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martes, 22 de febrero de 2022

La jubilación

 





Con respecto al aumento de los $200 para las jubilaciones, les diré que el otro día tomé una libreta y una birome y me puse a sacar cuentas. Me dije voy hacer de cuenta que no recibí aumento y los voy a ahorrar. En un año los $200 se convertirían en $2.400. No era gran cosa. Pero en 10 años tendría 24.000. Tampoco sería gran cosa y yo tendría 90 años. Si en lugar de 10 años fuesen 20… entonces llegó mi esposo y me preguntó qué cuentas estaba sacando y le dije lo del ahorro de los $200 del aumento en la jubilación. Me contestó:
—No te preocupes en sacar cuentas. A vos no te corresponde ese aumento. A vos en lugar de plata te dejan viajar gratis en ómnibus, hasta diciembre.
Yo hace años que no tomo ómnibus, porque el escalón para subir es muy alto, porque tengo poca estabilidad y esas cosas. Pero me quedé pensando. Dos días después él tuvo que viajar al interior del país por un asunto familiar. Se fue de mañana para volver a la noche. Cuando se fue me vestí, agarré la cartera y me fui a una terminal de ómnibus que queda a tres cuadras de mi casa.
Pensé tomar un ómnibus que fuese a cualquier lado y para ir y volver en el mismo. ¡Para aprovechar la dádiva del gobierno! Tomé un ómnibus que decía Punta de Rieles, no tenía ni tengo la menor idea de dónde queda. Me senté cerca del guarda para estar más cerca de la puerta delantera.
El coche se llenó, el viaje fue lindo hasta que el pasaje comenzó a bajarse y al mirar para afuera me pareció que no estaba en Uruguay, me tranquilizó saber que al llegar al destino no tendría que bajarme. Estábamos llegando. Entonces el guarda me preguntó donde pensaba bajar, porque el recorrido había terminado. Le conté que estaba paseando y que volvería a mi barrio en el mismo coche.
—Pero este coche no sale hasta mañana —me dijo—, queda aquí porque se decretó un paro.
— ¿Y yo qué hago? —le dije. — ¿cómo vuelvo a mi casa? A todo esto el conductor ya había aparcado el ómnibus y bajaba. El guarda me dijo:
—Venga conmigo señora, porque hay un ómnibus que sí, sale, y va hasta la Ciudad Vieja, quédese aquí un momento que le voy a averiguar a qué hora es la próxima salida. Y me dejó con unos conductores y unos guardas que estaban tomando mate, uno me acercó una silla y me senté con ellos. Vino de vuelta el guarda y me dijo que salía en 15 minutos. Yo le pregunté:
—¿Y qué hago en la Ciudad vieja? Me contestó:
—Allá puede encontrar un taxi, o un ómnibus para su barrio, venga que la acompaño así sube al ómnibus y se sienta. Subí al ómnibus vino el guarda y el chofer y salimos. Yo comencé a sentir hambre y deseo de ir al baño. Cuando veníamos le pregunté al guarda si pasaba por el Hotel Plaza, que era de lo único que me acordaba del Centro y de la Ciudad Vieja. Así que al llegar a la plaza Independencia, antes de llegar a la parada, el chofer se detuvo frente al Hotel Plaza y me bajé.
Se venía la noche. Estaba muy apurada por ir al baño, así que entré al hotel pedí alojamiento por una noche, me acompañaron a mi habitación y me dijeron que ya estaban comenzando a servir la cena. Entré a mi habitación, fui al baño, me arreglé un poco y bajé a cenar. Muy poca gente en el comedor, tal vez porque era temprano. Tenían un menú fijo, pero opcional. El joven que se acercó a mi mesa me dijo que tenían también un menú especial para personas mayores, le dije que no sabía que existía un menú especial para personas mayores. Me contestó que era parecido al menú de los celíacos.
No sé lo que comen los celíacos, pero si ellos lo comía yo también podría comerlo. Me trajeron pescado con arroz y maíz, agua mineral con gas y frutas. Nada de pan, ni grisines, ni coca. Me quedé con hambre. Volví a mi habitación y llamé a mi esposo por teléfono para que al regreso viniese a buscarme. Cuando le dije que estaba en el Hotel Plaza, me gritó. ¿QUE ESTÁS DÓNDE? Le expliqué más o menos, no sé si me entendió, me encargó que no me moviera de allí que él ya venía de vuelta, que estaba en la ruta. No habían pasado 5 minutos y me llama mi hijo. Me dijo:
—Mamá estoy en el trabajo, me llamó papá viene en viaje esperame que voy a buscarte. No te muevas de allí. Quedate en la habitación. Mirá la tele que ya llego. Llegó a la media hora, vinimos a casa por la rambla, le conté mi odisea con lujo de detalles. A veces me interrumpía para preguntarme algo. Le comenté que tenía hambre, cuando llegamos a casa opinó que en casa siempre había algo para comer, le dije que cocinaría algo para cuando viniese papá.
—No podés prender la cocina, mamá, sabés que está trancada. —me contestó.
—Cocino algo con la hornalla eléctrica, le dije, repitió:
—¡NO PRENDAS LA COCINA, MAMÁ! Me voy porque estoy trabajando. Papá ya viene y cenan juntos.
Me quedé mirando “Ahora caigo” en la televisión, pero me dormí. Cuando llegó mi esposo me despertó.
—¿Estás bien mamá? quiso saber.
—Sí —le contesté.
—¿Qué hiciste de tarde? —preguntó.
Yo no me acordaba qué había hecho. No habría hecho nada. Así que le contesté:
—Nada. Tengo hambre le dije.
—Me dijo Mario que ya habías cenado.
Entonces me acordé y le contesté:
—¡¡Ahh, sí, fuimos con Mario a cenar al cine Plaza!!


¡Creo que a mi no me sirven los $200 de aumento por mes en la jubilación, ni el regalo hasta diciembre del boleto! Hubiese preferido un aumento en metálico.¿Y a usted, cómo le fue?




Ada Vega, 2016

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