparitia mea, mi-a contactat prietenii, rudele, si vecinii. Nimeni
un le-a putut da informatii despre unde as putea fi. Astepta cateva zile si
incepu sa planga. Credea ca o parasisem.
Nu
am parasit-o nicidata. In ziua in
care a banuit ca am parasit-o a gasit in spatele casei un pisoi negru. L-a luat
in brate, i-a dat sa bea lapte si i-a
spus ca ar trebui sa plece pentru ca sotului ei nu ii placea sa aiba pisici in
casa. Eu i-am spus pe jumatate serios:
-Mami, sunt eu, sotul tau,
ce tot spui? Ea nu a
inteles, m-a scos afara si a inchis usa.
Incet-incet
a renuntat sa – si mai astepte sotul, canvinsa ca nu se va mai intoarce. Cu
toate acestea eu ramasesem in casa,imi dadea lapte cald si carne cruda. Nu era
rau, era din plin.In primele saptamani a plans mult, a iesit sama caute prin
spitale si comisariate. A fost si la morga. Si nu m-a gasit, normal. Astfel ca negasindu-ma nici mort, nici bolnav a innebunit la gandul am
plecat cu alta femeie. Intre timp am devenit stapanul casei. Sotia mea si eu aveam o
relatie ciudata. Din postura mea de pisica continuam sa o iubesc, imi placea sa
dorm in poala ei, mergeam in urma ei prin casa si ii miorlaiam dragastos.
La
randul ei, ma mangaia, ma tinea in brate si descarca asupra mea toata tandretea
ei, pentru ca, intr-un anumit fel, cred ca iumpleam in sufletul ei golul lasat
de plecarea sotului.
Convietuirea
nostra era aproape perfecta. Noaptea o lasam singura, iar in timpul zilei eram
cel mai fervent adorator al ei.
Eram o pisica fericita. Nu aveam nevoie de nimic mai mult. Iar ea, ma rog, credea ca
nici ea nu avea nevoie de nimic.
Pana
cand un an mai tarziu, in jurulCraciunului veni sa cineze un vechi prieten
de-al meu. Cand a ajuns invitatul m-a luat in brate si mi-a spus:
-Dragul
mei pisoias, si m-a scos afara din casa.
Erau
regulile jocului. In orice caz noaptea si misterele ei ma cheama. Parcurg
acoperisurile, benele de gunoi. Vecinii ma alunga cu pietre, iar cainii ma
latra. Aseara, dupa o incaierare m-am intors acasa cu corpul plin de durere. Am
mancat laptele pe care Daniela mi-l lasa intotdeauna in bucatarie si m-am dus
in dormitor pentru a dormi cu ea ca in toate noptile.
Dar
nu am putut. Locul meu era ocupat.
Şah mat . 3
Putin dupa ora zece in acea
noapte din a doua parte a lunii august plutea un inceput de primavara in aer.
Terminasem cursurile si duceam in brate un munte de lucrari de corectat.
Coboram scarile universitatii, iar tu urcai grabit.
Cand ne-am intalnit, aproape
fara nici o retinere, mi-ai spus sa te astept in barul unde obisnuiam sane
vedem, pentru ca vroiai sa vorbesti cu mine.
In acea seara imi programasem sa nu ma culc
inainte de a termina corectarea lucrarilor.
In orice caz am intrat in bar, am gasit o masa
libera la fereastra care dadea catre strada,
m-am asezat si am cerut o cafea. Prietenia noastra dura de multi ani, iar daca aveai ceva sa-mi spui,
datoria mea de prieten era sa te ascult. Nu trecusera nici zece minute, cand ai intrat in bar. Te-ai asezat in fata mea, iar barmanul ti-a adus
o cafea. Erai tuburat. Gesticulai nervos. Am incercat sa ghicesc problema care
fara indoiala te macina, dar imaginatia mea se lovea de seriozitatea cu care
amestecai in cafea.Mi-am aprins o tigara si am asteptat sa vorbesti.
Deodata ai deschis gura si
cuvintele au iesit cu repeziciune.
-Manuel, mi-ai spus fara
introducere, o voi parasi pe Yanina. Nu am facut nici un comentariu si ai
contiuat. Este o situatie delicata, dar nu imi ramane alta solutie. Plec cu
Estela. Vroiam sa vorbesc cu tine inainte sa afli de la alta persoana.
Ai inceput sa iti bei cafeaua. La inceput nu stiam
ce sa spun. Nu stiu ce se face in astfel de situatii. Am incercat sa ies din
impas cu primul lucru care mi-a venit in minte.
-Te-ai gandit bine?
-Da, Manuel, mi-ai raspuns.
Estela
imi place, ma simt bine cu ea si nu vreau s-o pierd, auzi?
M-am simtit incurcat si nu, nu te inteleg, ti-am
spus. Atunci cel care nu a stiut ce sa raspunda ai fost tu. Am profitat de
moment si te-am intrebat de sotia ta.
-Yanina nu asteapta primul ei copil zilele
astea?
- Da, ai confirmat.
– Si vrei sa o parasesti
acum cand are nevoie mai multa de tine?
– Manuel, te-ai grabit sa
raspunzi, relatia mea cu Yanina a ajuns la final, nu pot sa raman alaturi de ea
doar pentru ca va avea un copil.
Nu iti cer sama intelegi,
dar lucrurile asa stau.
Estela a aparut deodata in viata mea.
Aceste lucruri se intampla. Nu se pot
explica.
Mi-am dat seama atunci ca
luasei deja decizia, ca nu tineai cont de ceea ce as fi putut argumenta.
– Spune-mi, Juan, o iubesti
pe Yanina?
– Tin la ea, dar nu o iubesc.
Lasa-ma sa iti explic…
-Nu, nu imi explica, stiu
diferenta intre a tinela cineva si a iubi.Sper ca si tu stii si nu te inseli.
In orice caz, daca ai hotarat deja cum sa rezolvi situatia, ce poteu sa iti mai
spun ca prieten?
–Nu spune nimic. Am renuntat
deja la postul meu din facultate, iar maine plecam din tara.
- Pleci din tara?Unde?
– Nu ma intreba, mi-ai
raspuns, o sa iti scriu dupa aceea.
– Dar fiul tau? am
insistat, nu iti pasa ce se va intampla cu el?
– Yanina are bani de bona,
ai spus, nu va avea nevoie de mine pentru a-l creste.
In acel momant as fi vrut sa
iti spun multe lucruri, ti-as fi vorbit pana si de morala. De omenie. Dar am
inteles ca doar vroiai sa ma informezi,nu sa imi ceri parerea. Te-am privit in
ochi si nu te-am mai recunoscut. Am simtit ca ma rostogolesc intr-un put adanc
unde cuvintele si sentinemtele mele se amestecau. Mi-am chinuit mintea
incercand sa formulez o propozitie care
sa te faca sa intelegi, dar am ramas mut.Absent.
Te-ai
ridicat si ne-am strans mainile. La revdere, Manuel. Adio, Juan. Ai plecat fara sa mai privesti inapoi.
Am cerut inca o cafea si am ramas in barul, unde, cu cativa ani inainte, o
cunoscusem amandoi pe Yanina.
Ne laudam cu titlurile
noastre de profesori de spaniola. Intotdeauna ai fost un castigator, simpatic,
jovial. Nu-ti mai ajungeau femeile. Yanina a aparutintr-o dupa-amiaza cu o
prietena. Erau studente la facultatea de Stiinte Umaniste. Ne-a impresionat pe
amandoi, eu nu am avut ocazia sa ma fac remarcat, pe cand tu deja o cucerisei.
Dupa putin timp ea a lasat studiile si au inceput sa locuiasca impreuna.
Cateodata prietenia nu este o scuza. Ai gresit un numai fata de Yanina, ci si
fata de mine.
Te-am vazut iesind din bar,
pierzandu-te in multime.Si timp de 20 de ani un te-am mai revazut.
Astazi ai sunat la usa mea
si ai intrebat-o despre mine pe fiica mea cea mica. Te-a poftit inauntru. Nici
macar un m-a uimit prezenta ta in casa. Intotdeauna am stiut ca odata si odata
drumurile noastre se vor reuni.Ai ramas la fel. Am discutat despre viata ta si
te-am intrebat de Estela. Da, mi-ai spus, inca esti cu ea.Lucrurile nu au iesit
cum ai sperat,dar in fine,e greu sa stii dinainte totul. Nu, nu ati avut copii.
Maternitatea nu a fost niciodata unul din visurile Estelei. In alte privinte
totul ti-a mers bine.
Te-ai stabilit in Caracas,
ai venit cateva zile in Uruguai, dar acum pleci.
Montevideo ti se pare
frumos. Inca iti este dor de el. Vrei sa stii
despre mine.
–M-am casatorit, am spus,am
trei copii. Ramai la pranz ca sa imi
cunosti familia.
Din punct de vedere
material? Cu dificultati, pentru ca situatia din tara este foarte
complicata.Sunt in continuare profesor la universitate si predau si in doua
licee. Despre copiii mei? Cei mari sunt baieti si sunt la facultate.Cea mica
inca nu a terminat gimnaziul.Familia este toata averea mea.
– Haisa mergem in
sufragerie, am spus, familia mea este deja acolo. Iata, Juan, acestia sunt cei
trei copii ai mei. Yanina, iubirea mea, apropie-te, poate iti mai amintesti de
prietenul meu de acum multi ani.
Astazi va lua pranzul cu
noi.
Mistinguette - 4
Era iarna si se innoptase. Am inchis caculatorul, lumina de la birou, mi-am
infasurat fularul pe sub haina si am coborat in strada. Trecatorii, infasurati in hainele lor, treceau
grabiti.Am luat-o prin Sarandi catre
Piata Independentei, catre casa. Mergeam
neatent, absent, fara sama grabesc, fara
a tine cont de ora. Am vazut-o
indreptandu-se in directia mea, prin poarta Ciudadela. Era o fata inalta si
subtire cu ochi inchisi la culoare si parul deschis; era imbracada cu un
pardesiu rosu aprins si ghete inalte cu toc subtire.Am urmarit-o cu privirea,
pentru ca nu si-a desprins ochii dintr-ai mei. Cand ne-am intersectat, s-a
oprit.
- Ca sa ajung la Rio Negro e
bine pe aici? m-a intrebat intr-o spaniola cu accent francez.
-Nu, i-am raspuns surprins, mergi in sens invers. Rio Negro este mai in spate cu vreo doi
kilometri.
-Este in drumul tau? vru sa
stie.
-Da, i-am raspuns
recunoscator, locuiesc putin mai incolo.
-Te deranjeaza daca mergem
impreuna?
-Nu, nu, te rog…sa mergem.
Mi-a spus in timp ce
traversam piata ca de mai putin de un an locuia in Montevideo. Era de origine
franceza si venise ca reprezentant al
guvernului pentru a suplini in ambasada Frantei o angajata care se
pensionase.
Cum noaptea imbratisa deja
orasul, nu am vrut sa fiu nepoliticos si am invitat-o sa ia un coñac in barul
Rex. Am urcat la etaj. Atmosfera era foarte placuta. Ea vorbea ca si cum am fi
fost vechi cunostinte, se numea Madeleine. Mi-a povestit ca traía cu parintii
ei intr-un cartier din suburbiile Parisului intr-o casa veche, cu pivnita si
mansarda, cu balcoane mici si grilaje catre strada si o gradina in spate, cu
trandafiri si maganolii.
Ca, desi ii era dor de tara
ei, se indragostise de Montevideo din prima zi in care a sosit.
A spus si ca tocmai
implinise 25 de ani si era obisnuita sa calatoreasca prin lume de mica, de
aceea avea usurinta de a se adapta la locurile diferite unde trebuie sa
locuiasca.
Vorbea cu mare usurinta.Era
captivant sa o auzi. Vocea ei
avea acel accent suav rezultat din amestecul francezei cu spaniola.
