AMADO NERVO en Montevideo - Uruguay
27 de agosto 1870, México - 24 de mayo de 1919, Montevideo
"Cuando Amado Nervo conoció al Uruguay y Uruguay conoció a Amado Nervo, ya habían acontecido en la vida del poeta, los dos mayores sucesos de su vida. El hallazgo de su amada y la partida definitiva de su gran amor.
En diciembre de 1918, luego de acreditarse en Buenos Aires, viajó a Montevideo y presentó aquí credenciales al entonces Presidente doctor Feliciano Viera, acreditándose como representante diplomático de México, con el rango de Ministro Plenipotenciario.
Por entonces nuestra ciudad tenía una vida intelectual activísima, y la llegada de una figura de renombre mundial, joven aún (tenía 48 años), agradable con dones de caballero sin excesos, centro de toda reunión, poseedor de una cultura excepcional, que atraía y mucho a las mujeres y todo eso en las vísperas del Congreso Americano del Niño, se le comprometió para una conferencia que se esperaba con ansiedad y cuyo producto tenía un destino benéfico.
Lamentablemente, nunca disfrutaría Montevideo de ese privilegio. Amado Nervo tomó un departamento en el lujoso Parque Hotel, inaugurado diez años antes. Se alojaba también en el Hotel, el Secretario de la Legación, Dr, Enrique F. Freysman. No había reunión importante donde Nervo no estuviese presente. En el campo literario, Montevideo vivía, merced a Amado Nervo, una temporada inolvidable en todo el verano de 1919
El pleno reinado del romanticismo, las mujeres no contenían las lágrimas cuando el eximio poeta recitaba:
“La cita”.
¿Has escuchado?
Tocan la puerta…
La fiebre te hace
Desvariar.
—Estoy citado
con una muerta,
y un día de estos ha de llamar…
Llevarme pronto me ha prometido;
A su promesa no he de faltar…
Tocan la puerta. ¿Qué? ¿No has oído?
—La fiebre te hace desvariar…
………………………
O aquella “Gratia Plena”:
Todo en ella encantaba, todo en ella atraía:
Su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar…
El ingenio de Francia de su boca fluía.
Era “llena de gracia” como el Avemaría:
¡Quién la vio no la pudo ya jamás olvidar!
………
……...
¡Cuánto, cuánto la quise! Por diez años fue mía;
Pero flores tan bellas nunca pueden durar!
Era llena de gracia como el Avemaría,
Y a la Fuente de gracia de donde procedía,
Se volvió…como gota de agua vuelve a la mar!
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O aquel grito de angustia, remordimiento y rebeldía del poema:
”Por miedo”.
La dejé marchar sola
…y sin embargo, tenía
Para evitar mi agonía,
La piedad de una pistola.
Tuve miedo, es la verdad;
Miedo sí, de ya no verla,
Miedo inmenso de perderla
Por toda una eternidad.
Y preferí no vivir,
Que no es vida la presente,
Sino acabar lentamente,
Lentamente de morir…
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Mayo de 1919, en Montevideo se celebraba el Congreso Panamericano del Niño y Nervo era el delegado de su patria. Para el martes 20, estaba programada una conferencia del poeta con fines benéficos. Sin duda, el acto iba a constituir un acontecimiento cultural. Nervo estaba enfermo. Y hubo de postergarse la conferencia, que ya no se realizaría más. Su par, Rubén Darío, había muerto tres años atrás. La bien amada, Ana Cecilia aquella que le hizo exclamar: “La trenza que le corté y que celoso guardé…” reposaba desde el 8 de enero de 1912, en el cementerio madrileño, cerca del Guadarrama. En sus confidencias Nervo lo ha dicho, sufría el remordimiento de lo que él llamaba su cobardía. Por el largo período que fue desde el último día de agosto de 1902 en que la conoció hasta su muerte más de diez años después, casi nadie supo de aquellos amores; vivieron una intimidad en secreto. Nunca la sacó de la sombra. Fue solo de él. Pero la conciencia le reprochaba no haber tenido la decisión de colocarla en su plano social. Cuando dijo su secreto, fue gritándolo. Con desgarramiento. Y el eco fue un trueno y el perdón de ella vino en la inmortalidad de su confesión pública. Ese libro se llamó “La Amada Inmóvil”.
Y cada mañana los diarios informaban con pesimismo. Todos intuían que aquel hombre extraordinario, gloria de la poesía junto con Darío, en la Américas y en España, declinaba inexorablemente.
El secretario de la Legación no dejaba ni un momento solo al enfermo. Desde Buenos Aires había llegado un sobrino de Nervo. Cuenta el biógrafo del poeta, su compatriota Hernán Rosales, que cuando se acercaba inexorable la hora definitiva, un destacado artista uruguayo, muy católico, le propuso al enfermo la presencia de un sacerdote.
Nervo aceptaba siempre que no hubiera confesión. Insistió el uruguayo amigo y el secretario, ateo convencido, le solicitó que cesara en sus intentos. Cuando el Dr. Freysman se alejó buscando un medicamento que no se podía hallar, nuestro compatriota vino con un jesuita.
