Katy era una perra amarilla de pelo largo y sedoso.
Hocico fino. Mediana de estatura y ojos color caramelo. Su linaje se había
perdido en el tiempo. Era, simplemente,
una perra de razas cruzadas, y yo la amaba. Creo que nadie me ha vuelto
a mirar con la dulzura, entrega y
sometimiento con que miraban aquellos ojitos de miel, mientras ladeaba la
cabeza en un gesto comprador.
Mi infancia
dibujaba rayuelas y acunaba muñecas, cuando mi padre me la trajo un día de
regalo. Llegó un sábado de la fábrica con una caja de zapatos bajo el brazo, la
dejó sobre mi cama y me llamó:¡Anita! Yo llegué corriendo desde el fondo, arrastrando mi muñeca renga y me dijo:
¡Mirá lo que te traje! Dentro de la caja, la cachorrita de poco más de un mes,
peluda y redondita, dormía con hipos y quejidos como soñando. Fue un amor
cantado. Cuando la tomé en mis brazos y ella me lamió la cara, nos juramos un
amor eterno.
Katy llegó a
casa a fines de febrero, y el entusiasmo
de mis seis años con empezar la escuela se diluyó de golpe. Pasé a ser la mamá
de la perrita más linda y más buena que jamás había tenido ni tendría. Ella
aceptó mi tutela de bastante buen grado, y nos dispusimos a emprender el arduo
camino de convivir.
A una casa por
medio vivía, en aquel entonces, un matrimonio sin hijos. Los Peralta. La casa
de ellos, como la nuestra, tenía un jardín al frente, con una verja de ladrillos y un pequeño portón. Yo
iba mucho a esa casa. Los Peralta tenían una gata barcina, enorme y mimosa, con
unos ojos verdes ladinos y cautivadores, un pelaje suave como el terciopelo y
el andar sigiloso de su estirpe. Se llamaba Rita y éramos muy amigas. Por las
tardes ella me esperaba echada al sol en la verja de su casa. Al verme llegar
se desperezaba y arqueando el lomo y ronroneando venía hacia mí. Yo la tomaba
en los brazos y me sentaba en el escalón, a la entrada de su casa. La
acariciaba y ella se adormecía en mi falda, mientras yo conversaba con una
amiga imaginaria “de la carestía de la vida, señora, y de los problemas que
traen los hijos”. Siempre tuve mucha imaginación.
El día que llegó Katy, la abandoné. No estuve
feliz; corté por lo sano y cambié un amor por otro. Mi antigua amiga no
comprendía, y al verme pasar para el almacén o para la escuela, me llamaba con
un maullido lastimero. Pero yo no podía quedarme. Estaba muy ocupada. Tenía la
responsabilidad de cuidar a mi perrita. ¿Cómo decirle que la dejaba por la
novelería de un nuevo amor? ¿Cómo explicárselo?
Y Katy comenzó
a crecer y a correr por la vereda jugando conmigo. Y en la verja Rita, al
conocer a la causante de mi traición y su abandono, comenzó a pergeñar un odio
encarnizado hacia su rival.
La perrita no
sabía los sentimientos que despertaba en su vecina que, al verla pasar
corriendo por la vereda, refunfuñando, se erguía amenazante con los pelos de
punta.
Un día mi
perra, cansada de sus malos modos, se paró con las manos apoyada en la verja
donde descansaba la gata, y le pegó un par de ladridos. La pobre salió
despavorida. Y comenzaron a odiarse como el diablo manda. Con un odio, mutuo, acérrimo y mortal.
Mientras, los años fueron pasando sin dar tregua al rencor.
Yo ya estaba en
sexto grado, se acercaban las vacaciones de primavera y las dos enemigas, como
si se hubiesen puesto de acuerdo, recibieron la visita de la cigüeña. Katy tuvo
tres cachorros divinos de distintos colores. Rita tres gatitos barcinos como
ella. Así estaban las cosas cuando una tarde mi perra fue a ladrarle a la gata,
que alimentaba a sus hijitos en el jardín de su casa. La gata furiosa le hizo
frente y se trenzaron a pelear. Katy llevó las de perder. Con el hocico sangrando
por los terribles arañazos, aullaba de dolor y de odio, y en un desesperado
arranque, se abalanzó sobre los gatitos y los mató. Rita, enceguecida, saltó
sobre la cabeza de la perra y, a
arañazos le dio muerte.
La lucha se
desarrolló en breves minutos. El intento de apartarlas fue abortado por el
terrible desenlace. El horror nos sobrecogió a todos. Papá enterró a Katy sin
comentarios. Los Peralta a sus gatitos. Rita sobre el alero de su casa, lloró
dos días y dos noches con aullidos que calaban el alma. Nuestros perritos
amenazaban con morirse de hambre. Mamá intentó alimentarlos sin mucho éxito.
Al tercer día
de la tragedia me encontraba arrodillada junto a la cucha de Katy, acariciando
a los perritos que ya casi no tenían calor, cuando vi a Rita entrar al jardín
de mi casa. Maullaba despacito, como cuando éramos amigas. Se acercó a mí
cautelosa, restregó su cabeza y el costado de su cuerpo en el mío, después el
otro lado una y otra vez con gemidos, como lamentos. Sentí el impulso de
correrla ¡maldita gata, mataste a mi perra! Pero sentí que mi mano se alargaba
en una caricia y, sin lograr perdonarle la muerte de mi Katy. Comprendí también
su dolor.
Fue entonces
que sucedió algo extraño, y que es la razón de contar esta historia. Mientras
la acariciaba la culpé de la suerte de los cachorros: mala, mala, los dejaste
solitos, ahora se nos van a morir. Rita de pronto dejó de maullar, se apartó de
mi lado y se echó en la cucha junto a los ellos, los reanimó a lambetazos y les
dio de mamar.
Desde ese día
Rita pasó a vivir en mi casa y crió a los cachorros hasta que aprendieron a comer solos. Los perritos
creyendo que era la madre andaban todo el día atrás de ella, se le echaban
encima aplastándola. A veces la fastidiaban tanto que ella se escapaba y se
subía al techo de la casa y desde allí los vigilaba.
Nos quedamos con uno, los otros los regalamos.
Rita no volvió a tener cría y murió en mi casa muy viejita.
Y cuando en el
andar del tiempo me siento cansada y abatida, y quisiera bajar los brazos, me
parece que la oigo maullar desde el alero dándome fuerzas. Yo adoraba a mi
perrita de los ojos color caramelo.
Su recuerdo y
el de Rita, dormirán por siempre en mi
corazón.
Ada Vega, 2009
ADA
ResponderEliminarQUE IMPORTANTE ES EL AMOR A LOS ANIMALITOS
A MI EN LO PERSONAL ME GUSTAN MUCHO
FELICIDADES
LINDO RELATO Y QUIERO PENSAR QUE FUE CIERTO
TE DOY MI ESTRELLA
Andy
Gracias, Andrés por tu lectura. Una sola cosa, pero que quede entre nosotros dos...ja: sucedió hace muchísimos años(más de 50), pero no a mi.Abrazo
ResponderEliminarQue preciosa historia mi querida Ada...un relato donde plasmas el verdadero amor y la verdadera entrega. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Pilar, agradezco tu comunicación. Beso
ResponderEliminarИнтересная история! А ведь действительно, животные делают нас лучше. С приветом к Вам из России.
ResponderEliminarGracias por tu visita, Brem, y por el comentario. Cariños
EliminarTraducción al comentario de Brem:Una historia interesante! Y de hecho, los animales nos hacen mejor. Con saludos a usted desde Rusia.
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