Spuse, printre alte lucruri, ca traía singura intr-un apartament,in
compania unei pisici dragastoase, in trei culori, careavea un ochi verde si
unul galben. O pisica pe care a gasit-o la intoarcerea de la ambasada,
miorlaind de foame la poarta cladirii, intr-o cutie de pantofi.Atunci cand a
vazut-o acolo asa mica si fara apararea luat-o cu tot cu cutie in
apartament.Si-a adus aminte ca atunci cand a luat-o in brate ia-u atras atentia
labele lungi in comparatie cu corpul si ca atunci cand a vazut-o cum merge i-a venit sa ii spuna
Mistinguette, ca pe o actrita si balerina franceza foarte faimoasa, din prima
jumatate a secolului trecut, careisi asigurare picioarele pentru 1000 de
franci.
Cand am auzit asta, eu care
sunt iubitor al muzicii lui Gardel, am putut sa adaug mai multe detalii
povestii: stiu de existenta lui Mistinguette, i-am spus, a fost o balerina din
Parisul cabaretelor secolului XX, al carei nume adevarat era Jeanne Bourgeois.
Stiu despre ea pentru ca in anul 1929 Carlos Gardel care se afla in Paris
aparticipat la un festival unde jucau figuri importante cum sunt La
Mistinguette si Maurice Chevalier. A si impartit afisul cu ea la Nisa unde Gardel
l-a cunoscut si pe Charlie Chaplin.
Vazand ca stiam de existenta
compatrioatei ei si ca adusesem mici detalii povestii ei, i s-a iluminat fata,
a izbucnit intr-un ras senin si, fara sa isi ia privirea dintr-a mea, spuse: -
Stiam eu ca poti sa scoti mai mult de patru cuvinte!
Si eu eram surprins. Era
mult timp de cand nimic nu ma mai miscase, nimic un imi mai atrasese atentia.
In orice caz in acea noapte in barul 18 Iulie si Julio Herrera y Obes, impreuna
cu acea fata de douazeci de ani care vorbea necontenit, povestindu-mi viata ei,
ca si cum as fi fost un tanar de seaman ei, si nicidecum un vaduv trecut de
cincizeci de ani, am simtit cum ceva in mine reincepea sa renasca. Incepea sa
prinda contur.
In aceasta prima intalnire
am vorbit mult, Madeleine m-a molipsit cu magnetismul ei, iar eu i-am povestit
o parte din viata mea. Noaptea se lungea si isi urma cursul, si atunci a fost
momentul in care m-ainvitat sa iau o cafea in apartamentul sau.
-Hai, mi-a spus, mi-ar
placea sa o cunosti pe Mistinguette. Eu nu as fi vrut sa merg, si nici sa raman
la ea. Mi-am dat seama atunci ca faptul ca traisem legat de o amintire ma
facuse sa imi pierd increderea in mine, eu care mereu fusesem indraznet in fata
femeilor.
De asemenea m-am gandit ca faptul in sine un contrazicea cu nimic
decizia mea de a trai singur.Astfel ca am acceptat si am pornit pe jos catre
apartamentul ei care, in mod ciudat, era localizat in una din cladirile din
jurul pietei Zavala, in inima Orasului Vechi.
Cred ca in timp ce ne
plimbam, m-am intrebat pana unde ar fi vrut sa mearga de fapt, atunci cand m-a
oprit in piata pentru a ma intraba de Rio Negro. In orice caz, ea vorbea atat
de mult langa mine ca m-a distras si nu
am mai intrebat-o. Apoi nu a mai avut nici o importanta.
Cand am ajuns la apartament trecuse de miezul noptii.Era frig si un
vant puternic sufla fara oprire dinspre mare.
Apartamentul lui Madeleine
era mic dar foarte confortabil. Avea un singur dormitor si un living foarte
spatios cu mobila, canapele si multe decoratii.
Tanara a pornit incalzirea,
a pus un disc cu muzica lenta si a pregatit o cafea. Atmosfera era pregatita.
Deja ne cunosteam. Ne-am regasit singuri in penumbra camerei.
Cuvintele erau de prisos.In
acea noapte am inceput o relatie pasionala.
Eu, negativist, sigur ca
acea relatie nu va dura.
Un s-a intamplat asa, iar
ea, cu timpul s-a indragostit de mine.
Vroia sa se casatoreasca cu
mine si sa mergem in Franta cand se va incheia sederea sa in Uruguai. Nu stiu
daca am ajuns sa o iubesc cu adevarat, daca am iubit-o si un am dorit sa o
ranesc sau daca pur si simple mi-a fost frica si nu am avut curajul sa incep o
viata cu ea. Madeleine era foarte tanara, foarte frumoasa vesela si plina de
viata. Traia viata visand la un viitor, cu copii. Eu reprezentam viitorul, eran
mai mare cu 25 de ani, un aveam asteptari vanitoase. I-am spus aceste lucruri.
Ca avea nevoie alaturi de ea un barbat tanar caea, cu vise, cu sperante.
Dar nu ma asculta, nu credea
ceea ce ii spuneam. Intelegea ca fericirea nu consta in varsta pe care o detine
cineva, ci in a dori sau nu sa fii fericit.Am trait putin mai mult de doi ani
impreuna si despartiti.Putin in casa mea si putin in casa ei. Intr- zi a fost
informata din Franta ca trebuia sa se intoarca la slujba ei anterioara din
Paris.A plans ca o fetita rugandu-ma sa o insotesc. Spunand-mi ca daca preferam
ar fi renuntat la slujba ei si ar fi ramas cu mine, ca era sigura ca eu o
iubeam, ca sa nu ma inchid in fata dragostei. Mai mult de
o data am fost pepunctulde a-i cere sa ramana cu mine. Mai mult de o data , ca
sa nu o fac sa planga, am fost pe punctul de a-i spune ca merg cu ea. Mai mult de o data. Si m-am abtinut.
Madeleine a plecat intr-o
primavara luand-o cu ea pe Mistinguette , iar eu m-am adancit in singuratate si
amaraciune. Mult timp mi-a trimis scrisori din Franta la care nu am raspuns
niciodata. Acum cativa ani am primit-o pe ultima unde ma anunta despre nunta ei
apropiata.Nu mi-a mai scris. Niciodata. Acum, ca au trecut atatia ani de la
acele zile de dragoste pasionala, continui sa cred ca am facut binesa nu o las
pe Madeleine sa se uneasca cu amaraciunea mea. Nu ar fi fost fericita langa
mine. A fost o luminita care mi-a luminat viata in momentul in care eram mai
singur si mai pierdut ca nciodata. Eu
num-am schimbat, un m-as fi schimbat niciodata. Sunt o persoana trista, singuratica. Ma inconjor cu singuratate. Inca
duc dorul sotiei pe care am pierdut-a, refuz ca alta femeie sa ii stearga
amintirea.Traiesc singur, nu accept pe nimeni langa mine. Nu am nevoie de
nimeni. In casa mea am numai o pisica care a aparut de ceva vreme. O pisica neagra, cu mustata si
labutele albe. La inceput am incercat sa o dau afara, sa o las afara, dar s-a
incapatatat atat ca sa ramana, ca pana la urma am lasat-o. Pentru o amintire
iubita pe care o voi pastra pentru totdeauna, i-am pus numele: Mistinguette.
Cu pasiune - 5
Am inchiriat casa din Parque
del Plata in primul an de casatorie, pentru a petrece vacanta de vara. Era o
casa frumoasa, comoda, cu un umbrar sub copaci.De-a lungul anilor am petrecut
aici, cu sotia mea Sonia, perioada examenuluide licenta anual.
Apoi, atunci cand s-au nascut
copiii Alvaro si Noelia, ne-am hotarat ca in loc sa inchiriem pentru o luna, sa
o facem pentru trei luni de vara pentru ca cei mici sa se poata bucura mai mult
timp de plaja si soare.In acea vreme eran angajat in birourile pe care unii
concesionari de lana, le detineau in Agraciada si Buschental.
Intr-o zi am decis, impreuna
cu Sonia, sa inchiriem casa pentru tot anul. Am vorbit cu proprietarul si am inceput sa petrecem acolo perioada
lungi. Terminasem de platit casa,
copiii studiau si duceam o viata fericita. Si am crezut ca asta era totul.
Cat de mult ma inselam!
Acesta a fost numai inceputul.
Imi aduc aminte ca tocmai
implinisem 42 de ani cand in birou au decis sa angajeze inca trei persoane
pentru a accelera procesul de lucru cu documentele, spuneau ei. Au pus un anunt
in ziar si s-au prezentat mai mult de 30 de tineri de ambele sexe. Au
selectionat pe trei dintre ei: Anibal, Elena si Noel. Noel a ramas in
departamentul meu. Avea 18 ani si frumusetea si detasarea tineretii sale. Aparitia sa in birou m-a nelinistit. Am incercat
totusi sa ma afund in munca si sa-i ignor prezenta. A fost inutil. In tot acest
timp am incercat cat am putut sa neg sentinemtul care crestea si ma sufoca in
fiecare zi mai mult. Il negam si il ascundeam in fata celorlalti.
Noel trebaluia toata ziua in
jurul meu. Intreba mii de lucruri despre
munca pe care spunea ca nu le intelege. Imi vorbea despre casa lui, despre
plantele sale. Despre mama lui. Despre filmul pe care il vazuse sambata si
despre mancarea pe care o mancase duminica. Hartuirea sa un cunostea mila.
Eu nu vroiam sa-mi
povesteasca nimic. \nu vroiam sa-mi vorbeasca. Nici sa ma priveasca, cu ochii
mijiti, in timp ce batea darabana cu degetele pe birou. Nici sa bea coca cu
ochii fixati asupra mea. Nu vroia.
Nici sa – si treca varful
limbii peste buze sau sa se joace cu creionul in gura, trecandu-l peste dinti.
Nici sa continue sa ma priveasca.
Nici sa se uite in ochii mei
cu indrazneala.
Jur ca un vroiam. Am rezistat. Jur ca am rezistat. Eu eram fericit in
casa mea, cu sotia mea, cu fiii mei. Cu cainele meu.Am inceput sa devin
irascibil, nervos.
Ma certam cu Sonia pentru orice
prostie,invinuind-o mereu pe ea pentu disputele noastre continue.De faptul ca
un suportam propriii mei copii pe care ii iubeam. Ca nu puteam sa dorm
noaptea.Ca asteptam sa inceapa o noua zi pentru a fugi din pat si din casa care
ma asfixiau. Sa ies ca un posedat sa ma plimb pe plaja.
Sa ma plimb, sa ma plimb, sa
ma plimb, sa ametesc, sama plimb…
De multe ori mergeam singuri prin Parque del Plata. Copiii erau deja
mari, aveau planurile lor, prietenii lor si preferau sa ramana in Montevideo.
Eu vroiam sa plec cu orice chip. Aveam nevoie sa petrec tot timpul langa marea
care mereu ma linistea. Sa ma indepartez de acel cerc agonic care in fiecare zi
statea mai mult pe constiinta mea. Sonia, detasata, inocenta, ma insotea
fericita. Mergea cu mine oriunde m-as fi dus. A fost mereu a mea in mod neconditionat. Ma iubea.
Intr-o dupa-amiaza Noel m-a intrebat daca atunci
cand terminam serviciul putea sa vina cu mine pana la Las Toscas, pentru ca
mergea la casa unei prietene pentru a petrece sfarsitul de saptamana.Am
incercat sa inventez o scuza credibila si am auzit voicea lui care ma presa: Ma
iei? Nu mi-am recunoscut vocea cand am raspuns: - Da, te iau. A urcat cu mine
in masina.Isi tinea parul lung strans intr-un elastic, intr.-o coada pe
spate. O pereche de blugi destramati, o
geaca decolorata si un rucsac nergu pe umar.Parea mai tanar decat in realitate.