Nervo aceptó una imagen de la Virgen de Guadalupe. La mantuvo entre sus manos y en ese momento retornó el secretario de la Legación y exigió la terminación de la visita. El poeta pidió ver el mar, abrieron una ventana y desde el 2º piso del Parque Hotel contempló brevemente el río. Corría una brisa fría, de modo que comenzaron a cerrar la ventana. Eran las 9 y media de la mañana del sábado 24 de mayo de 1919. Amado Nervo había muerto.
Al conocerse el deceso del poeta, el Parlamento celebró una sesión urgente. Esa misma tarde, la Asamblea General, por unanimidad, aprobó un proyecto de ley disponiendo que las exequias se llevaran a cabo en la puerta de la Universidad, que los honores a tributarse fuesen los de Ministro de Estado, que se le llevara provisoriamente al Panteón Nacional y que en una nave de guerra se le trasportase a México. El presidente de la Asamblea era el Dr. César Miranda literariamente “Pablo de Grecia” poeta destacado, firmaba como Prosecretario el Dr, Raúl Jude. Y ese mismo día a las 8 de la noche, el Poder Ejecutivo con la firmas del Presidente de la República, Dr. Baltasar Brum y los Ministros, Dr. Daniel Muñoz y Gral. Guillermo Ruprechet, promulgaba la ley.
Toda la tarde y una noche, se veló el cadáver en las puertas de la Universidad, con las puertas de la Universidad orladas de negros crespones. Las banderas de Uruguay y de México, desde el piso alto, llegaban hasta el suelo de la vereda. El féretro totalmente cubierto de flores. Y los aspirantes navales, rindieron permanente guardia de honor.
En una cureña, el ataúd fue conducido al Cementerio Central. Y antes de depositarlo en el Panteón Nacional, hablaron don Juan Zorrilla de San Martín, el Ministro brasileño Dr. Cyro de Acevedo y por el Poder Ejecutivo el Dr. Daniel Muñoz. Terminada la ceremonia fúnebre, se comenzaron los planes para dar cumplimiento a la ley que mandaba llevar a su patria los restos del poeta.
Nuestro gran escultor propuso construir un gran ataúd de mármol nacional, el que tendría encima, en bronce, el rostro del poeta. La concepción era enorme, y de hecho aquello iba a ser ataúd y mausoleo. Aceptada la idea, se destinaron materiales y marmolistas del Palacio Legislativo, entonces en construcción, y bajo la dirección de Zorrilla, en jornadas multiplicadas, se finalizó obra tan inusual.
Entre tanto, por canales diplomáticos, se elaboró un plan a nivel continental. Y así fue como, llegado el momento de la zarpada, el crucero “Uruguay” recibió a bordo aquel féretro marmóreo de tonelada de peso, que fue embarcado con honores militares. Comenzó a navegar nuestro crucero, llevando a bordo a toda la Escuela Naval. Le prestaba escolta con la misma Escuela argentina, un crucero del país hermano. Al llegar a Río, el “Barroco”, con futuros marinos brasileños, se sumó al convoy. Ya frente a Cuba, el crucero “Patria”, con los cadetes navales cubanos, se unió a aquella quizá nunca vista escuadra naval. Y frente a las costas venezolanas, un barco de guerra de ese país, con la Escuela naval a bordo, siguió la estela de las otras naves.
En un reportaje que realizamos en 1941 al entonces Jefe de la Misión Diplomática Mexicana en nuestro país. Dr. Del Río, nos decía que “México nunca podría olvidar la apoteosis montevideana junto a los despojos del poeta Amado Nervo, y la grandiosidad de una travesía marítima sin antecedentes en el mundo, llevando en un buque de guerra uruguayo, que escoltaban naves de las Armadas de cinco naciones americanas, un gigantesco féretro de mármol con los restos de uno de los mayores poetas nacidos en tierras de habla española”.
De lo que fue aquello tan singular y memorable, los sucesivos encuentros con otros muchachos de las Armadas de Países sudamericanos, la llegada al puerto de Veracruz, en México, el viaje de las cinco Escuelas Navales, por tierra, rumbo a la capital, en convoyes ferroviarios que, en plena revolución de Zapata, tuvieron que ser protegidos, marchando delante en avanzada de un kilómetro, una locomotora – exploradora. De toda aquella peripecia tenemos relatos de algunos actores de la extraña expedición. A la hora de entregar definitivamente a su patria, al gran poeta, los mejicanos presenciaron un espectáculo de una naturaleza como quizá no existan parangones. Eran otros tiempos. Y la criatura humana tenía otras reacciones. Había sitio en el mundo para los poetas. Y había quien agonizaba de amor.
En el bosque de Chapultepec, reposa el poeta en el ataúd – mausoleo, construido de mármol uruguayo por José Zorrilla de San Martín y sus colaboradores, los marmolistas que en la época trabajaban en la obras del Palacio Legislativo. con la inscripción al pie: "Al poeta Amado Nervo- Uruguay”.
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Texto extraído del libro·"Unas Crónicas Históricas." de Juan Carlos Pedemonte,
periodista y escritor uruguayo. 1911 - 2003.
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