Am luat-o pe drum fara nici
o vorba. Nici Noel nu vorbea.In orice caz, un era nevoie sa ii vezi chipul
pentru a-ti imagina expresia de triumf pe care o infatisa. Seara era racoroasa,
dar nuchiar atat incat sa fie nevoie sa se apropie mult de mine. Aproape ma
impiedica sa conduc. M-am uitat la mainile lui cu unghii taiate, aproape din
carne, cum se jucau cu butoanele radioului. Inainte de a ajunge la Salinas
spuse ca ii era frig si se apropie de mine fara jena.Se intunecase. Am intrat
pe una din strazile nepopulate ale cartierului si am oprit masina.Nole si-a
desfacut parul. Gura sa s-a deschis intr-un suras aratandu-si dintii
albi.Prefecti. Gura sa flamanda.
Ceea ce s-a petrecut dupa
aceea a fost un vartej halucinant care mi-a intunecat simturile, ratiunea.A
sters dintr-o data viata trecuta si a deschis in fata mea un abiscaunica
optiune. In care am cazut. Invins. Fara sa opun rezistenta. Ca intr-o clipa de
inconstienta pe care in acest moment nu pot sa o explic, am ajuns sa dau casa
din Parque del Plata si sa inchiriez un apartament in Centru pentru Noel. Am
trecut de atunci la o viata dubla. Am inceput sa lipsesc nopti intregi de
acasa, ceva ce nu facusem niciodata pana atunci. Am inventat probleme de
servici pentru iesirile mele. Ore suplimentare, balante urgente. Preocuparea
mea era sa scapde ceea ce fusese ani de zile caminul meu pentru a petrece
cateva ore in compañía lui Noel.
Sotia mea care credea in
mine orbeste, niciodata nu s-a indoit de artificiile pe care le inventam pentru
a scuza absentele mele.
Cu toate acestea existau copiii mei.Ei incepura sa se
indoiasca.Incepura sa verifice. Intr-o seara s-au dus sama astepte la servici si m-au urmarit pana
la apartament. Pentru ca intarziam sa ies din cladire, au urcat si au sunat la
usa. Noel deschise usa. Purta numai un pantalon scurt cu nasturele rupt si
picioarele goale.
In spate eram eu.Copiii intelesera totul dintr-o singura privire.Imi
aduc aminte ca am incercat sa vorbesc cu ei, dar nu au vrut sa ma asculte. S-au
intros si au plecat aproape in fuga.
Si acum mai vad chipurile
lor mute, ochii lor plini de lacrimi fixati intr-ai mei.
Si acum simt lovitura
durerii lor.
Au povestiti totul mamei
lor. M-am intors acasa dupa mai multe zile pentru a-mi lua lucrurile. Sotia mea
era distrusa.A fost o situatie foarte dureroasa. Aveam putine de spus, iar ea
un vru sa stie nimic. Am plecat constient de durerea prin care trecea familia
mea.Dar un mi-a pasat. Mult timp nu am stiut nimic de ei. Dupa aceea am aflat
ca Sonia fusese bolnava, intrase intr-o stare depresiva din care este foarte
difícil sa iti revii.Pana cand acum cativa ani a plecat din tara.
Baiatul meu, Alvaro, gasise de lucru in Spania si in momentul in care a
putut sa inchirieze o casa a trimis sa o caute pe mama si pe sora sa. Nu am mai
stiut nimic despre ei niciodata.
Recunosc ca pentru multi
aceasta este o poveste amara, pentru care sunt singurul responsabil, dar este
viata pe care am ales sa o duc. Poate dumneavoastra ganditi ca sunt un monstru,
un nenorocit. Cu toate acestea nu sunt o persoana rea. Ma consider un om de bine. Nu am putut evita raul pe care l-am facut
familiei mele . Credeti-ma. Cu Noel am trait o
nebunie minunata. Am fost respinsi de multe ori de lume. Am trait retrasi. Am
schimbat de multe ori serviciul. Dar nimic din toate acestea nu a fost un
obstacol de natura sane rupa relatia. Ne ajungea faptul ca suntem impreuna.
Nimic mai mult. Astfel s-au scurs 20 de ani.
Intr-o dimineata s-a trezit
si m-a luat in brate. Voi muri in curand, mi-a spus, dar nu vreau sa suferi, te
voi astepta si vom fi din nou impreuna. Ascultandu-i cuvintele am simtit cum imi ingheta inima. – Ce spui? Vrei
sama innebunesti? I-am strigat. Noel s-a indepartat si a inceput sa rada cu acel ras frumos care imi
calma suferintele, indoielile, fricile. – Prostule, mi-a spus, e o gluma. Nu
voi muri niciodata. Nu te voi parasi niciodata. Sase luni mai tarziu murea in
spital victima a unui virus, o boala ciudata pe care medicii un o cunosteau.
Avea 38 de ani. Parea ca dormea in patul alb de spital.
Imi tinea mana intre ale sale, mana sa inca fina, cu unghiile taiate,
aproape din carne. Nu am plans, nu am strigat, nu am
blestemat.
Eram gol pe dinauntru. Eram mai mort decat el. Si asa continui sa fiu. Sperand ca moartea va
venisa ma ia pentru a ma reintoarce la Noel.Baiatul indraznet care a intrat in
viata mea fara voie si a ramas pentru totdeauna. Pentru care un mi-a pasat sa
imi parasesc nevasta, copiii, amicii, slujba. Pentru care m-am vazut obligat sa
incep o viata noua.
Infruntand lumea.
Prejudiciile mele. Infruntand pe Dumnezeu.
Para Bellum - 6
Arma Luger asezata in
vitrina magazinului de arme, se uita cu atentie la barbatul care tocmai
intrase. De jos in sus. Din cap pana-n picioare, il observa. Barbatul s-a
adresat vanzatorului. Ceru sa vada arme
de vanatoare de amploare.Pentru vanatoare de porci mistreti, in mod special.
Binedispus, vanzatorul se indrepta catre o vitrina rezervata, de unde scase
doua pusti de exceptie. Lua pe una dintre ele cu luneta telescopica si patul in
stil european, o sprijini pe tejgheaua lata si, fara sa o lase din maini ii
explica.
-Este o pusca excelenta
pentru orice fel de vanatoare:la goana, in grup restrans, la panda, la picior
sau de asteptare. Este un Steyr – Mannlicher Classic, cu culata cu zavor, din
lemn de nuc selectionat.
O lasa in mainile barbatului pentru ca sa simta greutatea si sa o
observe in detaliu. Clientul isi aseza pusca sub bratul drept, lasa mana sa
mangaie tragaciul cu degetul cel mare abia atingand mecanismul, in timp ce mana
stanga parcurgea incet teava de la un capat la celalalt. O prinse apoi cu
ambele maini, o observa pe ambele parti, sprijini culata de umar, cu fata
intr-o parte si ridica corpul armei pana aduse vizeta in dreptul ochilor, ca un
vanator experimentat.
Apoi i-o inapoie incetisor.
Arma Luger, din vitrina,continua sa observe
barbatul, mainile acestuia, il observa si se infiora.
Simtea pe corpul sau
mangaierile pe care barbatul le oferea pustii si un val de flacari incepu sa o
devoreze. Pasiuni ascunse prinsera contur si dorintele se trezira.
Si dori acel barbat cu
disperare.
Caldura mainilor lui ingheta
pe corpul ei rece, acoperind-o cu tandretea unei mangaieri.
Dar ea se afla acolo, in
acea vitrina, departe de tejghea, fara posibilitatea de a se apropia sau de a
ii atrage atentia. Numai mintea, sau poate sufletul. Spiritul armei Luger si
puterea sa diabolica. Daca el se va increde in ea, va fi de ajuns sa o
priveasca o singura data si acel barbat va fi al ei si ea a lui, cu trup si
suflet pana la finalul zilelor.
Vanzatorul a pus pusca jos
si a luat-o pe cealalta in timp ce ii explica:
- Si aceatsa este o arma
excelenta pentru vanatoare, in special pentru vanatoarea de porci mistreti.Este
un Remingtom semiautomat model 75, cu vizeta telescopica si calibrul 35 whelen.
Ganditi-va, continua, ca are culata modelata cupatul mai ridicatpentru o
aliniere rapida a ochiului cu vizeta.
Este ideala pentru vanatorii
care vor sa traga rapid si sigur.
Exact ca la arma anterioara,
vanatorul a examinat minutios Remingtonul pe care i-l intinse vanzatorul. Apoi
duse culata la umar si in timp ce o
ridica pentru a alinia ochiul cu vizeta telescopica, il distrase pentru o
secunda, o sclipire intensa si fugara aparuta pe unul dintre rafturi, intr-o
parte a tejghelei.
Lasa pusca jos si ramase
atent exact in punctul in care i se paruse ca vazuse scanteia de
lumina.Victorioasa de pe raft, arma Luger continua sa il urmareasca. Acel om
era deja al sau. Spiritul sau sinistrureusise sa patrunda in mintea
vanatorului.
A doua pusca, Remington
semiautomat a fost cea aleasa. Pretul i s-a parut acceptabil, ceru sa ii fie
trimisa si plati cu un cec. Inainte de a pleca, incerca sa descopere intrigat
ce era pe raftul unde i s-a parut ca vazuse lumina. Astfel ca se consulta cu
vanzatorul care il insoti plin de solicitudine.
-Sunt arme scurte, ii spuse in timp ce le
privea cu atentie, revolvere, pistoale vechi. Unele originale.
-Aceasta este un Luger
German? intreba cumparatorul, recunoscand arma.
-Da, este aici de cateva
zile, spuse vanzatorul, a apartinut unei familii germane. Stapanul a murit, iar
restul familiei a vrut sa se descotoroseasca de ea. Este un Luger Parabellum
9mm, originala, si, adauga, pistolul semiautomatic cel mai celebru din toate
timpurile. Stapanii nu doresc reclama, continua sa spuna, doresc sa se vanda
fara sa dea pera multe informatii despre arma. Daca ar fi posibil ca cel care o
cumpara sa nu se intereseze asupra trecutului sau razboinic.
Lua atunci arma in maini si
o dadu vanatorului in timp ce ii explica structura si modul de functionare. Ii
spuse ca Luger-ul 9 mm, sau Parabellum 9mm era un cartus pentrupistoalele de uz
militar, si a fost creata in 1902 de catre inginerul austric Georg Luger.
-In acest moment, adauga,
reprezinta calibrul adoptat de NATO si diverse armate din lume. Pe langa
aceasta, utilizata ca arma de sport,
este considerata foarte adecvata pentru un tip de vanatoare de mica
amploare si, in anumite cazuri speciale, pentru vanatoare majora de munte.
Vanatorul asculta
referintele vanzatorului fara sa isi ia privirea de la Luger-ul pe care il
tinea in mana. Niciodata nu il interesasera armele scurte, un intelegea atunci
de ce simtea un fel de atractie pentru acel pistol rau famat.
Fara sa astepte sa isi
clarifice ideile, decise sa o inapoieze vanzatorului care o astepta, pentru a o
repune la locul ei.
Cu toate acestea exact in momentul in care vru sa o inapoieze, isi
schimba parerea si se hotari sa o iacu el. Semna un nou cec si ceru sa nu ii
fie trimisa acasa impreuna cu pusca, pentru ca, asa cum explica, o va lua el
insusi.
Un angajat puse Luger-ul in
centura suport si apoi intr-un toc de piele. Dupa ce a infasurat pistolul cu
multa grija, ca si cum ar fi fost o bijuterie de mare valoare, o dadu
vanatorului.
In acest mod, in seara
aceea, avu loc o vanzare usoara pentru magazinul de arme care scapa cu
rapiditate de arma, asa cum se asteptau proprietarii anteriori; nu se intampla
acelasi lucru cu vanatorul care se urca in masina si cu un gest neprevazut
deschise tocul, scoase pistolul, il puse la piept in buzunarul interior al
jachetei si apasa cu hotarare acceleratorul pana la capat.
Dupa ce parcurse 200 Km fara
a se opri din oras pana la casa sa de la tara, Adriano Sabatini ajunse la fix
la cina unde il asteptau sotia si copiii.
Familia Sabatini era
proprietara unei ferme, mostenire de la Edmundo Sabatini, tatal lui Adriano,
care, desi ajunsese in Italia la mijlocul secolului XX cu ideea de a cumpara
terenuri pentru semanaturi, odata stabilit decise sa se consulte cu vecinii,
care il informaraca acesta era un teritoriu dedicat in intregime crescutului
vitelor, datorita pasunilor foarte bune si a apei abundente din rauri si
parauri.Prin urmare, nou venitul, se decise sa isi schimbe planurile si sa se
dedice cresterii vitelor. La inceput organiza o ferma traditionala sau
‘cimarrona’,care, mai departe, in baza avansului tehnologic se converti intr-o
moderna ferma de vite.
Proprietatea era alcatuita
din zone extinse de pasuni, precum si de zone muntoasesalbatice, cu rauri unde
se gaseau familii feroce de porci mistreti care atacauturmele de vite in mod
constant.
Din cauza acestor porci salbatici si a unor pume care din cand in cand
apareau prin zona, Adrian se formase ca vanator de mic copil.
In acea noapte, dupa
intoarcerea din oras si inainte de a cina cu familia sa, Adriano ascunse in
sertarul biroului sau Luger-ul cumparat in magazinul de arme. Nu spuse nimic
despre ea. Nu o pomeni.Da, povesti despre pusca de vanatoare si informa ca ii
va fi trimisa in scurt timp.
In orice caz, in acea
noapte, inainte de a se retrage in dormitor, intra in biroul sau si statu un
moment cu Luger-ul in maini, maingaindu-l, leganandu-l ca si cum s-ar fi nascut
intre ei vraja unei iubiri interzise.
Trecura zile si nopti, iar
Adriano incepu sa se distanteze incet-incet de sotia sa. O respingea fara sa
inteleaga el insusi motivul real al atitudinii sale. In ultimul timpobisnuia sa ramana ore lungi inchis singur in biroul
sau.
Nina, sotia lui Adriano, simtise indepartarea
sacu mult timp inainte ca el sa o constientizeze.
Incerca cu mai multe ocazii
sa vorbeasca cu el, dar Adriano era suparat.
Refuza sa vorbeasca pe acest
subiect cu sotia lui. Nina intelese ca motivul indepartarii lui Adrian trebuia
sa se gaseasca in biroulsau, pentru ca acolo petrecea mult timp in fiecare zi.
Prin urmare, cu prima ocazie, se indrepta spre bioul sotului ei. Primul lucru
pe care il facu dupa ce intra, fu sa deschida sertarul biroului.Si gasi
pistolul.
Faptul ca gasea o arma acolo ii atrase atentia.
Un pistol atat de vechi, se
gandi, atat de vechi. Atat de urat. Uzat, asa cum parea. Lasa arma la o parte,
aproape cu dispret.
Nina nu cauta fier vechi.Nina cauta ceva deosebit, fin, delicat, poate
parfumat.
Ceva ce i-ar fi vorbit de o
alta femeie. Doar pentru acest lucru, credea ea, sotul ei nu ar mai iubi-o. Ea
ii daruise 3 copii, il iubise si inca il mai iubea. Daca ajunsesera la finalul
dragostei, avea nevoie sa isi cunoasca
rivala. Sa stie cine era cealalta, cum era, pentru cine o parasea.
Sa stie daca era mai tanara,
mai inteligenta, mai frumoasa.
-Si acest pistol ordinar,
isi spuse, si dispretuitoare il arunca in fundul sertarului.
Arma Luger orbita de ura,
citea gandurile femeii. Nenorocita, nenorocita, gandea, si invidia o rodea.
Stia ca nu va avea putere niciodata asupra unei femei. Niciodata nu va putea sa
invadeze mintea unei femei. Sunt tari, isi spunea, vad mult mai departe de ceea
ce vadbarbatii. Stiu saii cucereasca, sa ii seduca, sa ii faca sa se
indragoasteasca, sa ii posedeze. Nenorocita, dar nu mai vazu nimic: Nina inchisese sertarul.
In zilele careau urmat,
Adriano nusi-a schimbat modul de viata, situatia deja stabila cu partenera sa
devenea in fiecare moment mai tensionata, iar el un cauta nici o solutie.
Permanent in mintea lui Luger-ul ii vorbea fara vocesi fara cuvinte. Ordona,
decidea pentru el viata si viitorul sau.
Putin cate putin isi
abandona munca la camp si
in ultimul timo incepu sa delege catre administratorul mosiei tot ceea
ce privea mostenirea sa, patrimoiul sau.
Renuntase la bunurile si
proprietatile care nu erau numai ale sale, ci si ale sotiei si ale copiilor
sai, pentru ca adminsitratorul sa le coordoneze.
Astfel pierdu interesul in
tot ceea ce il inconjura. Avand in vedere aceasta evolutie lucrurilor, Nina se
gandi sa intervina pentru ultima data. Intr-o seara in care Adriano era inchis
in biroul sau, Nina intra hotarata sa puna punct final intregii povesti.
Adrian statea pe un scaun.
Tinea in maini acel pistol vechi pe care il gasise ea intr-o seara intr-un
sertar al biroului.
O tinea nu cum se tine o
arma pentru a o curata sau pentru a se sinucide. O tinea cu afectiune. Aproape
cu …dragoste?!
Adriano ii vorbea rar, foarte incet.
Ce ii spunea sotul ei acelei
bucati de fier vechi? Intuia ca barbatul incepea sa innebuneasca. Nu stia ca
deja innebunise de tot. Se apropie de birou cu hotarare.
-Adriano ce faci cu arma
aceea in mana? Ai innebunit, ii striga suparata. Si incerca sai-o ia din maini.
Dar el nu ii permise.
– N-o atinge,ii striga. Si o stranse la piept.
-Adriano, ti-ai pierdut
mintile, te-ai
indragostit de un pistol vechi si stricat, ii spuse mai calma.
-Nu este un pistol vechi,
stricat. Este o arma Luger adevarata. De
colectie. Si este a mea si are nevoie de mine.
- Ea are nevoie de
tine! Te rog asculta-ma: daca nu vrei sa
iti pierzi casa si familia, desparte-te de acel pistol diabolic care te
innebuneste. Gandeste-te, te rog. De cand au armele sentimente? Nu iti dai
seama ca este blestemata? Ca au transformat-o intr-un instrument al Satanei,
cine stie cand si de ce. Trebuie sa o arunci in mare pentru ca sa se afunde in
nisip si sa nu o mai gaseasca nimeni.
-Nina, nu intelegi, nu ma pot desparti de ea, pentru ca am nevoie de ea
si ea de mine. Nu pot.
Sotia lui Adriano nu vru sa
astepte mai mult si in acea noapte se duse cu copiii in capitala si decise ca
unicul lucru pe care il putea face era sa ceara divortul. Se intoarse dupa
cateva zile pentru a lua lucrurile sale si pe ale copiilor si incarca totul in
camioneta.
Inainte de a pleca se
indrepta in biroul lui Adriano. Nu era nimeni. Deschise sertarul si lua arma.
-Nu o sa reusesti cu planurile tale, bucata
de fier vechi – ii spuse Luger-lui- te voi lua cu mine si te voi arunca pe
fundul marii.
Arma Luger o priveacu ura:
nu putea sa o influenteze, nici sa o manipuleze, nu putea intra in mintea
femeii. Simtea cum o rodea ura, ar fi vrut sa fuga, sa se ascunda , sa scape
din mainile femeii. Il chema pe barbat cu tipete mute si disperate, pentru a o
elibera din mainile femeii.
Atunci intra Adriano , o
vazu pe Nina si incerca sa ii ia arma din maini.
- O voi arunca in mare,
spuse ea, si se luptara pentru a vedea cine elimina pe cine.
Se luptara fata in fata,
Adriano si Nina cu Luger-ul intre ei. Si in timpul luptei se auzi o impuscatura
care traversa aerul si inima Ninei.
Noaptea acoperi cu doliu nisipul
si apa raului. Se auzea numai zgomotul valurilor stingandu-se unul dupa
celalalt, aproape de varsare.Pe strada, automobilele cu luminile aprinse, se
intersectau intr-un du-te vino ametitor, straine de lumea mica a oraselor.
Anonimi martori ai dramelor care se ascund noaptea
in fiecare colt, in fiecare locsor.
Barbatul isi parasi ascunzatoarea. Pasi pe
nisipul umed. Urca pe prima scara depe plaja catre luminile care, asemena unor
licurici salbatici,treceau imperturbabile prin fata ochilor sai halucinati. Ce
cauta barbatul. Unde se ducea?
Incerca sa traverseze strada
si o masina il calca. Corpul sau ramase intins pe carosabil cu fata in sus.
Masinile care treceau nu se
oprira.Barbatul care conducea masina care il calcase calatorea singur. Cobori
din masina si se indrepta catre el, asa cum cazuse, pentru a verifica daca are
nevoie de ajutor.
Observa ca pe pieptul
barbatului, jacheta desfacuta lasa sa se vada corpul unei arme de foc. Se opri
un moment pentru a o privi mai atent. Pare un Luger, isi spuse. O lua in maini
si incepu sa o examineze fara sa clipeasca.
-Este un Luger Parabellum,
de colectie.
Ce facea vagabondul asta cu
un Luger de colectie, se intreba mirat? Fara sa piarda timpul o puse in
buzunarul de sus al jachetei sale sport, se intoarse la masina, urca si apasa
acceleratia pana la capat.
In acest timp arma Luger
adapostita la pieptul barbatului, se indrepta rautacioasa si victorioase catre
o noua destinatie.
In genunchi - 7
Un stiu daca deja am
povestit cum l-am cunoscut pe Gerardo. Retraiesc de atatea ori povestea pe care
am avut-o, incat nici un stiu daca o povestesc, mi-o amintesc sau o visez. Era
iarna. Era ora noua dimineatasi eu tocmai intrasem in cladirea unde lucram de
mai mult de zece ani.El iesea. Ne-am intalnit in hol.
L-am vazut venind catre mine
si figura sa inca o pastrez in minte.Era imbracat sport cu o neingrijire
studiata. Parul negru, putin lung, ii cadea ciufulit pe o parte, pe frunte.
Mergea privindu-ma si continua sa mentina privirea cand ne-am intalnit.
Adio, dulceata, mi-a venit
sa ii spun, dar nu am vrut sa joc asa de la inceput.
Mi-am intors capul pentru a
privi in urma lui si a trebuit sa alerg pentru ca era sa pierd liftul.Am urcat
in lift cu el in spatele meu.Eram putin grabiti, la ora aceea incepe
activitatea in toate birourile. Puse mana pe buton si se uita la mine.
-La opt, spuse.
Am coborat amandoi la etajul
opt, m-a luat de brat.
–La ce ora terminati? M-a
intrebat.
Nu era o bomboana: era o
cutie de bomboane cu lichior care ma adusera din cer,ametita, chiar in mijlocul
cercurilor care se invarteau concentrice. Avea senzualitatea celor douazeci de
ani ai sai si experienta barbatilor de patruzeci. Era frumos ca un inger.
Viclean ca un diavol. Ar fi
putut sa fie fiul meu: pe mine mama ma nascuse la 15 ani.
Nu muncea.Urma cursuri
universitare.
In acel momento eu locuiam cu mama in strada Osorio, cam la 800 m de
Gradina Zoologica.
Nu puteam sa il duc acasa.
Mama, vecinii, s-ar fi gandit ca imi pierdusem mintile…si mi le pierdusem.Eram
nebuna, tulburata. Innebunita dupa el.
Am inchiriat un apartament
retras, in Ciudad Vieja, pe o strada unde batea numai vantul.
Si am inceput sa traim impreuna.
Castigam bine, puteam sa
traim bine amandoi.
El studia. Studia. Un pierdea nici un examen.
Vroia sa se faca remarcat.
Avea proiecte. Aveam proiecte.
Munca de la servici era
obositoare, la sfarsitul zilei unicul lucru la care ma gandeam era sa fiu cu
el.
Pentru a sta in bratele lui.
Sa ii sarut fata , parul tanar, abdomenul plat, sexul arogant.
Pentru a-l respira, a-l
simti in mine pana la acel tipat sufocat al paroxismului finalcand nu mai are
importanta daca mori sau continui sa traiesti…dar el era mereu cu capul intre
carti. Asa ca, ajunsa acasama saruta, abia daca ma mangaia si continua sa
fieabsorbit de litigiile sale.
Astfel ca, invinsa, incepeam
sa pregatesc cina. Cinam si il asteptam in pat. Si adormeam asteptandu-l. La al
1500-lea ajungea la final si se intindea langa mine dorindu-ma insistent.
Simteam mainile pipaindu-ma abuziv, respiratia agitata in ceafa mea, gura umeda
muscandu-mi spatele. Si era visul si era noaptea. Si era dragostea.Traiam
amandoi numai pentru acel moment. Numai pentru acel moment traiam eu. Am
petrecut in acel apartament din Ciudad Vieja cei mai intensi cinci ani din
viata mea.
Eram indragostita de Gerardo
care niciodata nu a incetat sa imi demonstreze dragostea lui.
Dar int.-o zi s-a intamplat.
Parintii i-au organizat o petrecere si pe mine nu m-au invitat. Nu au vrut
niciodata sa ma cunoasca.
Nu au vrut sa cunoasca pe
ceacare timp de cinci ani le-a intretinut fiul, pentru ca el sa studieze. Care
de cinci ani ii era sotie.Gerardo mi-a dat o explicatie bine cunoscuta: eram o
femeie matura care profitasem de tineretea si de lipsa lui de experienta. Nu am
vrut sa plang in fata lui.
A plecat la noua seara in
costum, cu camasa si cravata. Niciodata nu il mai vazusem atat de sexi. Atat de
barbat. Fara indoiala crescuse langa mine.
–In trei ore ma intorc, spuse. Tu esti totul pentru mine. Te
iubesc. Asteapta-ma treaza. La 12
noaptea amaprins niste betisoare aromate in living, am aprins lumanari in
apartament, pe noptiere, pe comoda, deasupra sifonierului si in baie.
Am facut dus, m-am parfumat si m-am imbracat neglijeul si cel mai
fascinant bodi negru pe care l-am gasit cautand printre haine.Gerardo s-a
intors – asa cum imi spusese-atunci cand s-a terminat petrecerea: la 8
dimineata. Eu adormisem in sofaua din living. Ma trezira claxoanele si
cantecele prietenilor care l-au adus.
Trebui sa il ajut sa urce. L-au adus in dormitor si s-a aruncat in pat imbracat. Inainte de a
inchide ochii si de a adormi mi-a spus: - Mami, ia foc apartamentul.
Am aruncat cenusa de la
betisoarele arse, am stins lumanarile si le-am aruncat la gunoi si, inainte de
a ma culca, m-am oprit in fata oglinzii si i-am spus femeii care ma privea
dintr-un bodi negru stralucitor: Proasto! Proasto!si m-am culcat.
Era duminica, m-am trezit
inainte de pranz, am luat cateva haine le-am pus intr.-o geanta si am plecat sa
plang in strada Osorio. El dormea linistit si fericit. Cand am ajuns acasa, si
printre lacrimi i-am povestit mamei problemele mele, mi-a spus:
- Dar, fata mea, tu nu te
schimbi deloc. Pana cand vei mai alerga dupa baietei tineri? Esti mare, fata
mea, cauta-ti un barbat de varsta ta, cu o situatie buna, nu mai creste
pustani!
Ce poate avea un baiat tanar
si nu are un barbat matur? Spune-mi.
M-am oprit din plans pentru a ma uita la mama mea…cum as fi putut sa ii
explic?m-am gandit.
Am urcat in vechiul meu
dormitorsi am petrecut acolo restul zilei.
La caderea noptii eram obosita si visam. Am adormit devreme. La trei
dimineata m-a trezit soneria si strigatele lui Gerardo chemandu-ma de pe
trotuar. Am coborat sa-l rog sa nu mai faca scandal, hai acasa, a spus. Era cu
aceleasi haine cu care se culcase.
Am intrat sa caut o haina si
am plecat cu el.In acea noapte mi-a jurat pe mama, tata, cenusa bunicilor sai
si pe toti sfintii ca nu ma va parasi niciodata.
Mi-a jurat in genunchi. Ca inainte de sfarsitul anului ne vom casatori. In genunchi mi-a jurat.
Am inceput sa strang hainele
aruncate prin casa. Am strans pantalonii, i-am scuturat, i-am intins si i-am
asezat pe umeras. Am luat sacoul aruncat la picioarele patului si, in timp ce
il scuturam, dintr-unul din buzunarele interioare cazu un plic alb si lung.
L-am lasatunde a cazut in timp ce asezam sacoul deasupra pantalonilor siil
puneam in sifonier. M-am intors si, in timp ce ma aplecam sa il iau de jos,
m-am uitat la Gerardo, gol, pe pat: imaginea vie a unui inger pervers.
M-am ridicat in picioare si
in fata lui am deschis plicul. Era un bilet
de avion pentru o calatorie de trei luni in Europa cu un grup de studenti la
drept. Ceea ce mi se pare strigator la cer este ca …mi-a jurat in genunchi!
Poate ca intr-o buna zi…-8
I
Recunosc ca viata dubla pe
care am dus-o timp de multi ani, am trait-o fara vina, nici remuscari. Fericit.
Ca un fapt legitim, natural.
Cand m-am casatorit cu
Daniela implinisem 26 de ani, iar ea 24. Ne-am cunoscut in birourile unei firme
de import, unde lucram, in centrul orasului Montevideo.
In luna decembrie, putin
inainte de a implini doi ani de casatorie, am cunoscut-o pe Andrea in casa unor
prieteni.
Ma dusesem singur si chiar
in acea noapte am plecat impreuna. Andrea a fost o companie incredibila. Aveam
aceeasi varsta si, desi un era o frumusete deosebita fizic, ochii sai gri
imensi atrageau atentia.
In orice caz era o tanara
atractiva, foarte sigura de ea si inteligente.Stia ceea ce dorea de la viata si
lupta pentru a obtine.
Cand am cunoscut-o locuia cu parintii ei intr-o casa veche pe o strada
scurta din cartierul Sud. Detinea de pe atunci o pozitie importante intr-o
companie renumita.
Relatia noastra a fost
sincera si deschisa de la bun inceput. Intotdeauna mi-a cunoscut starea civila
fara a-i da prea mare importanta, intrucat s-a gandit, asa cum am gandit si eu,
ca relatia noastra va fi numai o dragoste de o vara.
La inceput intelegerea
noastra era sa ne intalnim la fiecare cincisprezece zile pentru a vedea un film
sau o piesa de teatru si sa dormim impreuna intr-un motel.Astfel ca, fara sane
dam seama, ne-am implicat in fiecare zi mai mult, pana cand relatia inceputa ca
ceva trecator si fara pretentii, s-a transformat intr-o poveste carene solicita
si ne implica pe amandoi.
A trecut timpul si ea a avansat in companie.
A decis atunci sa traiasca singura si a
inchiriat un apartament cu vedere catre lacul Parque Rodo. In acea perioada am inceput sa calatoresc in
strainatate, trimis de compania unde lucram.
Aceasta a fost scuza pe care
am inceput sa o folosesc pentru a ma justifica in fata sotiei mele, de fiecare
data cand ramaneam in casa Andreeei. In orice caz, desi un am spus-o niciodata,
de multe ori m-am gandit ca Daniela cunostea secretul meu. Ca stia de existenta unei alte femei in viata
mea. Si ca, de frica sa un ma piarda, obligandu-ma sa aleg intre ea sau o alta,
nciodata nu a spus nimic.
Desi probabil a fost
numai impresia mea.
Situatia mea in fata
societatii nu era inedita.
Cunosteam alte povesti
despre barbati cu viata dubla ca a mea. Vreau numai sa spun ca nu este usor sa
mentii in secret o relatie clandestina si ca, inexorabil, soseste ziua in care
trebuie sane hotaram.
Daniela a renuntat sa mai
lucreze la putin timp dupa ce ne-am casatorit. La acel moment eu aveam un
salariu bun, astfel ca am decis de comun acord sa ramana acasa pentru a duce la
capat un tratament medical pe care dorea sa il faca, pentru ca nu ramanea
insarcinata si suferea din aceasta cauza.
Din nefericire, in ciuda
tuturor eforturilor nu a reusit sa ramana niciodatia insarcinata. Pe mine ma
dureasa o vad suferind si mereu i-am spus ca o iubeam si ca nu ma interesa ca
un puteam avea copii.Daniela este foarte
diferita de Andrea. Daniela este mai fragila. Avea mereu nevoie de dragostea
mea pentru a trai.Viata ei s-a rezumat intotdeauna la persoana mea. Sentimentul
care ma lega de cele doua femei ale meleavea fatete diferite. Dragostea pe care
o resimteam pentru sotia mea era duioasa.Nevoia de a o proteja. In schimb
dragostea pe care mi-o inspira Andrea avea admiratia pe care o simteam pentru
acea femeie care si-a deschis drum in viata fara a depinde de nimeni. Care mi-a
daruit cincisprezece ani din viata ei fara a-mi cere niciodata sa ma despart de
sotia mea. Care a renuntat la maternitate pentru ca sa nu ma simt legat de ea,
in fata obligatiei pe care o reprezinta un copil.
Si anii au trecut
inflexibili. Totusi, in ciuda faptului ca am trait inconjurat de dragoste, am
inceput sa resimt oboseala. Oboseala de a inventa calatorii, de a avea doua
case, doua femei si o singura viata. De a nu sti in fiecare an cu cine sa
petrec Craciunul, zilele de nastere.Cu cine sa petrec vacantele. M-am gandit ca
era deja timpul sa nu mai mint. Am inteles atunci ca sosise finalul vietii mele
duble si imi ramanea numai sama decid daca voi continua sa traiesc in casa mea
cu Daniela sau cu Andrea in apartamentul sau.
Astfel ca am petrecut
numeroase luni cautand cea mai buna modalitate de a infrunta situatia, care
deja un mai suferea amanare.Am hotarat atunci sa vorbesc cu Andrea, pentru ca
era unica persoana cu care puteam sa comentez ceea ce mi se intampla si sa ii
cer, poate, opinia.
Nu am reusit sa vorbesc cu
ea.Andrea ma cunostea mai bine decat credeam eu. Acum imi dau seama ca si-a dat
seama de lupta mea interioara si nu a vrut sa participe. A fost generoasa cu
mine pana la final. Si a decis pentru mine. Am fost sa o vad la sfarsit de
saptamana. Cand am deschis usa apartamentului sau l-am gasit gol. M-am speriat
si am coborat sa vorbescu cu portarul. Mi-a spus ca Andrea plecase din noaptea
trecuta. Mi-a lasat o scrisoare. Numai doua frase pentru a se desparti de mine:
“Iubire, ramai cu ea. Un ma uita. Andrea.”
Acum dupa atatia ani, inca
mi-o mai amintesc. Cred ca Andreaa stiut dinainte de
mine finalul povestii noastre si a anticipat decizia mea. Nu s-a inselat. Oare
nu s-a inselat?
II
Ei bine, Daniela. Ai ramas
cu el. Nu a avut nevoie sa aleaga intre cele doua, asa cum pretindeai tu,
ultima oara cand ai venit sama vezi. Stii bine de ce iti spun asta, ca un as fi
permis sa se confrunte cu aceasta situatie atat de cruda si de umilitoare.
Pentru acest motiv, constienta caraman singura cu visele mele, am decis sa pun
eu punctul final.
Prima data cand ai venit sa
mavezi, aveai o piatra in fiecare mana. Ura pe care o simteai pentru mine ti se
citea in ochi.Cand am deschis usa casei, nu aveam nici o idee despre cine erai.
Erai ca o furtuna, ma insultai.Ar fi trebuit sa te dau afara dintr-o miscare,
dar am inchis usa si am ramas in picioare privindu-te.
Ascultandu-te.
Cunoscandu-te. Cunoscandu-ne. Acolo eram amandoua.Rivalele. Tu in rolul de
sotie, adresandu-te cu vorbe care nu se potriveau unei fete atat de dragute.
Cu o fata care,dupa vorbele
sotului ei, era timida si fragila. Fragila, cum a spus de mai multe ori.
Timida. Un stiu ce asteptai de la mine. Ce fel de femeie credeai ca vei intalni
atunci cand te-ai decis sa vii la mine acasa, arborand steagul matrimonial.
Ce idee aveai in cap atunci
cand ai aflat ca sotul tau era cu alta femeie? Ai avut curaj nu incape
indoiala, sa iesi in strada si sa intri
intr-o casa straina, pentru a
apara ceea ce credeai ca era numai al tau.
Ignorai bineinteles reactia
mea.
Putine femei in situatia ta,
ar fi indraznit.
Curand ai ramas tacuta. Ai
inceput sa ma analizezi cu curiozitate.
M-ai vazut cum eran atunci: o fetita, mai mult sau mai putin, de
acceasi varsta cu tine. In papuci si cu blugi decolorati, in plin proces de
amenajare a apartamentului.Ti-ai dat seama ca discursul tau nu a ajuns nici macar
sama deranjeze.Pana in acel moment nu pronuntasem nici macar un singur cuvant.
Ramasesem in picioare langa usa, uitandu-ma la tine sigandindu-ma la
Alfredo.M-am simtit deconcertata ascultand o pustoaica necunoscuta vorbindu-mi
de decenta. Incercand sama invete sa traiesc.
Ea! Am inteles ca Daniela,
sotia timida si fragila pe care Alfredo spunea ca o are acasa nu era aceeasi
Daniela care era in fata mea amenintandu-ma cu tipete daca nu ii lasam sotul in
pace. Sa il las? Niciodata nu l-am legat de mine, ti-am spus.Intotdeauna am
stiut ca era casatorit. Verigheta pe care o poarta la mana dreaptanu m-a
impiedicat sama indragostesc de el. Daca te simti jignita, nu trebuie sama infrunti pe mine pentru a
cere explicatii. Eu nu te cunosc, cum as putea sa te dezamagesc. In orice caz,
cel care te jigneste inselandu-te este sotul tau. Cel care a semnat in fata
judecatorului si care a jurat in fata preotului ca tevarespecta si va fi cu
tine pana cand moartea va va desparti. La el trebuie sa strigi, nu la mine. Ma
vedeam cu Alfredo de cateva luni cand ai venit la noi acasa pentru prima oara.
Niciodata un m-as fi gandit ca relatia va dura cincisprezece ani si caeu ii
voipune punct.
Alfredo mi-a placut din
prima noapte cand
l-am cunoascut. Dar dragostea s-a construit din acel moment. In acea zi
un vroiai sa pleci pana nu m-ai auzit jurand pe toti sfintii ca nu il voi mai
vedea vreodata. Nu ti-am promis nimic. Ti-am spus ca nu eu l-am cautat. Ca el nu avea fata de mine nici o obligatie. In
orice caz, sa ai grija, pentru ca daca venea de unul singur si batea la usa
mea, sa nu ai dubii ca aveam sa il las sa intre. Pentru ca se intampla ca si eu
sa il iubesc. Mi-ai cerut sa nu ii pomenesc de vizita ta. Si nu am facut-o.
Niciodata. Timp de aproape cincisprezece ani ai venit si ai plecat de la casa
ta la casa mea, implorando-ma.
De multe ori ti-am spus sa
il confrunti si sa vorbesti cu el pe aceasta tema. Dar el nu trebuia sa stie ca
tu erai la curent cu existenta mea. In loc sa il pierzi cu demnitate si sa il
trimiti la naiba atunci cand ti-ai dat seama ca te insela, ai preferat sa joci
dublu si sa speri ca el se va satura intr-o zi de situatie si va decide sa ma
paraseasca. Nu stiu in ce moment ti-ai dat seama ca niciodata nu il voi parasi.
Ca il iubeam cu adevarat. Cred ca ai inteles in curand ca lupta va fi lunga.
Recunosc ca nu ar fi trebuit
sama incurc cu un barbat casatorit. Este adevarat. Desi nu imi pare rau. Am
fara indoiala un argument in favoarea mea. Si acesta este ca niciodata nu i-am
sugerat sa te paraseasca si sa vina sa traiasca cu mine.
Poate pentru ca el niciodata
nu a vorbit de despartire sau de divort sau pentru ca eu niciodata un am vrut
complicatii. Atunci ai inceput sa plangi
pentru ca voiai un copil si nu ramaneai insarcinata. Bine jucat, m-am gandit. Nu stiu daca in realitate nuramaneai
insarcinata. Daca era adevarat, nu am
inteles pentru ce nu i-ai cerutniciodata sotului tau sa isi faca si el unexamen
medical.Eu, in schimb daca as fi vrut, as fi putut sa ii fac multi copii lui
Alfredo. Dar el nu era cu mine pentru a avea copii.I-am daruit cincisprezece
ani din viata mea fertila, am refuzat sa fiu mama cu buna stiinta. Nu am vrut
sa am copii cu un barbat casatorit cu altcineva.Copiii nu sunt jucarii, nu sunt
premii. Nici ostatici.Sunt fiinte care se aduc pe lume pentru a le creste cu
dragoste si reposnsabilitate. De altfel intotdeauna am stiut ca Alfredo se va
intoarce la tine. Pentru ca tu, nu-mi ramane decat sa recunosc, ai stiut sa iti
joci cartea. Dificil, trebuie sa admit. Cu o singura carteai castigat: sfanta
rabdare. Si ai luptat. Ma intreb. A fost din dragoste? Sau din capriciu? Nu,
din capriciu nu, nu dueaza atat.
Dragostea ranita, da?
Ti-as spune ca acum cativa
ani am inceput sa vad oboseala in ochii lui Alfredo. Cand era cu mine vroia sa
ramana, sa nu se mai intoarca acasa. Stiu de asemenea ca fiind in casa ta de
atatea ori s-a gandit sa ramana cu tine. Il inteleg. Alfredo are nevoie de
uncamin unde sa poata trai linistit, de la o saptamana la alta.
Sunt convinsa cane iubeste
pe amandoua. De forma diferita. Pe mine pentru ca stie ca sunt impreuna cu el
numai din dragoste. Ca pe aceeasi usa pe care a intrat intr.-o zi in casa mea,
poate sa plece cand doreste. Si pentru caeu, ca si tine, am trait in acesti ani
numai pentru el. Pe tine te iubeste pentru ca zice ca tu ai nevoie de el ca sa
traiesti. Si cred ca da. Ca trebuie sa fie asa. Ramai cu el. Ai grija de el. Si
daca vreodata fara sa vrei ma va pomeni, pastreaza tacerea, uita.
O sa ii treaca. Barbatii
uita foarte repede.
Stii, Daniela, de multe ori, dupa ce m-am gandit la ceea ce am trait in
acesti ani, am ajuns la concluzia ca tu il iubesti mai mult decat mine. Daca eu as fi fost sotia, nu as fi suportat ceea ce
ai spuportat tu. M-as fi despartit. Sau l-as fi asasinat, nu stiu. Dar tu l-ai
impartit timp decincisprezece ani.
Cine are dreptate? Dumnezeu
stie. Cred ca de data asta am procedat corect.Alfredo ar fi suferit mult daca
ma parasea.
Iar pe tine un te-ar fi parasit niciodata. Adio, Daniela, sa fii
fericita. Sper sa nu mai aud de voi
niciodata.
III
Intotdeauna am crezut ca in
ziua in care Andrea va disparea din viata noastra, voi regasi in
sfarsitlinistea, fericira deplina pe care am cautat-o atatia ani cu
neobosire.Acum cred ca o astfel de fericire nu exista. Nu asa cum mi-am
imaginat-o. Ceea ce mi s-a intamplat cu Andrea a fost din toate punctele de
vedere incredibil. Am urat-o atat, cand am aflat de
existenta ei, ca timp de luni de zile i-am dorit numai disparitia, moartea, dezintegrarea.
Pentru totdeauna. Nu exagerez.
Ca sa va explic, Andrea era amanta sotului meu. O amanta de fier. Crucea mea.
Intuitia femeilor este recunoscuta de toata lumea. De la marul pe care din
intamplare l-a mancat Eva si l-a convins apoi si pe Adam sa manance, vedem ceea
ce nimeni un vede. Vedem prin lucruri. Dar intuitia unei sotii merge mai
departe de imposibil. Exceptand cazul in care respectiva sotie este foarte
indragostita, pentru ca o sotie foarte indragostita este oarba, nu vede nimic
mai mult decat motivatia dragostei ei. Traieste la risc.
Il lipeste pe sotul ei de
toate femeile, pentru asta este mai usor sa o insele cu una. Trece mai
neobservat. Cred ca asta mi s-a intamplat mie. M-am casatorit foarte indragostita si am lasat dragostea sama orbeasca.
Candm-am angajat in companie si l-am vazut m-am indragostit fara sa stiu cine
era. Sigur ca el nu si-a dat seama
si a petrecut mai mult de un an muncind in acelasi birou fara a observa
prezenta mea. In ziua in care s-a invrednicit
sama priveasca, ochii mei i-au spus tot ceea ce simteam pentru el. Eu il combinam cu toate colegele de la servici,
cu prietenele mele, cu Jenifer Lopez, vecina din fata si…
Daca vreodata m-a inselat in acea vreme, nu am
stiut. Niciodata nu mi-am dat seama denimic.In orice caz, in noaptea in care a
fost singur la o reuniune in casa unor prieteni si s-a intors dimineata, am
stiut ca s-a culcat cu alta femeie. Am stiut cu siguranta. Si nu am spus nimic.
Am asteptat. Dupa alte cateva zile a iesit
noaptea si s-a intors de dimineata. Incepea tortura mea. Numai cine a trecut
prin acelasi lucru poate sa isi imagineze suferinta unei femei inselate de
catre barbatul pe care il iubeste.Pe
masura ce treceau zilele mi-am dat seama ca iesirea ciudata cu prietenii, dupa
cum spunea el, se repeta la fiecare cincisprezece zile. Intamplator in acele
luni a inceput sa calatoreasca pentru firma. Acest lucru m-a zapacit putin.
Intr-o seara am luat un taxi si m-am dus sa-l astept la iesirea de la
birou.Cand l-am vazut iesind, l-am urmarit. A lasat masina in fata lacului din
Parque Rodo si a intrat intr-o cladire. Am rams in taxi pana
l-am vazut iesind la brat cu
o femeie. Am continuat sa ii urmaresc. Au fost la cinematograful Plaza. M-am intors acasa, era ora opt seara,
un film poate dura o ora si jumatate, doua, trei ore. La 12 noaptea trebuie sa
vina acasa. A ajuns la 4 dimineata. A
doua zi am fost sa o vad. Amvorbit cu portarul si i-am dat semnalmentele femeii
cu care l-am vazut pe Alfredo in noaptea anterioara. Mi-a dat numarul apartamentului. Am sunat-o de
la interfon si am spus ca veneam de la birou din partea lui Alfredo Mendizabal.
Mi-a spus sa urc. Cand a deschis usa am intrat fara sama invite. In apartament
se zugravea.
Am intrat ca o fiara si i-am
spus atatea lucruri, i-am adresat atatea insulte, cama rusinez chiar si acum
cand imi amintesc. A inchis usa si a ramas sama priveasca. M-a lasat sa
vorbesc. Sa o insult. Si apoi a vorbit cu mult calm. Mi-a spus ceea ce pentru
ea era logic. Ca nu ma cunostea, ca nu il tine legat de ea, ca sa ii reprosez
lui care era cel care ma insela, un ei. I-am spus ca daca avea putina rusine si
consideratie nu ii va spune lui Alfredo de vizita mea. Cred ca nu i-a spus
niciodata. Daca ar fi facut-o mi-as fi dat seama. In ciuda relatiei pe care
Alfredo a avut-o in afara casniciei, niciodata un si-a schimbat comportamentul
fata de mine. Intotdeauna a fost alaturi de mine, intotdeauna a raspuns iubirii
mele. Cu toate acestea nu am vorbit despre asta cu el, pentru ca m-am gandit ca
era numai o avenura fara consecinte.Nu trebuie sa prezici, dar nici sa te joci
cu destinul. Ceea ce am suferit atatia ani nu are nume.
M-am umilit de o mie si una
de ori mergand la casa amantei sotului meu si cerandu-i ca favoare sa il
paraseasca. Am fost de atatea ori, ca la final cred ca am devenit prietene.
O alta femeie m-ar fi
datafara din casa. Andrea nu a ridicat niciodata vocea, niciodata un m-a jignit
asa cum am facut-o eu. Cu toate acestea, intotdeauna a fost clar ca il iubea pe
sotul meu si nuavea sa il paraseasca daca el nu o parasea pe ea. Nu stiu cum si
nici in ce mod au trecut cincisprezece ani, niciodata nu am incetat sa il
iubesc. Stiu, sunt sigura ca alte femei ar fi procedat altfel.Si este bine.
Dar pe mine nu ma
intereseaza daca imi perd demnitatea, asa cum se spune. La ce mi-ar folosi
demnitatea daca as ramane singura? Daca l-as pierde pe el? Este adevarat, timp
de cincisprezece ani m-am dus si m-am intors de la casa mea la cea a Andreei.
Relatia noastra a fost una ciudata. Pana la urma ea ma linistea. Imi spunea ca
daca ea ar fi fost sotia nu ar fi putut sa il imparta.Eu o intrebam atunci
pentru ce l-a impartit cu mine. Cea care il imparte esti tu, imi spunea, eu
sunt celalta care ti-l fura, cea care nu are alta solutie decat sa se conformeze
cu ceea ce i se da.Intr-o seara de iarna am fost sa o vad, era foarte frig. Era
in living citind o carte, am intrat si mi-a spus: sa mergem la bucatarie si sa
bem o cafea.
A facut cafea pentru
amandoua. Eu nu mai aveam cuvinte.Mi se consumasera rugamintile. Am inceput sa plang. Nu plange, Daniela, mi-a spus.
Tu esti pedeapsa mea. Nu imi
cere sa renunt la putinul pe care il am.
Vorbeste cu Alfredo,
clarifica situatia, spune-i ca intotdeauna ai fost la curent cu totul. Daca el
nu mai vine, daca ramane cu tine, iti jur ca plec, dispar din viata amandurora.
Dar nu imi cere sa renunt la
el. Nu pot. Nu vreau.
Am continuat sane vedem din
cand in cand.
Cand ne intalneam nu-i mai
vorbeam de Alfredo. Deja nu ii
mai ceream nimic. Ma duceam doar ca sa ma duc. Din obisnuinta cred.Acum cateva
luni Alfredo mi-a spus ca un va mai calatori. Ca au desemnat pe alt coleg in
locul lui. Ca el era obosit si ceruse o scutire.
Se incheiara calatoriile ‘in
strainatate’, incepu sa stea acasa. Am fost sa o vad pe Andrea.
Portarul mi-a spus ca Andrea
parasise apartamentul deja de doua luni.
Ca nu lasase adresa. Mi-a
lasat o scriosare. A facut la final ceea ce am rugat-o de cincisprezece ani. Eu
un stiu, Andrea, daca am procedat bine sau rau sau daca am procedat corect.
Stiu numai ceea ce mi-a cerut inima, nu
ratiunea. Nu stiu cear face alte femei in locul meu. Nici nu ma intereseaza. Eu
sunt fericita cu sotul meu. Stiu si ca, in continuare, se gandeste la tine, dar
cred ca, asa cum spui si tu, ii va trece.Barbatii uita mai repede. Poate ca
intr-o zi ii voi povesti lui Alfredo povestea incredibila pe care am trait-o
noi trei. Dar asta va fi poate intr- o buna zi...
Drumul neschimbat al Regilor Magi - 9
Cred ca in acest moment
Regii Magi si-au pierdut un pic din prestigiu. Parerea mea este ca se inseala
des, nu mai dau multa atentie unde lasa jucariile.
Magii stiu bine ca toti
copiii asteapta cadouri, cu toate acestea mi se pare ca aleg cartierele si casele
pe unde vor trece. Si astfel, lasa in
drumul lor atatea si atatea camine nevizitate. Cartiere intregi unde mii de
copii adorm in zori asteptand camilele care numai sosesc si se trezesc
ingrijorati, fara sa inteleaga de ce din nou Regii Magi au uitatde ei. Aceiasi
Regi Magi care au devenit nemuritori pentru ca au adus ofrande unui copil care
s-a nascut sarac, atat de sarac ca a sosit pe lume intr-un staul.
Se povesteste ca, ghidati de
o stea, au ajuns din tinuturi indepartate pana la Betleem, in noaptea de 5
ianuarie, acum mai mult de 2000 de ani, iar acest copil care dormea intr-o
iesle i-a facut Regi Magi pe vecie. De aceea in fiecare 5 ianuarie colinda
casele tuturor copiilor de pe Pamant, bogati si saraci, negri si albi, evrei si
crestini, pentru a lasa fiecaruia cate un cadou. Aceasta este misiunea lor.
Cateodata cred ca au inceput
sa oboseasca de atatea calatorii, pentru ca, desi e clar calucreaza doar o data
pe an, faptul ca merg carand pungi cu jucarii pentru toti copiii din lume,
trebuie sa fie o munca obositoare.
S-au lenevit. Au stabilit o
anumita ruta si nu se mai indeparteaza de la ea.Si se stie casaracii raman
departe de drumul magilor.
Intotdeauna raman departe.
Daca acum mai mult de 2000 de ani, Dumnezeu a coborat pe Pamant pentru a vedea
daca putea sa indreptegreseala si nu a putut, ce se va intampla cu Regii Magi?
Spuneti-mi. Se pare ca acolo sus nu exista o solutie. Poate ca trebuie sa
rezolvam noi acest prejudiciu, cerandu-le Regilor Magi tratament egal pentru
toti copiii.
In fine, asta nu este o
noutate, cand eram mica se intampla acelasi lucru. Pe la casa mea Magii
treceau, dar, asa cum imi spunea mama, deja erau pe drumul de intoarcere. Casa
noastra spunea ea, era una din ultimile case pe unde trebuiau sa treaca, de
aceea ne lasau la sfarsit. Atunci eu o intrebam de ce intr-un an nu faceau
drumul invers. Ea imi spunea ca aceste lucruri sunt decise de Dumnezeu. Si deja
stim ca lui Dumnezeu nu ii poate cere nimeni explicatii. De aceea ne conforman
cu ceea ce ne-au lasat. Pentru ca asta invatam de mici, noi, cei saraci, sa ne
conforman.
Imi aduc aminte ca intr-un
an vroiam o papusa cu capul de portelan. Iar fratele meu o minge din piele.
Pentru deja trecusera cativa ani de cand tot ceream asta Regilor Magi, fara
nici un rezultat, m-am hotarat sa le scriu o scrisoare. Foi de caiet nu mai
aveam. Pe hartie de ambalaj nu puteam scrie, pentru ca era lucioasa si creionul
nu se vedea bine, asa cane-am dus in camera unde mama cosea si am cautat intre
panzele pe care le aduceau clientii una care sa fie infsurata in hartie alba.
Am gasit una pe care scria
Casa Soler, era putin sifonata, dar pe spate arata destul de bine. Mama
carene-a vazut ca scotoceam printre lucrurile ei, ne-a intrebat ce mesteream pe
acolo, iar fratele meu i-a raspuns ca avea nevoie de hartie, pentru a scrie o
scrisoare catre Regii Magi. Mama s-a uitat la noi, s-a oprit din cusut la
masina, a taiat cu foarfeca o bucata de hartie in forma de foaie , a calcat-o
cu masina de clacat, pe care intotdeauna o avea la indemana, si i-o dadu
fratelui meu.
Scrisoarea a iesit foarte frumoasa. A scris asa: “Stimati Regi Magi, eu vreau o
minge de piele. Locuiesc in Pedro Giralt 4016.” Am scris adresa cu creion
chimic pe care il umezeam in gura, pentru a se vedea mai clar, ca sa nu mai
greseasca adresa si sa lase cadoul la casa de alaturi. Limba a ramas violeta,
dar scrisoara era foarte frumoasa. I-am spus ca, in trecere, sa ceara si papusa
pentru mine, dar el mi-a spus ca scrisoaea era deja gata si ca el era un barbat
si ca nu avea sa ceara o papusa chiar daca este pentru o surioara. Astfel ca a
semnat-o, a mai facut o rubrica si eu le-am cerut papusa de plastic si nimic
mai mult.
In noaptea de ajun, fratele
meu a indoit scrisoarea de doua ori si a asezat-o sub saltea. Pentru ca
scrisorile pentru Regii Magi se puneau sub saltea pe vremea aceea.
Cand s-a trezit a doua zi de
dimineata, in loc de minge, Regii Magii ii lasasera o salopeta si uniforma
pentru scoala, ghiozdanul si matricola pe care baietii o purtau pe umar si
cartea “Lumea asa cum este”. Bietul de el se necaji putin si ii spuse mamei: Nu
stiu de ce mi-au lasat toate astea, daca oricum voi planuiati sa mi le
cumparati atunci cand incepe scoala.
In acea zi fratele meu a rupt
orice relatie cu Regii Magi si s-a hotarat sa nu le mai ceara niciodata mingea
de piele. A inceput sa i-o ceara mamei, care asumandu-si compromisul, a
renuntatla alte cheltuieli, pentru ca fratele meusa gaseasca cu o luna inainte
de inceperea scolii mingea de piele adormita pe saltea.
Iar mie mi-au lasat papusa.
O papusa frumoasa, frumoasa, frumoasa, imbracata ca o domnita din vechime, cu
pelerina si toate celelalte, pe care am iubit-o asa cum se iubeste la cinci ani
cand primesti o papusa de portelan. Care
m-a tinut cincisprezece zile. O prietena care se juca cu ea, a spart-o fara sa
vrea. Niciodata un am putut sa uit
durerea pe care am simtit-o cand am vazut papusa sparta. Am luat-o in brate si
am alergat sa o duc mamei mele. Am plans atat de mult cama durea pieptul, mama m-a asezat in poala si a
incercat sama consoleze spunand ca o sa ii faca un cap de panza foarte frumos.
Eu nu vroiam sa faca asta, cum sa ai o papusa cu haine atat de frumoase si cu
pelerina si un cap de carpa?
Dar mama l-a facut si ii
venea destul de bine. I-a pus niste ochi mari cu doi nasturi negri, o gura
rosie ca un trandafir si, din lana neagra, i-a facut coditele. Semana cu o
tarancuta imbracata ca o domnita.
Mama a botezat-o cusare si
apa de la chiuveta si am numit-o Nene, iar, pentru a sarbatori botezul, mi-am
invitat prietenele, iar mama ne-a servit ciocolata cu prajiturele Maria. Si din
acea zi Nene si eu am fost de nedespartit. Cu timpul si-a pierdut pelerina, iar
hainele i s-au stricat, dar mama i-a facut mai multe costume, pe care eu le
schimbam in functie de ocazie.
Doi ani mai tarziu le-am cerut Regilor Magi un Malcriado, un
bebelus de plastic imbracat in marinar pe care in vazusem intr-un bazar. Regii
Magi in acel an mi-au adus haine si pantofi.Poate ca s-a intamplat pentru ca nu
mi-a iesit scrisoarea foarte bine. Am facut-o in graba pe o foaie dictando pe
care am rupt-o din caietul de caligafie. In orice caz, situatia a fost in asa
fel ca fratele meu si cu mine nu am reusit niciodata sane intelegem cu Regii
Magi.
A trebuit sa treaca douazeci de ani, pentru
ca in final Dumnezeu sa imi trimita o papusa si inca alti ani pentru venirea
lui Malcriado, rezultate ale dragostei, prin care mi-am dovedit calitatile mele
de mama adevarata in acest jocdificil al vietii.
Aceasta este situatia. Din aceasta cauza si
pentru ca niciodata nu trebuie sa incetam sa visam, trebuie sa asteptam si sa
avem credinta. Poate ca intr-o zi vom putea impreuna sa modificam traseul
Regilor Magi.
Ca sirenele - 10
Fereastra de la primul etaj
al casei din fata avea iarna obloanele intotdeauna deschise.In spatele
geamurilor, intre perdele, o fetita blonda ne privea cum ne jucam. Cateodata,
vara deschideau fereastra in intregime. Atunci,
fetita se spriinea cu bratele incrucisate pe pervazul ferestrei si ochii
ei limpezi strabateau strada ingusta.
Se numea Sirena. La fel ca
pe sirenele din povestile marinaresti. Casa Sirenei avea doua etaje, o gradina
foarte mare, un perete de caramizi si o poarta mare de fier cu lacat.
Copiii din cartier ne
strangeam seara ca sa ne jucam. Baietii in strada, fetele pe trotuar.
Era un cartier foarte
linistit pe unde foarte rar mai trecea cate o masina.
In acele timpuri eu locuiam
cu mama si fratele meu Carlos, intr-o casa cu trei camere si o curte interioara
cu bolta de vie.
Atata ne-am uitat la fetita carene privea de la fereastra, ca intr-o
seara am intrebat-o pe mama de ce Sirena
un cobora sa se joace cu noi pe trotuar. Mama mi-a explicat ca nu se juca cu
copiii din cartier. Nu am inteles de ce nu vroia sa se joace cu noi daca tot
eram vecini si locuiam pe aceeasi strada si i-am spus acest lucru mamei mele
care mi-a explicat:
-Poate ca parintii un ii dau voie sa coboare in strada sa se joace
pentru ca provin dintr-o familie buna si un vor sa se asocieze cu vecinii din
cartier.
-Ce inseamna o familia buna,
mama?
-O familie cu multi bani.
- Noi avem multi bani?
-Nu, iubire. Noi nu avem
bani.
- Nu suntem o familia buna?
Mama surase:
-Suntem o familia buna, fara
bani.
Imi aduc aminte ca am
continuat sama gandesc ca ar fi foarte trist sa ai bani multi. Si noi am
crescut. Anii s-au grabit.De la cinci ani am ajuns imediat la opt; aveam zece
ani impliniti cand intr-o seara am observat ca fratele meu se uita fix la casa
din fata si la Sirena care ii suradea.
De atunci de multe ori i-am
vazut schimband priviri sisurasuri. Intr-o zi fratele meu, care deja implinise
paisprezece ani si era la liceu, s-a hotarat sa treaca strada catre casa
familiei instarite si sa o cunoasca pe tanara Sirena si i-a spus mamei acest lucru.
-Fiule, cum poti sa te duci
la acea casa daca nu avem nici o relatie cu ei? Abia daca ne salutam.
-Nu conteaza, i-a raspuns
hotarat, eu vreau sa o cunosc pe Sirena.
-Dragule, nu te vor primi, a
insistat mama.
In acel sfarsit de
saptamana, fratele meu s-a aranjat putin mai mult decat de obicei, a
imbratisat-o pe mama,care s-a ingrijorat, a traversat strada si, pentru prima
data, a batut la poarta casei de vis-a-vis. O bruneta a tipat de la o
fereastra.
-Ce doriti.
- Sa vorbesc cu stapana
casei
-Pentru ce? vru sa stie bruneta.
-Vreau sa o cunosc pe
Sirena.
Bruneta un raspunse. L-a
privit de sus in jos si a lasatfereastra intredeschisa. Fratele meu a ramas
imperturbabil. Dupa putin timp a revenit bruneta, a deschis poarta si l-a
condus catre o salita unde se afla mama tinerei. Doamna i-a intins mana. Vru sa
stie cum se numeste.
-Carlos, i-a raspuns.
-Unde locuiesti, Carlos? il
intraba.
-Locuiesc in fata, sunt fiul croitoresei.
-Si de ce vrei sa o cunosti pe Sirena?
-Pentru ca o vad mereu la
fereasta si vreau sa vorbesc cu ea.
Dupa un moment, doamna l-a
rugat sa o insoteasca. Au urcat o scara, au sunat la o usasi au intrat. Intr-o
camera plina de carti, papusi si ursi de plus, se afla Sirena.S-au cunoscut in
sfarsit.
-E frumoasa, mama! Frumoasa,
frumoasa. Nici nu stii cat! Are parul blond si lung, foarte lung si ochii
albastri ca ai tai, mama.Si un ras larg si niste maini albe si suave.
Mama ei mi-a spus ca pot sa
ma duc sa o vad in fiecare sambata seara. Cand voi termina cu studiile si va
dori, ma voi casatori cu ea.
Mama a plans in seara aceea
imbratisandu-l pe fratele meu care la paisprezece ani hotarase ce sa faca cu
viitorul lui.
-Nu plange , mama.Totul este
bine. O iubesc si ea ma iubeste, intelegi , mama?
-Dragule, dar ea…
-Un conteaza mama, nu
conteaza.
Mama intelegea, cum sa nu
inteleaga. Anii care trec, viata care se incapataneaza intotdeauna sane arate
si bune si rele, va avea ultimul cuvant. Intre timp, fratele meu era logodnicul
fetei din familia buna, acea blonda care sprijinita de fereastra ne privea
jucandu-ne.
Au trecut sase ani si intr-o
dupa-amiaza de aprilie, s-au casatorit in biserica din cartier. Toti vecinii
erau acolo.
Cand s-au auzit primele
acorduri din marsul nuptial si s-au deschis portile bisericii, a intrat Carlos
in brate cu Sirena imbracata in rochie de mireasa. A trecut de prima navaa
bisericii si si-a plecat fruntea in fata altarului principal. A sustinut-o in
timp ce preotul ii binecuvanta prin sfanta casatorie. Apoi s-a intors sa iasa cu ea in brate.
Prietenele incercuisera masina care ii astepta.
Opiniones criticas
La obra narrativa
de Ada Vega, tanto en sus novelas como en sus cuentos, muestra una sólida
trayectoria que logra un friso realista y original en la narrativa uruguaya
contemporánea. Es una autora coherente, cuya destreza en el tratamiento de
temas sociales, en el trazado y desarrollo de sus personajes y en el dominio de
estructuras de relato, es indudable: historias verosímiles articuladas con
pericia y gran intuición invitan a la lectura pero también permiten una
reflexión profunda. Ada Vega es una narradora que despliega varios intereses y
técnicas cuyo resultado es una literatura definida y sin lugar a dudas relevante
en el contexto contemporáneo.
Rafael Courtoisie
Escritor, poeta. Miembro de número de la Academia Nacional de Letras de Uruguay y miembro
correspondiente de la Real Academia Española.
................................................
Fuerza vital,
ternura, sagacidad psicológica para la creación de personajes,
acertada captación de los escenarios que dan apoyo a seres de
genuina carnadura, y un estilo llano y vivaz que no elude, por momentos,
el hallazgo metafórico, son atributos que enriquecen este nuevo
conjunto de cuentos que nos entrega Ada Vega, cuya obra ha obtenido ya
múltiples distinciones. La indudable cercanía de la autora con su entorno, su
mirada penetrante para captar lo real en sus matices más sutiles, nos permite
acceder al drama de lo cotidiano de las zonas pobres, desnudas, oscuras, o a la
evocación de la niñez recuperada con emoción y nostalgia.Ada posee un pulso
certero para trazar los perfiles de nuestra realidad a través de sus pobladores,
de sus peripecias de vida.
Sylvia Lago
Escritora, novelista, cuentista,
docente y crítica literaria
............................................................
...Ada (Vega) incorpora esa magia a lo cotidiano, a la
ciudad de Montevideo que siempre le sirve de telón de fondo, que Ada transforma
lo sobrenatural en un elemento más del día a día de sus protagonistas, como si
un maleficio o los sortilegios gitanos o un ser que se esfuma fueran parte de
esa cotidianeidad que pinta siempre en sus historias. No busca escenarios
exóticos ni lejanos, mezcla el misterio con el día de día con que todos nos
identificamos. Ada Vega se propone familiarizarnos con el espacio que habitan
sus personajes y lo logra de una manera rápida y eficaz, sin vueltas. Crea, con
pocos elementos, una especie de teatro de cámara con tres personajes
principales y una ciudad y un living de una casa del Prado como escenarios
posibles. Ese es el relato aparente de esta novela, su engañosa superficie. A
poco de avanzar nos vamos asomando a un universo mágico por el que debemos
desplazarnos como en el tablero de un juego misterioso cuyas piezas son la
vida, la muerte, el amor, la tragedia, la amistad, una entrañable mirada a la
felicidad de lo cotidiano.
Mercedes Rosende
Escritora, novelista y docente uruguaya
Perfil cultural
Ada Vega (1936,
Montevideo, Uruguay). Escritora. Miembro de la Casa de los Escritores del
Uruguay y del Portal Uruguay Letras del Ministerio de Cultura. Ha sido premiada
en varias ocasiones a nivel nacional y sus cuentos se publican en suplementos y
revistas locales, y por medio de Internet en 30 países. Libros editados: Garúa, Malena, Detrás de los Ojos de la Mama
Vieja y El embrujo de Maracaná.
También online: De cruces y maleficios. Public
6 blogs en Internet, con traductor
Google en 40 idiomas y dialectos. Un blog: “Garúa. Cuentos y relatos", con
150 cuentos y 2 novelas cortas. Publicada en HLC: 2, 3/2017.
Ada Vega (1936, Montevideo, Uruguay).
Scriitoare. Membră a Casei Scriitorilor din Uruguay şi a Portalului Uruguay
„Scrieri ale Ministerului Culturii”. A fost premiată în mai multe rânduri la
nivel naţional, iar povestirile ei se publică în suplimente şi reviste locale
şi pe Internet în 30 de ţări. Cărţi publicate: Garúa, Malena, În spatele ochilor Mamei Bătrâne şi Vraja Maracanei. Iar online:
Despre cruci şi blesteme. Are
şase bloguri pe Internet, cu un traducător Google în 40 de limbi şi dialecte.
Un blog: “Garúa. Povestiri şi nuvele", cu 150 de povestiri şi 2
nuvele. Publicată în OLC: 2, 3/2017.
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